La lonja de la reventa
En la calle se encuentran entradas entre 10 y 40 veces más caras que el precio original
Los estandartes de colores flotan al viento, las pancartas rezan "Un mundo, un sueño", y miles de jóvenes y familias se fotografían con el Nido de Pájaro y el Cubo de Agua al fondo. Camisetas con la inscripción "Amo a China", pegatinas de banderas rojas sobre las mejillas. El parque olímpico, en Pekín, era ayer una fiesta, a pesar de ser martes.
Miles de curiosos se acercaron a ver lo que habían visto por televisión, otros se dirigían hacia las puertas del Nido, con las entradas en la mano, para disfrutar de los Juegos desde el interior del espectacular estadio; allí donde cada día vibran decenas de miles de personas ante las proezas de los mejores atletas del mundo.
Pero la fiesta no era sólo para curiosos y espectadores. Los reventas también hacían su agosto. Bajo una pasarela peatonal, a unos cientos de metros del Cubo, los boletos cambiaban de manos como el pescado en una lonja. Cientos de personas se arremolinaban alrededor de decenas de vendedores ilegales, que -de forma totalmente abierta, unos; disimulada, otros- ofrecían pases para los cinco últimos días de competición. "Entradas, entradas", gritaba una mujer. "Pases para esta noche", decía un hombre, con un fajo de billetes de 100 yuanes (10 euros) en la mano. A su lado, varios carteles en chino e inglés, advierten: "Prohibida la reventa de entradas olímpicas. Cualquier infracción será penalizada de acuerdo a la ley y las normativas".
Los agentes no prestan atención al mercado negro. Miran hacia otro lado
"Si las paga su empresa, se las doy más caras; si las paga usted, más baratas"
Pero ni los paneles ni la presencia de la policía desaniman a los reventas. Por qué habrían de temer si los agentes se pasean por la zona sin prestar atención al pujante mercado negro, y, cuando llegan donde están los vendedores, simplemente dan la vuelta y caminan hacia otro lado.
En medio de este mercado callejero del deporte, otro hombre, con aspecto de profesional del negocio, ofrecía por 300 euros dos entradas para la final de 110 metros vallas, mañana. "Liu Xiang estará allí", decía, sin pestañear, en referencia al atleta chino, campeón olímpico en Atenas 2004, que el lunes pasado se retiró, debido a una lesión, privando a la afición china de la posibilidad de ver correr a su héroe. Ante las dudas del potencial cliente, respondió: "Si las paga su empresa, le doy unas entradas más caras; si las paga usted, más baratas".
Otro reventa admitía que Liu Xiang se ha quedado fuera de la competición -"No puede haber nadie en China que no lo sepa", debe de pensar-, y cuenta que antes de abandonar, los billetes para la final se estaban comerciando de 600 a 800 euros, entre 20 y 40 veces el precio original. Más allá, una chica ofrecía las cartulinas amarillas para la final de fútbol masculino, el próximo sábado, por 200 euros, 10 veces el precio oficial.
Cuando se pregunta a otro joven si no tienen problemas con la policía, contesta: "No, ¿por qué deberíamos tenerlos? Esto no tiene nada de ilegal. Yo quiero vender, y la gente quiere comprar. Es el mercado. A la policía le da igual".
Aunque la semana pasada había reventas extranjeros -llegados de Canadá, Reino Unido, Marruecos o Estados Unidos, entre otros países- operando abiertamente, ayer era difícil verlos. La policía interpeló el viernes a 110 vendedores ilegales -de ellos, 17 extranjeros-, a los que les fueron confiscados 340 boletos, según la prensa local.
No está muy claro de dónde vienen las entradas en oferta. Parte procede de gente que compró gran cantidad bajo diversos nombres -ya que el número por persona estaba limitado-, parte, de ciudadanos que han decidido renunciar a los Juegos y ganarse un dinero, y parte, probablemente, de las remesas repartidas por empresas, que sus destinatarios no han querido utilizar.
Algunos chinos se han quejado del tráfico ilegal. Sobre todo, porque muchos estadios han estado parcialmente vacíos durante las competiciones, a pesar de que Pekín dijo en julio que, por primera vez en la historia de los Juegos Olímpicos, las entradas se habían agotado. Las imágenes en televisión de las gradas con lagunas han sonrojado a los organizadores, que han utilizado a voluntarios para rellenarlas. Una situación que podría explicar por qué la policía no parece tener mucho interés en perseguir la reventa. Al fin y al cabo, cada billete negociado significa un cliente contento y un asiento ocupado.
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