El hacha y el bisturí

Es curioso: buscaba en el dial repeticiones del debate Obama-McCain y me encontré con Juan José Millás hablando con Fernando Sánchez Dragó en Telemadrid. En el dial buscaba ese momento histórico en el que el candidato demócrata le decía a su contrincante republicano que lo que la situación actual requiere es un bisturí, y que McCain lo que haría, para resolver lo que pasa, es utilizar un hacha.
Uf, qué horror, un hacha sobre la vida, una metáfora de resonancias campestres y terribles. Un pintor atormentado y tremendo, Richard Dadd, un favorito de Fernando Savater, mató a su padre con un hacha, y se pasó toda la vida reproduciendo en un cuadro minúsculo la escena previa a esa muerte.
El hacha. Obama eligió lo más duro, para hacer que su contrincante le mirara; se pasó McCain mirando al suelo y a los lados, como si estuviera buscando un hacha, y Obama, mucho más estilizado, sin duda más preparado para mirar, le ofreció un bisturí.
Yo buscaba en el dial la repetición de esa jugada, cuando me encontré a Millás hablando con Dragó. ¿Y de qué hablaba Millás? Del bisturí que inventó su padre. El padre (lo cuenta el escritor en El mundo, su última novela) inventó un bisturí que al mismo tiempo que causaba la herida la cauterizaba.
Obama tendría que hacerse con ese bisturí; es más, ese bisturí tendría hoy que aplicarse también sobre una realidad terca, y honda, y escalofriante, que Televisión Española ofreció descarnada poco antes de que Obama le ofreciera a McCain un bisturí donde éste pondría un hacha.
El programa Comando actualidad acudió a la Cañada Real, el inmenso poblado madrileño de la delincuencia y de la droga. El programa fue acompañando a la policía, de modo que el ojo era el del bisturí, pero allí la realidad era como un hacha, escalofriante, levantada sin clemencia sobre el porvenir de jóvenes que ya se saben en un túnel en el que el desagrado es tan grande como el placer, y ellos abrazan a los dos impostores con la misma, desesperada, ansiedad.
Millás hablaba del barrio de Canillas, donde hizo su infancia, al lado de los inventos humildes de su padre. Allí, en ese barrio que entonces era un andurrial, Millás inventaba caras para andar por la calle pareciendo otro. Viendo a los candidatos también me imaginé a Obama y a McCain intercambiándose rostros. No se puede. Obama tiene aspecto de llevar en la mano un bisturí y el otro parece contento con su hacha.
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