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Reportaje:PEKÍN 2008 | Atletismo

A los nueve meses, una final

Más fuerte que nunca, Natalia Rodríguez vuelve a luchar por una medalla en 1.500 meses después de ser madre

Carlos Arribas

Pese a que su ausencia aumenta sus posibilidades de medalla en la final de 1.500 de hoy (13.50), Natalia Rodríguez evita el juicio moral cuando se refiere a las tres rusas, a las dos rumanas y a la búlgara que en las últimas semanas han sido dejadas fuera de juego por dopaje. "Esto afecta al atletismo", dice la tarraconense, de 29 años, quien, como mínimo, aspira a igualar a Mayte Zúñiga, la única atleta española con diploma olímpico en una prueba de pista. "Hace que la duda se extienda. Va a parecer que hay algo raro en todo el que hace algo extraordinario".

No es que Natalia, cabeza rapada como un monje budista tibetano -lo que en Pekín es toda una declaración de principios- para proclamar su individualidad después de años luciendo rubias rastas, haya hecho, aún, algo extraordinario. Ha hecho, en todo caso, lo que la mayoría de las mujeres: tener un hijo, tomarse la baja maternal y volver a trabajar. El pasado 1 de enero, 40 días después de dar a luz a Guadalupe, y después de dos años sin calzarse en serio unas zapatillas de deporte, Natalia volvió a ser atleta, y ocho meses después, y tras superar una lesión en abril, una fractura de fatiga en el pubis, está en vísperas de una final olímpica a miles de kilómetros de su hija.

"He tenido buenas sensaciones, pero no es bueno hablar de premios a la ligera"
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Y quizás no sea ni extraño tampoco que Rodríguez, todo un talento desde juvenil, se vea más fuerte, física y mentalmente, después de la maternidad. Todo tiene que ver con las hormonas, en todo caso. No sería extraordinario, entonces, pero sí impresionante verla el jueves en su semifinal, corriendo en 4m 5s minutos sin forzar la máquina. Dio hasta la sensación de que podría haber puesto en apuros a la bahreiní de origen etíope Maryan Jamal, la única limpia que ha bajado este año de los cuatro minutos después de la suspensión de las rusas Soboleva y Tomashova. Y también han desaparecido del top ten por dopaje la rumana Popescu, la rusa Fomenko y la búlgara Yordanova. "Sí, sí, he tenido muy buenas sensaciones. Pero no es bueno hablar de medallas a la ligera. En esta prueba son una lotería", dijo Rodríguez.

"Yo no sé si son las hormonas o qué es, pero sí que he notado que ahora su organismo integra mucho mejor que antes el entrenamiento", dice su entrenador de toda la vida, Miguel Escalona, que hace dos años, cuando su pupila le dijo que dejaba temporalmente el atletismo para hacer familia, llegó a dudar que volvería. "Físicamente me impresiona, es un cambio brutal. Puede estar a la altura de cualquiera. Con cargas de trabajo no tan altas saca más partido. Quizás las hormonas no sean el causante del proceso, sino su consecuencia. De esto no hablo con ella, respeto mucho su vida privada".

Tampoco Natalia, la chica de los tobillos de oro, la mirada dulce y el cuerpo duro como el acero, es de las que disfruten contando su vida. Quizás hable por ella su actitud, o el enorme tatuaje en su brazo derecho, I corazón Coco. "Lo llevo desde hace un par de años", dijo la atleta. Y no habló más.

Natalia Rodríguez, tras concluir la primera serie de clasificación.
Natalia Rodríguez, tras concluir la primera serie de clasificación.AFP

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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