En la senda del maridaje musical
La férrea ex primera ministra británica Margaret Thatcher ansiaba ser directora de orquesta, sinónimo para ella de la "dictadura perfecta". Sin embargo, el maestro Josep Pons (Puig-Reig, Barcelona, 1957), conductor de la Orquesta Nacional de España (ONE), aun consciente de que el suyo no puede ser "un espacio democrático", intenta que en el escenario del Auditorio Nacional de Madrid, su rincón de trabajo, no reine el despotismo. "Aprecio las aportaciones personales de los músicos que están muy formados intelectualmente. Me gusta saber cómo ven la obra. Mi tarea es mucho de seducción. Tengo que convencerles de que vamos por el buen camino. No soy como Toscanini, que insultaba a sus músicos", sostiene. La figura de Pons se aleja de la preconcebida de su cargo envarada y casi museística. "No podemos estar en formol, somos hijos de nuestro tiempo". Por eso, asesorado por su hijo de 19 años, escucha hip-hop, flamenco o reggae.
Pons conoce otros géneros musicales y los aporta a la programación de la ONE que lucha por no apolillarse. Una política vanguardista que le va a llevar a trasladar eventualmente los bártulos al Matadero de Legazpi (Madrid). Dos conciertos en los que participarán el pianista chino Lang Lang el 6 de septiembre -interpretará piezas de Chaikovski- y el cantaor almeriense Tomatito el 12. "Parto de la idea de que las fronteras en la música están entre la buena y la mala, no entre géneros. Stravinski, por ejemplo, le contaba a Falla que se sentía celoso de los pasodobles".
"El Septiembre Sinfónico va a ser un espacio lúdico, multitudinario y al aire libre para que no haya enconsertamiento", explica. "Queremos captar a nuevos aficionados que desconocen el protocolo de los conciertos. A los que mandan callar cuando aplauden a destiempo", puntualiza Pons, que en las cuatro ediciones anteriores invitó a los artistas Chano Domínguez, Ana Belén, Miguel Ríos o Lluís Vidal Trío.
Al maestro no le gusta que los conciertos se conviertan "en un espectáculo circense, una prueba de virtuosismo gratuito para superar dificultades". "Prefiero unas pocas notas que me lleguen a un ejercicio de mil que no me digan nada", confiesa quien se toma la música muy en serio "porque no es algo virtual". "Yo la sigo como una verdad e intento poner lo mejor de mí mismo. Es una verdad, como lo puede ser el pensamiento filosófico. Te emociona con sus mil colores".
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