Catas en tres colores
Dos días de turismo enológico y paisajes otoñales visitando algunas viñas y bodegas muy sugerentes en la cuenca del Duero.
El paisaje otoñal es un encanto añadido a la hora de realizar esta ruta que proponemos por algunas de las bodegas de la provincia de Valladolid, la única, por cierto, con cinco denominaciones de origen, todas alrededor del Duero, el gran río vertebrador de Castilla. Dos días completos con tiempo para todo: cata de vinos, pasear en calesa, perderse por laberintos subterráneos, visitar una zona donde la historia es también protagonista, disfrutar con el paisaje, reírse con los amigos, comer mucho y bien, y hacer compras para la bodega de casa en tres colores: tinto, rosado y blanco.
Hay bodegas con solera (nombres míticos como Vega Sicilia, Pesquera, Protos...), nuevas, pequeñas, grandes, exquisitas, industriales. Todas las seleccionadas en esta ruta cuentan con algo diferente y no son las más conocidas. No hay dos iguales. El recorrido es maratoniano y quizá para hacerlo entero se necesite un dorsal en la espalda y no perder un minuto. No hay problema. Seleccione las propuestas que más convengan al plan. Prepárese para disfrutar.
Antes de empezar, dos cosas. Primera, en la elaboración del vino pasa lo mismo que con la tortilla de patata o el gazpacho: todos prefieren el suyo y cada uno tiene su truco. No es extraño que una de las bodegas asegure que lo mejor es limpiar el pago (parcelas de vides) de hierbajos, y en la siguiente se asevere que es política de la casa dejar que crezca la vegetación por debajo de las vides; otras dirán que sus barricas son de roble francés; otras apuestan por el americano, y las últimas, por la mezcla de maderas. El resultado de cada una se verá en la cata.
Y segunda, elija zapato cómodo, lleve un jersey para descender a las bodegas más profundas, llame a los sitios para concertar cita (porque cada bodega tiene sus condiciones y horarios, y algunas no permiten visitas durante los días de vendimia); y cuidado en la carretera (que el abstemio del grupo se encargue de conducir).
Primer vaso: un tinto
Avisado queda. Lo lógico, ante el maratón que se nos avecina, es dormir en la zona para poder comenzar la ruta tempranito. Hay nuevos hoteles en el lugar que han nacido al olor y al renombre de los caldos de la Ribera del Duero. Los tiene para todos los gustos, entre ellos, el hotel Fuente de la Aceña, en Quintanilla de Onésimo, un antiguo molino harinero a orillas del Duero rehabilitado por el arquitecto Roberto Valle, que se aleja del estereotipo del típico hotel castellano -artesonado, armaduras y escudos por doquier- y con una vista preciosa sobre el río. Otra opción es el Hacienda Abascal, pegado a los míticos viñedos de Vega Sicilia, un hotel pequeño, acogedor, con vistas magníficas a los viñedos, que, además de elaborar su vino, ofrece una cata virtual alrededor de una mesa que parece inspirada en los mandos del Enterprise, lo único que en vez del doctor Spock aparece una enóloga en la pantalla que te dice cómo oler, probar, recordar, etcétera, y cuyo restaurante está en manos de Sergi Arola.
Continuamos en la llamada milla de oro, porque la primera parada bien podría ser Abadía Retuerta. Su visita tiene todos los ingredientes para dejar un buen sabor de boca; y lo deja. Primero, te llevan a recorrer sus magníficos pagos, que cuentan con unas vistas inigualables, y su moderna bodega, levantada con la última tecnología y con supervisión de Pascal Delbec, uno de los dioses franceses del vino. Y ya con el paisaje y la información en el cuerpo, llega el momento de probar sus caldos. El lugar no tiene precio: una abadía románica del siglo XII de monjes premostratenses perfectamente restaurada, limpia, sin aditivos y que forma parte del monasterio donde el año que viene se abrirá un hotel de lujo.
Con el ánimo por las nubes, debido a los vinos y a lo impresionante del lugar (y a que la guía vende muy bien su producto), el coche enfila a una bodega diferente, más pequeña (120.000 botellas), con una arquitectura moderna. Se llama Comenge y está en un alto donde se divisa Curiel de Duero, muy cerca de Peñafiel, en el que podemos parar a visitar el Museo Provincial del Vino (www.museodelvinodevalladolid.com), situado dentro del castillo.
