'Los señores de la lluvia'
La manipulación de las nubes es una práctica clave en la organización de los Juegos
La tromba de agua que ayer cayó sobre Pekín y forzó la suspensión de las competiciones de tenis y tiro con arco volvió a plantear a residentes y visitantes una pregunta habitual: ¿Descargó el cielo porque así ha ocurrido históricamente en estas fechas en la capital china o diluvió por designio humano? La manipulación de las nubes se ha convertido en una práctica clave en la organización de los Juegos de Pekín, y aunque el Gobierno chino revela algunas veces cuándo ha provocado la lluvia artificial, en otras, no.
La espectacular ceremonia de apertura de los Juegos, el viernes pasado, es una buena muestra de la obsesión que han tenido históricamente los líderes chinos por dominar la naturaleza -ya fuera cortando montañas, desviando ríos o construyendo templos en los picos más inverosímiles-, y de cómo domaron el cielo para que no se aguara la fiesta con la que China debía asombrar -y asombró- al mundo.
A pesar de que los meteorólogos habían advertido del riesgo de que se produjeran tormentas cuando el espectáculo se encontrara en su apogeo, no cayó ni una gota sobre el Estadio Olímpico. Otra cosa es que los 91.000 espectadores, los deportistas que desfilaron de los 205 países y los 14.000 figurantes resultaran empapados de sudor, por la humedad y el tremendo calor que hacía en el llamado Nido de Pájaro.
Detrás de este éxito de dominio de la naturaleza, estuvo el Departamento de Meteorología de Pekín, cuyo equipo -liderado por Guo Hu, director de la agencia- emitió una alerta amarilla a las 9.35 de la noche -la ceremonia había comenzado a las 8 y no acabaría hasta las 12-, advirtiendo que antes de una hora llovería sobre el Nido y podría haber incluso relámpagos. La humedad era en esos momentos del 90%.
Los señores de la lluvia entraron en acción e intensificaron el disparo de yoduro de plata contra las nubes para forzar las precipitaciones en otras zonas de la capital y evitar que diluviara sobre el estadio. "Entre las cuatro de la tarde y las 11:39 de la noche, disparamos 1.104 cohetes desde 21 puntos. Tuvimos éxito, interceptamos el cinturón de lluvia e impedimos que se desplazara hacia el estadio", asegura Guo. El agua cayó con ganas en otros barrios de Pekín y la provincia de Hebei.
Wang Qing (nombre ficticio), una joven artista en cuyo barrio llovió el viernes, se mostraba ayer enojada porque la precipitación hubiera sido forzada. "Siento como si viviera en un mundo virtual. Nuestras culturas -el taoísmo, el budismo, el confucianismo, la medicina tradicional- se basan en el respeto a la naturaleza. Es triste que no se respeten".
La mayoría de los ciudadanos chinos aplauden, sin embargo, el logro científico. "Los Juegos son muy importantes para China, más que el medio ambiente. Había que eliminar el riesgo", afirma Du, un agente inmobiliario, de 48 años que sólo da el nombre. "Me parece muy buena idea. No habría estado bien que lloviera con tanta gente que ha venido de fuera a competir y a ver los Juegos", dice Ma Taipu, de 75 años.
La prensa de Pekín asegura que se trató de "la mayor operación de dispersión de lluvia jamás llevada a cabo en China, y la primera vez que esta tecnología ha sido utilizada para garantizar las condiciones meteorológicas en una ceremonia olímpica". ¿Sentará un precedente para otros Juegos? De momento, la ciencia no es omnipotente, y ayer diluvió sobre Pekín. Más de lo que les hubiera gustado a los organizadores para limpiar el aire y bajar las temperaturas asfixiantes.
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