Contador doblega al Angliru
El ciclista del Astana, exigido por Valverde y Joaquim Rodríguez, ya es líder tras una ascensión espectacular
Al Angliru se viene a ver sufrir, no a ver ciclismo, entendiendo por sufrir ver a los ciclistas retorcerse sobre el manillar y riñonear sobre la bicicleta, y entendiendo por ciclismo el de los ataques secos más que el del que coge los trenes más rápidos para llegar a la meta. Y también hay quien viene al Angliru a engrosar la lista, desgraciadamente numerosa, de los tocaculos y empujasillines. Y allí, entre todos, entre los del sufrimiento y los del tren, entre los atacantes y los defensores, entre los tocaculos y correcaminos, entre el olor a embrague de coche quemado, la figura enorme de Alberto Contador, culebreando sobre la bicicleta, hacheando en las zonas más duras, allí donde se dice que hay que limitarse a coger ritmo y mantenerlo, allí donde el resto, el resto magnífico de Valverde, Purito Rodriguez, Leipheimer, Mosquera, Gesink, Zaugg, apretaba los dientes y sufría, y sufría, Alberto Contador transmitía la impresión contraria al sufrimiento.
Allí desde el Alto del Cordal (previo al Angliru), cuando el Astana tirado por los generosos Kloden, Paulinho y, sobre todo, Rubiera, seleccionó a los elegidos y donde Igor Antón, el líder de Euskaltel convocado para su día de gloria, cayó en el descenso y tuvo que abandonar con la clavícula rota, allí Contador empezó a enseñar el sillín a sus rivales en una labor permanente, calculada, de zapa continua, a la que sólo se resistieron Valverde (dolido y cabreado por su error de Suances) y Joaquim Rodriguez.
Con el Euskaltel por los suelos, desmoralizado y sin lider, el mano a mano Astana-Caisse d'Epargne era un reto apasionante.
Tres contra tres, a pie de puerto: Contador, Leipheimer, Rubiera frente a Valverde, Rodríguez y Dani Moreno. Seis contra el Angliru. Seis en una presunta carrera de eliminación de la que se retiraron, tras un trabajo enorme, Rubiera y Moreno. El dominio del Astana resultaba insultante, pero la respuesta de los de Eusebio Unzúe ponía el punto de interés al presumible recital de Contador. Leipheimer, fiel gregario de su jefe, le quitó de en medio a su líder a Carlos Sastre, que se quedó cortado y a merced de su experiencia y su motor permenente. Luego cedió Leipheimer, con el trabajo realizado.
Era el tiempo de Contador. Su momento, el que había soñado desde que salió de Granada. Asturias, era su primera cita; la segunda, la cronoescalada a Navacerrada. Y había llegado. Le atacó Valverde, valiente, dolido, "para ganar tiempo en la clasificación general y porque en algún momento, al sentirme bien, pensé que podía ganar la etapa", dijo después, pero Contador se le pegó a la rueda. A descansar (¡que ironía!), a esperar, mejor dicho. Y Sastre que se acercaba por detrás con Leipheimer pegado a su rueda. Contador no lo permitió y atacó en una de las curvas más duras, a falta de cinco kilómetros. Y ahí se entregó el gran Valverde, y resistió, un poco, Joaquím Rodríguez. Muy poco. Era el momento de Contador, el que figuraba resaltado en su hoja de ruta, el que todos esperaban antes de su clásico disparo al aire final, el que festeja sus triunfos, el que delata su ambición.
Contador, el más fuerte, el que estaba en mejor forma, el que llegaba más descansado, el que tenía el mejor equipo, fue capaz de imponer un tren descomunal y al mismo tiempo prodigar dos demarrajes de los que se dice que no se pueden dar en El Angliru. Los dio, se fue y ganó. "Ahora ya puedo dedicarme a defender hasta la cronoescalada de Navacerrada", afirmó el ciclista de Pinto, tan conservador en sus declaraciones como engañoso en sus pronósticos.
"Es a mis rivales a quienes les toca atacarme", había dicho en la jornada de descanso del viernes, cuando todo el pelotón sabía que Contador soñaba con ganar aquí y convertirse en el líder de la carrera.
El Angliru fue fiel a todos: a un publico que abarrotó sus cunetas (incluidos los que deberían ser excluidos), a sus rampas infernales, a los ciclistas colosales y a la tradición que explica que nunca en su meta se marcan diferencias abismales. Al final Contador le sacó 42s a Valverde, 58s a Rodríguez, 1m 5s a Leipheimer, su compañero y gran aliado, y 1m 32s a Sastre. Diferencias nada estrafalarias si no se mira la clasificación general, donde Contador tiene como única amenaza a Leipheimer (1m 7s) mientras Sastre está ya a 3m 1s y Valverde a 4m 40s. Palabras mayores cuando a la Vuelta apenas le quedan dos citas importantes: la etapa de hoy con final en Fuentes de Invierno (1ª) y la cronoescalada de Navacerrada.
El infierno del Angliru, el del ciclismo espectacular que recupera el encuentro entre ese deporte y su público, fue fiel a sí mismo. Máximo esfuerzo, pequeñas diferencias. Entre los grandes, por supuesto. Aunque vayánselo a explicar a Azam Bazayek, de Kazajistan, compañero de Contador y último de la etapa a 25m 17s, a ver qué dice. Si puede hablar, claro.
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