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Columna
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Vigo y Galicia

Si en algo hay consenso entre los vigueses es sobre la ausencia de un liderazgo político que esté en consonancia con la pujanza económica de la ciudad y de su área de influencia, que es la más poblada de Galicia, seguida de cerca por la de A Coruña. En Vigo suele decirse que han tenido mala suerte con sus políticos, especialmente con los alcaldes, mientras todavía hoy recuerdan la dimensión política alcanzada por Francisco Vázquez en A Coruña. En parte es comprensible ese sentimiento de frustración, ya que en Vigo no cuajó un político con dimensión gallega, a pesar de que los vigueses le dieron oportunidades de luchar por ello a dirigentes del PP, del PSOE y del BNG. Pero por unas razones o por otras, todo se quedó en el camino, sin que la ciudad lograra proyectarse en Galicia, un tanto ajena a lo que en Vigo llaman el poder del norte, un saco en el que meten lo que se cuece entre A Coruña y Santiago. Sucedía lo mismo en las finanzas, pero la decisión de Julio Gayoso de extender Caixavigo a toda Galicia trajo consigo una Caixanova que, de alguna manera, podría servir de ejemplo a quienes abanderan que Vigo comparta con A Coruña el liderazgo de una Galicia moderna y urbana.

Vigo se mueve, aunque despacio, en la medida en que sus grandes proyectos acumulan demoras

Es comprensible, por tanto, que el alcalde de Vigo, el socialista Abel Caballero, intente proyectarse como la cabeza visible de un liderazgo emergente. Además, el ex ministro y ex candidato a la Xunta lleva consumidas muchas horas al lado de Paco Vázquez y conoce bien los resortes utilizados por el socialista coruñés para auparse con un liderazgo local compatible con cierta influencia en Galicia e incluso en España. La pregunta es clara: ¿puede ser Abel el Obama por el que Vigo lleva clamando años y años, sin que nadie escuche su grito desesperado? A la espera de que los vigueses certifiquen en las urnas un mandato tan definitivo, el interesado da sobradas muestras de creérselo en la entrevista que le hizo este diario.

Caballero gobierna gracias al BNG pero su deseo de liderazgo le aúpa ante nuevos horizontes que pretende sobrevolar a su manera. El alcalde de Vigo es un hombre de una gran formación, tiene experiencia como tecnócrata y cojea como líder de masas, a pesar de la humanidad que demuestran sus creaciones literarias. Aun así, por intentarlo que no quede, parece decirse a sí mismo, acomodado en la alcaldía olívica. La pregunta de Primitivo Carbajo en EL PAÍS le cayó por eso mismo como anillo al dedo: ¿Está teniendo Vigo el peso político que proponía? Caballero cree que sí, que Vigo está ocupando el centro de atención de toda Galicia y que está siendo muy bien valorado por la Xunta y por el Gobierno. Es más, dentro del PSOE también está comprobando el peso de su alcaldía. Pero en esto sí que hay algo que le separa de Vázquez. El ahora embajador ante el Vaticano jamás hablaba así de sí mismo. Procuraba que otros lo dijesen, en unos casos para demonizarle y en otros para adularle o ensalzarle.

¿No tiene Abel Caballero quien le escriba? Parece que no, lo cual resta algo de credibilidad a su entusiasta mensaje de grandeza, sin que ello quiera decir que no tenga su sentido que el alcalde de Vigo aspire a eso y a mucho más. Quizá si lo hace siendo consciente de sus fuerzas -empezando por compartir la grandeza de su proyecto- cruce antes la línea de meta. La clave no está en decirlo, sino en tener base para demostrarlo. Y eso, en democracia, sólo se consigue con votos. En esta tendencia a emular a Vázquez, algunos se olvidan de que el ex alcalde coruñés actuaba como actuaba, para bien y para mal, porque tenía mayoría absoluta. Por eso cuando le vio las orejas al lobo abandonó la pradera y buscó refugio en el primer sitio que encontró.

Aprobado el plan general e iniciado el auditorio, en Vigo llega la hora de la terminal de Peinador, el túnel para la entrada del AVE, el nuevo hospital, la depuradora... Vamos, que parece se mueve, aunque despacio, en la medida en que sus grandes proyectos acumulan demoras. Pero Caballero no sólo tiene palos en la rueda: preside un gobierno sólido en el que todos van aprendiendo por el camino, como aclara el propio alcalde. Y es que, ya se sabe, el camino se hace al andar, del mismo modo que todos los caminos conducen a Roma.

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