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me cago en mis viejos

DÍA 19

Joder, desde que me puse a estudiar sin ganas, sin objetivos, sin futuro, como el que hace caligrafía o trabajos manuales, me cunde un huevo. He sentido por primera vez en la vida eso que mis viejos llaman la satisfacción del trabajo bien hecho. No estudio para aprobar, que parece imposible, sino para estar bien, para compensar, creo, el desorden general que hay a mi alrededor. Y es que mi viejo ha entrado en picado, en barrena, se le ha ido la perola. Ni se afeita ni compra el periódico ni baja a la playa ni leches. Total, que yo no existo. O existo sólo porque quiero leer un libro. Esta mañana, en el desayuno, me ha pedido perdón por no habérmelo dado todavía. No sé qué darte, dice, para que te enganche. Quiere darme algo que me enganche para toda la vida. Para eso ya están las drogas, le digo, y me mira con terror, quizá con culpa por los pequeños hurtos de hachís de los que he sido víctima. No te rayes, le digo, ¿tengo cara de drogadicto o qué? La historia del Ansias con el puto éxtasis líquido ha conmovido a toda la colonia. Los viejos dicen éxtasis líquido y se quedan en blanco unos segundos, como si el nombre les pirara.

No estudio para aprobar, que parece imposible, sino para compensar, creo, el desorden que hay a mi alrededor
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Total, que me he pasado el día en mi habitación, en plan Hiki Komori, tratando de decidir si me convierto en un Unabomber para mandar todo esto a la mierda (lo malo es que me tendría que obsesionar con el ajedrez o con la bioquímica) o en un tipo normal, un tipo, por ejemplo, que se hiciera cargo del problema familiar y se pusiera a trabajar (de qué) para echar una mano. Quizá podríamos comprar entonces la casa ésta de los cojones a la que yo vendría a veranear de mayor con mi esposa arquitecta y mis hijos conflictivos, o directamente psicópatas, que los hijos tienen que ser más que los padres. Ya estoy otra vez con los sudores, con la falta de respiración, con esa bola de billar que se me pone aquí, en el pecho. A ver si voy a ser también un agonías. Dice mi madre a gritos que si quiero cenar. Que no, coño.

EDUARDO ESTRADA
EDUARDO ESTRADA

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