Leire y la casta femenina
A la espera de los partidos decisivos en los deportes de equipo, la ciclista proporciona la octava medalla a España con una actuación tan tenaz como las de sus antecesoras
Una admirable y modesta deportista, Leire Olaberria, de 31 años, llenó ayer el inmenso vacío que había quedado en Pekín tras las huellas de Michael Phelps, Usain Bolt y Rafa Nadal. Atleta hasta hace un lustro y corredora de velódromo desde entonces, esta donostiarra diplomada en Turismo y Magisterio logró el bronce en la prueba de persecución, la octava de España en estos Juegos y la 27ª que aporta el deporte femenino, una hucha magnífica si se tiene en cuenta que su bautizo en el medallero es muy reciente. Blanca Fernández Ochoa, en los Juegos de Invierno de Albertville 1992, y la yudoca Miriam Blasco, unos meses después en los de verano de Barcelona, fueron las pioneras. A partir de entonces, la progresión femenina ha resultado imparable.
Desde Barcelona, las mujeres han logrado el 25,5% de las medallas españolas
Ahora les llega el turno al waterpolo, el balonmano, el hockey y el baloncesto
Desde aquellos mágicos Juegos del Cobi hasta la fecha, las mujeres han logrado el 25,5% de las medallas españolas. Un porcentaje extraordinario si se tiene en cuenta que provienen de un país que durante décadas orilló a las mujeres del deporte, de un país cuyo tejido social en nada las favoreció hasta la mutación existente tras la muerte del dictador. Salvo algunos satélites excepcionales y de incalculable valor como Lili Álvarez, Mari Paz Corominas o Carmen Valero, el deporte femenino español era puro barbecho hasta que surgió una estirpe tan peculiar como efectiva. En España, que no sentó las bases técnicas y estructurales del deporte hasta 1992, brotaron de repente atletas con un nexo común: la casta, la entrega y el voluntarismo por encima del talento y el cientifismo de la mayoría de sus adversarias, enraizadas en el deporte desde mucho antes. Al frente de todas, Arantxa Sánchez Vicario, aquella cría de 17 años que en 1989 conmovió a toda la nación con su fascinante quijotismo ante la imperial Steffi Graf.
A rebufo de Arantxa, emergieron innumerables deportistas corajudas y tenaces, atributos con los que maquillaron de maravilla su retraso respecto a países de enorme tradición y potencial: Marta Domínguez, Joane Somarriba, Edurne Pasabán, Gemma Mengual, Mayte Martínez, Isabel Fernández, Elena Gómez... Leire Olaberria mantiene el hilo con aquéllas. Superó sus problemas alimenticios y psicológicos con el atletismo y se mudó al ciclismo en pista guiada por el fervor de su novio por este deporte. Llegó a Pekín con menos horas de vuelo que muchas de sus contrincantes, pero con su afán de superación y terquedad se ganó un bronce con un último y agonístico golpe de pedal, medalla que convierte al ciclismo en el segundo mejor vivero olímpico español tras la vela.
El premio de Leire sirvió de apertura a una semana en la que los focos caerán sobre los deportes de equipo, la gran decepción de Atenas 2004, donde sufrieron una inesperada parálisis, puesto que en España siempre han prevalecido los clubes: el hockey masculino fue cuarto; el waterpolo, sexto, y el baloncesto y el balonmano, séptimos. En la categoría femenina: el hockey, décimo, y el balonmano y el baloncesto, sextos.
Desde hoy llega el turno de los fatídicos cruces, la salsa de unas disciplinas con un formato competitivo al que le sobran partidos y le falta emoción. Eliminado el hockey femenino, la cartelera se estrena hoy con el masculino, al que le sirve un punto ante Corea del Sur (12.30, hora peninsular española) para pelear en las semifinales por una medalla, y con el baloncesto femenino, que discutirá con Rusia en cuartos (16.15) por mejorar su quinto puesto en Barcelona 1992, su techo clasificatorio. Mañana, el waterpolo se cruzará con Serbia (11.20), el baloncesto con Croacia (8.30) y el balonmano con Corea del Sur (14.15).
Entre partidos y partidos, a España aún le quedan solistas de primera, como Javier Gómez Noya, que competía la pasada madrugada en el triatlón, David Cal -al que ayer una prueba le sirvió para clasificarse directamente para la final de C-1 1.000- y Gemma Mengual, que ya ha iniciado su periplo en la natación sincronizada. Una disciplina exitosa encuadrada en un deporte en el que España no actúa ni de telonera, no pinta nada. Sus sucesivas participaciones olímpicas resultan bochornosas, aunque federativos, técnicos y nadadores no se ruboricen. Desde 1992, sólo seis finalistas en pruebas individuales: Martín López Zubero, Sergi López, Lourdes Becerra, Nina Yivaneskaya, Erika Villaecija y Aschwin Wildeboer. Con mejores costumbres, el atletismo -las opciones de medalla se dilucidan hoy con Mario Pestano en la final de disco (15.00) y Juan Carlos Higuero en la de 1.500 (16.50)- también ha resultado decepcionante.
Para decepción la de China, desconsolada tras la lesión de su héroe, el vallista Liu Xiang, el único chino con un oro en atletismo (Atenas 2004).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.