Duelos que no existieron
Dayron Robles gana sin oposición los 110 metros vallas, mientras Wariner se queda a un segundo de Merrit en los 400 metros
En un principio fue Usain Bolt, quien en las semifinales de los 100 metros aniquiló cualquier posibilidad de diálogo en una final a la que no llegó Tyson Gay y en la que se diluyó Asafa Powell. Después fue Liu Xiang, su tendón de Aquiles, quien privó de sentido para 1.300 millones de chinos y de morbo para millones de aficionados los duelos de leyenda, en la final de los 110 metros vallas, que ayer ganó, sin oposición, de una manera tan nítida y limpia como los cristales de sus gafas de hipermétrope, Dayron Robles. Y para completar la frustración, la sed de enfrentamientos personales sin fuente que la sacie, Jeremy Wariner le duró 200 metros de infierno al tejano LaShawn Merrit, quien le sacó prácticamente un segundo, 99 centésimas exactamente, casi 10 metros, en la final de los 400. Por no haber ni habrá otro duelo anticipado hace semanas, el que debería enfrentar mañana a Abubaker Kaki, el joven sudanés que ha revolucionado los 800 metros esta temporada, y al ruso Yuri Borzakowski, el campeón olímpico de Atenas, el mayor talento blanco en la distancia tras Sebastian Coe: ambos, Kaki y Borzakowski, dos que habían bajado este año de 1m 43s, fueron eliminados, arrastrados por la lluvia, en las semifinales.
Merrit devolvió a los negros su título fetiche a la espera de la llegada de Bolt
Robles ganó una carrera que sin Liu Xiang había perdido todo su atractivo
Merrit devolvió el fuego, el título de 400, una distancia fetiche en el atletismo, a los negros después de que Wariner se apropiara de él en Atenas, pero se supone que lo mantendrá prestado, no en propiedad, hasta el adviento de Usain Bolt justamente, cuya distancia natural pese a todos los pesares, sigue siendo el 400 según todos los sabios. El prodigio jamaicano se ha dado seis años de plazo, hasta los 28, para atreverse a sudar con el 400, pero ya Bert Cameron, el técnico caribeño de la distancia, ha anticipado que para entonces Bolt correrá los 400 metros en 42,50s, 68 centésimas menos que el actual, e intocable, récord de Michael Johnson.
Así que, quizás, pese a que lleva un par de años anunciándolo, no será Wariner, cuyo agente es el propio Johnson, el primer hombre que bata no sólo la marca de su manager, sino que baje de los 43s. Tampoco es probable que Merrit, pese a su potencial, tenga el talento necesario, aunque sí la paciencia. Hace tres años, cuando aún tenía 18, Merrit se convirtió en el segundo atleta de la historia, tras Johnson, que bajaba de los 45s en los 400 metros en pista cubierta. Como inmediatamente firmó un contrato con Nike y abandonó la universidad, no pocos apostaron que acabaría estrellándose. Erraron. Merrit siguió creciendo. En la final del Mundial de Osaka, cuando Wariner logró su mejor marca y tercera de la historia, los 43,45s que hacían augurar un próximo récord, Merrit, segundo, se quedó a 51 centésimas. Era un aviso. Un anuncio que se hizo carne hace un mes, en los trials estadounidenses, donde Merrit derrotó a un Wariner que pagaba una temporada caótica, marcada por su ruptura a comienzos de año con Clyde Hart, su técnico y el de Johnson (y el de Sanya Richards, la americana que fracasó ante la inglesa Christine Ohuruogu en la final femenina de 400 metros). Ayer, con una urgencia que no casa con su carácter, Wariner, por la calle 7, una calle ciega, salió tan rápido que al final de la recta de 200 estaba muerto. Salió tan rápido que hizo de liebre perfecta para Merrit, quien desde la calle 4 observaba la locura del tejano de las gafas de sol y las zapatillas de brillantes. En la curva del 300 le alcanzó. Iniciaron al mismo tiempo la última recta. Wariner, ya muerto, braceando para combatir el ácido láctico que inundaba sus piernas como un pez fuera del agua que agita desconsolado sus aletas, cedió 99s en 100 metros a Merrit, quien con 43,75s lograba su mejor marca personal. Neville completó un inesperado triplete estadounidense lanzándose en plancha sobre la línea, la cabeza por delante: espectacular, dolorosa y efectiva manera de dejar con un palmo de narices a Chris Brown.
Dayron Robles, guantanamero, del 86 como Merrit, no necesitó tantos aspavientos para imponerse en un 110 metros vallas que sin Liu Xiang había perdido todo su atractivo. Sin rival que le agobiara, el plusmarquista mundial no falló en la salida. Con sus inhabituales siete pasos, tan veloces, para recorrer los 13,72 metros hasta la primera valla ya adquirió una ventaja suficiente. Dice Jackson Quiñónez, el español, que acabó octavo de su segunda final universal consecutiva, que Robles, el segundo cubano campeón olímpico en la prueba tras Anier García en Sidney, suele ir de más a menos: ayer fue de más a más de una manera demasiado aséptica como para emocionar. No tuvo rivales. Si le hubieran acosado, quizás habría batido su récord mundial de 12,87s. Se quedó en 12,93s, a dos centésimas del récord olímpico de Liu.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.