Dos mariposas atrapadas en un farol
Vuelve a la escena madrileña la versión de Pandur de 'Las amistades peligrosas'
Un mundo en blanco y negro que se desgarra por las costuras. Dos personajes condenados a morir una y otra vez para el deleite de los espectadores. Dos energías que se atraen como "dos mariposas atrapadas en un farol" pero que jamás podrán encontrar un descanso juntas. Eso es Barroco, del autor esloveno Tomaz Pandur y el croata Darko Lukik, una adaptación de Las amistades peligrosas, de Choderlos de Laclos, y Cuarteto, de Heiner Müller.
La obra, recomendada para mayores de 16 años, vuelve hoy al teatro Fernán-Gómez (plaza de Colón, s/n), donde se podrá ver hasta el 27 de septiembre. Hace ahora un año se estrenó en el mismo escenario. Así que los espectadores disfrutarán de nuevo de esta historia de sentimientos: de amor, pasión y miedo; miedo a una sociedad que se resquebraja.
El vizconde Valmont y la marquesa de Merteuil, dos personajes antagónicos cuya tragedia es que no funcionan como pareja, están condenados a vivir juntos, a morir una y otra vez para el público. Pero los actores intentan escapar en cada función. Sólo al final son libres porque abandonan los personajes en el escenario. La obra es un homenaje al teatro. "Se ofrece la visión de los personajes, pero también la de los actores, cómo se va introduciendo en los personajes y cómo lo abandonan lentamente. Al final los actores abandonan la sala. Son sólo Blanca y Asier", explica Pandur.
El autor partió de Blanca Portillo, Asier Etxeandía y Chema León para escribir la obra. "Todo está pensado para los actores", desde las canciones que canta el vizconde a la transformación de la marquesa en una adolescente. "Durante los ensayos me di cuenta de que Blanca tiene la capacidad de sacar a la niña que hay en ella. Así surgió la idea de hacer una versión de ella misma 25 o 30 años más joven, enamorada y feliz con Valmont. Son los momentos que recordarán toda su vida".
El director esloveno ya conocía a Etxeandía. Le escogió "por su dolor y por la tristeza de sus ojos" para hacer de Virgilio en Infierno. Su Valmont no es sólo un seductor. "No se lo iba a poner tan fácil. Valmont tiene una razón para ser como es. Asier, a primera vista, es cualquier cosa menos Valmont pero encontró dentro de sí mismo todo lo que necesitaba". A quien no conocía era a Blanca Portillo, y ha quedado tan maravillado con la actriz que está en pleno proceso de transformarla en el príncipe de Dinamarca. Preparan una versión de Hamlet que se podrá ver en febrero en Madrid.
"En el mundo occidental hay una clara presencia de la trinidad. No sólo en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, también en la Revolución Francesa había tres principios". Por eso, entre esos dos titanes tiene que mediar Nauta, un navegante del tiempo que hace el papel de narrador imparcial. Sin embargo, aunque no está "emocionalmente implicado" en la historia sí participa de ella.
Al director no le gustan los que sólo miran, ni sobre el escenario ni entre las butacas. Prefiere que participen, "aunque sólo sea para empaparse de sandía", bromea. "El teatro no necesita observadores. Si quieres observar, ve a un peep-show", dice Pandur. "El espectador ya no es un observador en la distancia. Es como ir a la iglesia". Ese toque místico también se deja ver en la escenografía. Un búnker que parece un cementerio o una pirámide. No en vano sus personajes están muertos, "por eso son eternos".
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