Pero ya estamos en Comenge. Tras la consabida visita y cata -un vino sorprendente, por cierto-, la bodega ofrece un apasionante y divertido paseo en calesa (las tiene pequeñas, para tres o cuatro personas, y una grande, para grupos de hasta diez) tirada por un caballo percherón de fuertes patas que responde al nombre de Foreman y al que acompaña en el carro grande su compañero de cuadra y paseo, Tyson.
Curiel es un pueblo medieval compacto, perfecto para el paseo (ayudado por Foreman o a pie), y que cuenta, además de con un castillo rehabilitado que acoge un hotel de lujo (en el que no faltan las armaduras, las camas con doseles y los tapices), con un Museo Etnológico y una curiosa iniciativa, Escuela del ayer, que reproduce un aula rural típica de los años cuarenta.
Es hora de comer. Comenge ofrece la posibilidad de ir de picnic a bordo de su calesa, con cesta de paja incluida. Foreman y Tyson le acercarán al trote al valle de Pesquera, donde, mantel en el suelo y botella abierta, comerán entre viñedos. Es muy buen plan, pero quizá prefiera comer bajo techo. La oferta es amplia. Puede optar por ir a otra bodega como Cepa 21 (983 48 40 84, Castrillo de Duero), con un restaurante de cocina creativa; o por una comida más tradicional en Molino de Palacios (983 88 05 05), en Peñafiel, con un buen lechazo maridado con vinos ribereños; o acercarse a Casa Agapio (983 68 04 95), en Olivares de Duero. A los mandos del comedor, todo un personaje, Gelo. Déjese aconsejar y pruebe su ensalada de avestruz escabechada y sus estupendos espárragos templados.
Y, ya que estamos en Olivares, a dos pasos que ayudarán a bajar la comida se encuentra la bodega familiar de Carlos Moro, el propietario del Grupo Matarromera, que cuenta entre otras marcas con Emina. Allá, junto a una casona construida por el marqués de
Olivares en el siglo XVI, cuenta con una bodega llamada Renacimiento, donde se elabora un vino de reserva muy cuidado, Rento. Llegado a este punto, el viajero puede optar por dos opciones, o dejar caer sus cuerpos en el balneario de Olmedo, preparándose para la sesión vinícola del día siguiente, o seguir ruta y empezar por los vinos rosados y la zona de Cigales.
Optemos por el plan más tranquilo, el balneario de Olmedo, donde se puede dar un paseo por el pueblo con varios ejemplos de mudéjar, o simplemente relajarse en la piscina termal; e incluso visitar la bodega La Mejorada, del arquitecto Rafael Moneo, que ha rehabilitado un monasterio dominico y elabora un tinto, en tierra de blancos, a tener muy en cuenta. Cerca de Olmedo, en Mojados, hay un restaurante donde merece la pena cenar. Se llama La Cigüeña (983 60 74 11), y Antonio les aconsejará sus ricas especialidades, en donde no deben faltar las patatas al estilo La Cigüeña y un buen plato de carne. Todo regado con un buen vino, por supuesto.
Segundo vaso: un rosado
Si opta por comenzar por la ruta de Cigales, puede dormir y catar los primeros vinos en el singular pueblo de Mucientes, cerca de Valladolid. Allá está la bodega de Amalio del Pozo, un enclave familiar con un trato en consecuencia que cuenta, además de con unas vistas magníficas y una puesta de sol que según Amalio no tiene nada que envidiar a las de la islaMauricio, con un centro de turismo rural donde se puede pasar la noche rodeado de viñedos en un recién estrenado hotel rural en el que no falta piscina donde despejarse. Allá se puede comenzar a saborear los frescos vinos de Cigales que elabora esta firma. Merece la pena un paseo por el pueblo, donde el vino está presente en cada esquina -hubo un tiempo en el que cada familia contaba con su bodeguita-, y visitar el aula de interpretación del vino, situado en una bodega subterránea.
