Ejercicio en el templo del Cielo
Los pekineses han hecho de la gimnasia una filosofía de vida
La anciana levanta la pierna con un movimiento ligero, apoya el talón sobre el mostrador e inclina el cuerpo sobre el muslo como una bailarina rusa. A la buena mujer poco parecía importarle ayer que el pie hubiera quedado a unos centímetros de la ventanilla donde se compran las entradas para el parque del Templo del Cielo. Todo sea por el deporte. Son las seis menos cuarto de la mañana y más de 100 personas se agolpan ante la puerta Este del más famoso de los jardines pekineses ansiosas por comenzar sus ejercicios matinales. Un hombre espera haciendo girar dos bolas blancas sobre la palma de la mano.
Cinco minutos después, el guarda abre la barrera y los vecinos del barrio se despliegan suavemente por paseos y senderos camino de sus rincones preferidos. Junto al altar de las Oraciones por la Buena Cosecha, donde el emperador ejecutaba los ritos para calmar a los dioses. Junto al muro del Eco. Bajo los cipreses y enebros centenarios. Allí donde cada día practican los más variopintos ejercicios. Solos o en compañía.
Cientos de personas ya practican deporte a las 5.45 en el más famoso de los jardines
Los pekineses adoran hacer ejercicio. Hay aparatos de gimnasia por toda la ciudad. Pero ningún lugar como este parque sereno y elegante, perfecto ejemplo de la arquitectura Ming, para conocer la infinidad de posibilidades que ha desarrollado el pueblo chino, con los siglos, para mantener el cuerpo en forma.
Bajo los primeros rayos del sol y los gritos de quienes distienden las cuerdas vocales entre la fronda, la escena en el Templo del Cielo puede adquirir aires surrealistas. Como cuando aparecen un hombre que camina marcha atrás para activar músculos que normalmente no se utilizan o una mujer que pasea con los brazos abiertos como si fuera una gaviota o un anciano que avanza lentamente, contoneando las caderas como un caballo de danza andaluza, u otro que se abraza al tronco de un árbol.
"Entre los 66 y los 72 años, corría cinco kilómetros cada día. Pero lo dejé por una molestia en una pierna. Aprendí taichi y todas las mañanas practico una hora. Si no llueve, no hace viento o no nieva, siempre vengo aquí. Hace más de dos años que no he tenido un resfriado", dice Yuan Chuanming, de 80 años, en un descanso de su sesión matinal del arte marcial chino. A pocos metros, una mujer baila con el aire con una espada en la mano. Movimientos cadenciosos. Deporte y meditación. El sol rasante se cuela entre los árboles imprimiendo un aire mágico a la escena.
China tiene 3.000 escuelas de deportes -de ellas, 221 de élite- en las que se entrenan 400.000 jóvenes, cuyo sueño es llegar a unos Juegos Olímpicos como los que hoy concluyen en Pekín. Forman la gran maquinaria del deporte china, que ha sido a menudo criticada por su dureza. Pero el ejercicio en este país va mucho más allá. Como lo demuestran su pasión por el tenis de mesa y el bádminton, que millones de chinos practican en calles y parques, o sus películas de kung-fu.
En un hueco del bosque, Gao, de unos 60 años, vestido de negro, se eleva sobre un pie con un gran abanico rojo en la mano. "Antiguamente, era de metal. Lo utilizaba la guardia personal del emperador como arma, en sustitución de la lanza, que no daba buena imagen", afirma. Y despliega el semidisco con un rápido golpe de muñeca que produce un chasquido de las varillas: "Mientras muchos deportes olímpicos producen lesiones a los atletas, este ejercicio es muy bueno para el cuerpo. Es suave, pero potente. Extrae mucha energía del interior del cuerpo". A su lado, una mujer se entrena bajo sus instrucciones.
El parque está en calma a estas horas. Aún no han llegado los grupos de turistas y es posible capturar el alma del Pekín de siempre. En la avenida principal, un centenar de personas practica taichi bajo las órdenes del maestro, que utiliza un pequeño micrófono inalámbrico. En otro rincón, decenas dan palmas mientras entonan al unísono frases como "la gran energía está en ti".
Energía como la de Han, de 56 años, un hombre musculoso, con pecho de gimnasta y piel de adolescente, que trabaja como cuidador del equipamiento deportivo en un colegio. "Cada día corro 10 kilómetros. Al pueblo chino le gusta el ejercicio. Por eso China está obteniendo tan buenos resultados en los Juegos", dice tras bajarse de un aparato de barras paralelas en el que ha hecho flexiones y se ha balanceado como un péndulo. A su lado, dos hombres caminan descalzos sobre el suelo de cantos rodados. Una anciana pasa haciendo molinetes con los brazos. En silencio.
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