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Reportaje:

Rafel Louzán, un político hiperactivo

"No me voy a eternizar en el cargo", dice el presidente de la Diputación de Pontevedra

"Rafa, Rafa, espera". Blanca, la secretaria del presidente de la Diputación de Pontevedra, sale a la carrera de su despacho. "Va a tener que dedicarme una fotografía porque casi no le veo. Está siempre en la calle", comenta con sorna cuando alcanza a Rafael Louzán en la puerta. "A mí me gusta patear la provincia. Es fundamental conocer las necesidades de cada Ayuntamiento para poder marcar las prioridades", explica, mientras atiende a Blanca, da instrucciones a un funcionario y arranca su coche.

Su ritmo es frenético. En noviembre cumplirá 41 años y su caso parece el de Alfonso Escámez, que empezó de botones en el Banco Internacional de Comercio, y ascendió a la presidencia del Banco Central. Louzán se ríe cuando escucha la comparación. "Yo tenía una empresa que se dedicaba a construir invernaderos y era agente notificador del concello de Ribadumia. Decidí meterme en política porque veía cruces muy peligrosos, como el de Meaño, y no se hacía nada para solucionar el problema a pesar de que se mataba mucha gente en ese punto negro de la carretera".

"Algunos políticos no saben coger la pala para poner la primera piedra", dice Louzán
"Soy del PP gallego, un partido que hace una magnífica gestión pero que se vende mal"

En 1995 se alistó en las filas del PP de Galicia, se presentó a las elecciones municipales, fue nombrado teniente de alcalde, diputado provincial y lleva cinco años al frente de la Diputación. A pesar de su juventud y del callo adquirido, asegura que sus aspiraciones políticas "están colmadas". "Yo no me voy a eternizar en el cargo. Cuando lo deje recuperaré la actividad empresarial. Es una faceta que me gusta mucho".

Rafael Louzán conduce su coche. "Me subo al oficial cuando llego tarde a un acto; no soy muy puntual y sé que hay problemas para aparcar". Durante el trayecto atiende media docena de llamadas, y a través de los altavoces del manos libres se escucha la bronca de Manuel, su hijo de 9 años que juega al fútbol en los alevines del Pontevedra. "Es tremendo. No soporta que me retrase. Me llamó antes para recordarme la hora a la que habíamos quedado".

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La misma carretera que le condujo a la política, al año siguiente le arrebató a Rafael, su primogénito. "Tenía 9 años y le atropelló un coche delante de nuestra casa en Ribadumia. Fue un dolor tremendo. Su recuerdo es imborrable, pero poco a poco, lo fuimos superando. Cuando doy el pésame por un accidente de tráfico, sé perfectamente lo que sufren esos padres", comenta con resignación. Casado desde hace 20 años con María Teresa, que trabaja de administrativa en Vigo, el matrimonio tiene otra hija, Sara, de 15 años.

A Louzán le gusta "patear" las calles. Intenta enseñar hasta el último rincón de una tierra que considera "el mejor lugar para vivir". En uno de los campos que la Diputación está terminando en la orilla de la Isla de las Esculturas, no se resiste a dar unas patadas al balón. "Es increíble, parece hierba natural". Juega todos los fines de semana la liga de fútbol de veteranos con el Bora, su equipo, "en campos de tierra". De regreso al coche, ve una pala y la empuña: "Muchos políticos no saben cogerla. Me hace gracia cómo alguno coloca la primera piedra de una obra". En Ponte Arnelas enseña el sendero que acompaña al río Umia hasta la desembocadura. "Es una maravilla. Cuando puedo cojo la piragua y vengo desde mi casa hasta aquí con mi hijo. Hay unos cuatro kilómetros". Louzán es un tipo campechano. Unos turistas valencianos le preguntan por un buen restaurante y les guía hasta Cambados.

No parece del birrete. Él se ríe con el comentario. "A mí me ubicaron en la boina, y Xosé Cuiña no quería que yo fuese presidente provincial del partido. Después me situaron en la órbita de Rajoy, y apoyé a Feijóo porque creía que era el mejor candidato para suceder a Fraga. Soy del PP, un partido que hace una magnífica gestión, como se demuestra en los concellos en que gobernamos, pero que sabe venderse mal".

- ¿Arregló el cruce peligroso de Meaño?

- Por supuesto.

El teléfono vuelve a sonar al despedirse. Es Blanca.

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