Otra bodega para visitar en esta denominación de origen es Lezcano-Lacalle, en Trigueros del Valle, que es un proyecto que cuenta con pasión Félix Lezcano Lacalle, uno de los responsables de Cigales, y cuyos viñedos merecen parada y fonda. Su rosado (también tiene tinto) Docetañidos refrescará el alma y dará pie para pasear por el pueblo de Trigueros del Valle, con casas de piedra y adobe, castillo, iglesia de portada románica y ermita mozárabe.
Tercer vaso: un blanco verdejo
Y llegamos al final del recorrido: los vinos blancos que encuentran su lugar en la denominación de origen Rueda. Son los blancos de uva verdeja. Parada en el Grupo Yllera, cuyo blanco responde al nombre de Cantosán. Visita que incluye un curioso viaje al centro de la tierra. La localidad de Rueda está hueca por dentro. Como en Mucientes, antiguamente, cada familia tenía su bodega. Yllera, un grupo empresarial en manos de una familia que ya lleva seis generaciones en esto, ha ido comprando y limpiando el subsuelo, y el resultado es un recorrido a más de 20 metros de profundidad y un kilómetro de longitud que se llama El Hilo de Ariadna: el mito del Minotauro asociado a la elaboración del vino.
Cata de su vino blanco y salida hacia una bodega diferente. Belondrade es propiedad de Didier Belondrade, un francés enamorado de España y que ha realizado su sueño en La Seca con estas instalaciones que cuida hasta el último detalle y que, a pesar de que no se visitan el fin de semana y de que su excelente vino no se puede comprar en bodega, merecen la pena por su elegante integración en el paisaje, amén de por su vino.
Y, por último, una bodega a gran escala, industrial. Viajamos a Serrada. En una antiquísima bodega que explotaban los dominicos en el siglo XVII y que desde los años cuarenta del siglo XX está en manos de la familia Alberto Gutiérrez. Produce cinco millones de botellas de vino. Ahí es nada. Depósitos enormes, todo está aprovechado, depósitos y más depósitos, incluso se utiliza la bodega antigua, la subterránea, en la que se encuentran, por ejemplo, las tinas en las que antes se transportaba vino en Renfe. Una lección sobre la producción a gran escala del vino.
Y, para terminar y premiar al cuerpo, una excelente comida en La Botica (983 83 29 42) de Matapozuelos, un restaurante en la antigua farmacia del pueblo con una cocina creativa y honesta en la que no faltan varios premios. Que aproveche.
Consulta el Especial Rutas del vino en Castilla y León de EL VIAJERO
GUÍA
Bodegas
» Abadía Retuerta (983 68 03 14; www.abadia-retuerta.com). Sardón de Duero. Visitas a las 10.00 y 12.00; llamar antes.
» Comenge (983 88 03 63; www.comenge.com). Curiel de Duero. Visitas a las 13.00 y 17.00 (sábados, a las 11.30, y domingos, a las 12.00); reservar.
» Cepa 21 (www.cepa21.com; 983 48 40 83). Castrillo de Duero. Visitas a diario; llamar.
» Renacimiento (983 10 71 00; 600 51 42 01; www.matarromera.es). Olivares de Duero. Concertar visita.
» La Mejorada (983 48 30 57; www.lamejorada.es). Olmedo.
» Bodega Amalio del Pozo (983 58 79 14). Mucientes. Concertar visita.
» Bodegas Lezcano-Lacalle (983 58 69 40; www.bodegalezcano.com). Trigueros del Valle. Concertar visita.
» Bodega Yllera (983 86 80 97; www.grupoyllera.com). Rueda. Concertar visita.
» Belondrade (www.belondradeylurton.com; 983 48 10 01). La Seca.
» Bodega Hijos de Alberto Gutiérrez (983 55 91 07; www.dealberto.com). Serrada. Visitas previa petición de 9.00 a 13.00 y de 15.00 a 19.00.
» Duco (983 21 81 85; www.duco-com.com). Organiza rutas.
Dormir
» Hotel Fuente de la Aceña (983 68 09 10; www.fuenteacena.com). Quintanilla de Onésimo.Doble con desayuno, 98 euros.
» Hacienda Abascal (902 10 99 02; www.haciendas-espana.com). Quintanilla de Arriba. Doble, 150 euros con desayuno.
» Balneario de Olmedo (983 60 02 37; www.balneariovillaolmedo.com). Olmedo. Desde 130 euros, con desayuno.
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