Wildeboer, entre los grandes
El hispano-holandés, en la final de 100 metros espalda con la décima mejor marca
Aschwin Wildeboer es hijo de holandeses nacido y criado en Sabadell (Barcelona). Dice sentirse, por este orden, catalán y español. Nunca holandés. Sin embargo, hay cosas que no se pueden disponer. Su sentido crítico, su gusto por la discusión, por darle vuelta a los argumentos, por mantener un diálogo interior, forma parte del genuino carácter holandés. Ayer, después de nadar la mejor carrera de 100 metros espalda de la historia de la natación española, con el agua todavía chorreándole por el cuerpo, el chico meneó la cabeza y, al tiempo que sonreía, dijo: "No me ha gustado mucho el segundo 50. He vuelto demasiado rígido".
Los holandeses son discutidores y los buenos espaldistas son flexibles y poseen un gran sentido de la flotación. Aschwin, que dispone de ambas cualidades, se alarma a la mínima sensación de contracción muscular. Así andaba ayer por los pasillos del Cubo de Agua, tras las semifinales de 100 espalda. Acababa de convertirse en el primer varón español en conseguir una marca de calidad internacional desde Martín López Zubero, hace más de una década. Había nadado más rápido que Aaron Peirsol, el récordman. Hizo un tiempo de 53,51 segundos. Pero no se lo creyó: "Yo me he agotado para conseguir esta marca. Ellos [Peirsol, Vyatchanin y Grevers] están acostumbrados a nadar en estos tiempos. Tienen el culo pelado".
Haga lo que haga en la final, a sus 23 años Aschwin Wildeboer ha inscrito su nombre entre los grandes. Ya puede decir que ha hecho la décima mejor marca de todos los tiempos. Algo al alcance de muy pocos, sobre todo si son españoles y hombres. Desde hace años, la natación española ha vivido de sus mujeres. Sólo María Peláez, Erika Villaecija, Nina Yivanevskaya y Mireia Belmonte fueron capaces de entrar en grandes finales y dejar huella. De los hombres no hubo noticias. Hasta ayer.
Junto a Aschwin, en el Cubo de Agua, estaba su entrenador, y su padre, Paulus. Igual que su vástago, Paulus se podría pasar el día hablando de natación. "La salida no me ha convencido", lo criticó. "Ha estado saliendo mejor en los entrenamientos. Pero dice que en este poyete no se encuentra a gusto. Vamos a practicar para ver si se puede arañar algo".
"Me ha gustado mucho el control del primer 50 porque él puede salir mucho más rápido", ponderó el entrenador. "Pero hemos estado entrenando mucho la segunda parte de la prueba, que es donde ha conseguido recortar un segundo".
"Lo que está pasando en la natación es insólito", dice Paulus. "Antes de la aparición del bañador LZ-Racer de Speedo, calculamos que para entrar en la final habría que hacer 53, 95s. Hizo falta hacer un máximo de 53,7s. Impresionante. En Atenas, la medalla de oro se ganó con 54,04s".
Paulus explica la transformación de su hijo desde que en los Juegos de Atenas, a los 19 años, se hundió: "Durante la formación de Aschwin hemos trabajado mucho la base aeróbica. No puedes ni competir bien ni entrenar bien si no tienes esta base. Pero llegó un momento en que empezó a dejar de asimilar bien este trabajo, porque sus cualidades genéticas están en la velocidad. Este año hemos cambiado de forma progresiva hacia el 100, hacia el rendimiento anaeróbico. Esto lo ha asimilado muy bien y tiene mucho margen de mejora".
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