Una comida campestre
Decía en su Emilio el filósofo Rousseau, defensor a ultranza de la vida natural, que lo ideal para disfrutar una comida campestre es hacerla "junto a una fuente viva, sobre la hierba verde y fresca, bajo los alisos o los avellanos (...) como mesa y silla tendríamos el pasto, los bordes de la fuente servirían como aparador y el postre estaría colgado de los árboles".
No hemos podido constatar si en los montes de La Canal de Navarrés o en los de la Muela de Cortes se crían los alisos, y es una verdadera lástima ya que parece que la ingestión de los jugos de su corteza rebaja el colesterol; ni si en concreto el avellano florece al costado de las múltiples fuentes y manantiales que salpican el terreno, y que producen, esto si, fabulosos paisajes y parajes repletos de todo tipo de árboles frutales, dignos del almuerzo que preconizaba nuestro pensador.
Montañas ornadas de pinos y robles, con encinas y fresnos, y algún madroño, y toda suerte de arbustos que a estos árboles mayores suelen acompañar, con hierbas odoríferas, y flores de perfumes moderados que son captados por las abejas que allí se juntan para proveernos de rica miel.
Cuevas con pinturas prehistóricas, como la que llaman de La Araña, mundialmente conocida porque en ella los artistas se molestaron en reproducir los esfuerzos que los hombres primitivos realizaban para adquirir la miel, de forma más peligrosa -aunque menos onerosa- que la que ahora nos aguarda en tiendas y mercados.
Allí cazaban nuestros antecesores, y aún lo hacen los provistos del necesario permiso, que persiguen a la cabra y al muflón entre otras especies a las que da cobijo la serranía, vigilados desde el aire por las águilas y los halcones; y en la noche por los búhos.
Siguiendo el curso del Júcar, en ascenso o en descenso, y admirando las quebradas por donde se interna el agua buscando su camino, que se ve detenido aquí y allá por las presas y pantanos que intentan domeñarlo y aprovechar sus aguas de la forma más conveniente. Regadíos y centrales eléctricas dan buena prueba de ello, y ahí están para constatarlo los kilovatios que se generan en la zona de Millares y las plantaciones de tabaco que han hecho de Navarrés sino un nuevo Pinar del Río si una dura competencia de la Toscana italiana.
Como es natural, en todos estos parajes se sucedieron las consabidas luchas de moros con cristianos y algunas más, ya que los moriscos afectados por la expulsión de principios de 1600 se hicieron fuertes en esas montañas, casi inaccesibles, y éstos y los anteriores dejaron como poso los suficientes castillos y otras culturas, y siendo la gastronómica una de las que nos atañen, deberemos señalar que en estas tierras, amén de los arroces habituales, como las paellas y el arroz al horno, existen otros más específicos, como o el llamado "con hierbas" que utiliza las que en el macizo del Caroig se dan, y también los gazpachos, y multitud de pasteles, a los que tan aficionadas son en esas culturas y que nos han transmitido: de boniato, tortas de pasas, coscorrones.
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