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ficciones

ONE WAY

El principio de este viaje del que jamás podrás regresar fue un túnel. Un túnel que ya conocías y unas escaleras como las de tantos aeropuertos.

Pero éste es un viaje del que no vas a regresar. Un viaje para el cual bastará el billete de ida.

La alarma te llega con un segundo de retraso, cuando las palabras en inglés comienzan a trepanarte el cráneo, cuando sabes por qué no has entendido la primera alocución del capitán.

Entonces ya estás a dos mil metros de altitud y toda huida es imposible. Un avión es la más segura de todas las prisiones. Ni siquiera el suicidio puede alejarte de ella. No hay resquicios. Las puertas: herméticamente cerradas. Las nubes, impasibles a tus sufrimientos.

TE IMAGINAS MIL FUTUROS POSIBLES, SEGURO DE QUE, AL REPRESENTÁRTELOS, LOS CONJURAS. LAS COSAS NUNCA SUCEDEN COMO LAS IMAGINAMOS. EL MERO HECHO DE PENSAR ALGO LO ALEJA DE LO REAL

¿Cómo pudiste equivocarte de pasarela después de entregar tu tarjeta de embarque? Has oído de gente que se equivoca de autobús. Nadie se confunde de avión. El avión es un alegre ataúd blanco. Vuela a un país desconocido sin permitirte escapar. Doce horas más tarde estarás en una tierra a la que nunca quisiste ir, un lugar donde nadie te espera. Mientras tanto, tu vida te abandona en otro aeropuerto, donde sí te esperaban, donde un futuro sí te estaba prometido. Y tú, sentenciado sin juicio a esta prisión con fronteras al absurdo, intentas sin éxito comunicarte con azafatas de crueles ojos rasgados. No comprenden. El mensaje en inglés es para ellas un lenguaje cifrado salido de un inexpugnable oráculo magnético. Saben decir tea o coffee. Y tú ni siquiera eso. Hablas el mismo idioma que quinientos millones de personas en todo el mundo, pero ahora no te sirve de nada, ni de consuelo. No recuerdas si alguna vez oíste el nombre del país de tu destino. Quizá en un sueño. Sólo sabes que te equivocaste de avión. No llevas tarjeta Visa. Ya no sirve tu billete de retorno. Nunca has oído de nadie al que le haya ocurrido. Buscas un compatriota entre los pasajeros, alguien que pueda comprenderte, una clave de lo que te espera. Tan sólo hay caras inmóviles de brillos dorados. ¿Qué será del resto de tu vida?

Te levantas y recorres nervioso los pasillos. Señales luminosas te confinan de nuevo a tu asiento.

Las turbulencias que sacuden el aparato no son nada comparadas con las que confunden tu cerebro. Te pones a gritar y la azafata trae un whisky, sin perder en ningún momento la compostura. No es el primer ataque de histeria que ve. A ti nunca te gustaron los aviones. Contemplas aterrorizado la progresión en el mapamundi de tu vuelo sin escalas. ¿Cómo vas a volver? Jane te esperaba en el aeropuerto con los papeles y el dinero. Piensas en el pequeño ser que nada en su vientre. Te preguntas si él tampoco puede escapar de su prisión, si como tú ignora su destino. Vuestra vida iba a cambiar; por eso os lo habíais jugado todo, porque creíais que en la vida venden billetes de ida y vuelta. ¿Y ahora qué? Esperas que haya un Consulado. Un lugar desde donde regresar. Aunque hay lugares de los que no se regresa.

Reflexionas. Este avión ni siquiera estaba anunciado en los paneles; un nombre tan exótico te habría llamado la atención. Pudo ser una escala técnica con los mismos pasajeros que salen a estirar las piernas y vuelven a subir al mismo avión un cigarrillo después. Te viene a la mente el antiguo ocupante de tu asiento, tan perdido en Madrid como tú lo estás en el aire. No podrá entrar en el país sin visado y tú, que ni siquiera llevas pasaporte, no sabes si irás muy lejos con el carné de identidad de un pequeño país, en el que hace mucho que el sol sí se pone. Es verdad que corriste como un loco para coger el avión cuando el altavoz anunció tu nombre como el último pasajero díscolo, la oveja negra retardataria. ¿Será éste el castigo que las líneas aéreas imponen a los usuarios desobedientes? La próxima vez estarás tres horas antes en el aeropuerto. ¿Y si no hay próxima vez? Si no te dejan entrar en el país, acamparás en el aeropuerto. Solo. Sin dólares: el único lenguaje comprendido en todo el mundo.

Sacudes a la azafata y dos auxiliares de vuelo te reducen con un directo al estómago. ¿Será esto una pesadilla a causa del whisky? Tratas de hablar inglés con tu acompañante, un hombre de barba gris con tanto aspecto de hombre de negocios que es imposible que lo sea. Su inglés debe de estar reducido a los términos de Bolsa. La palabra "socorro" no forma parte de su vocabulario.

Hay una señora gorda con aspecto de madre. Pero no emite más que ladridos guturales, aunque sus ojos estén llenos de esas buenas intenciones que aparentan los que no las tienen.

Te imaginas mil futuros posibles, seguro de que, al representártelos, los conjuras. Las cosas nunca suceden como las imaginamos. El mero hecho de pensar algo lo aleja de lo real, lo aprisiona en el mundo de los sueños. Así que haces un esfuerzo: te imaginas muerto de hambre en la sala de espera de un aeropuerto desconocido, tu última mirada presa del inclemente girar de un ventilador grasiento que cuelga del techo, no para alejar el calor, sino para realzarlo. O en la cárcel, acusado de volar sin billete, de no tener papeles, de ser un espía. Emiten tu foto en televisión a la hora de mayor audiencia, y los que una vez fueron tus amigos se ganan la vida compareciendo en programas lacrimógenos recordando lo que eras, lo que fuiste. Lo conjuras para que no suceda, aunque te sepas perdido: la realidad tiene más imaginación que tú.

Imposible buscar ayuda, imposible hacerte comprender, imposible escapar. Sólo te queda dormir y reservar tus fuerzas para la lucha al otro lado de este túnel de viento donde te espera el resto de tu vida.

Te duermes y sueñas que la vida es un viaje para el que venden billetes de ida y vuelta.

Cuando despiertas, hay un tornado de voces confusas y ruidos de radio. Por un momento crees que estás aterrizando en casa. Cierras los ojos. Como una promesa tenebrosa, las luces de la ciudad, cuyo nombre desconoces, tiemblan de miedo mientras el avión se abate sobre ellas. Has llegado a tu destino.

EDUARDO ESTRADA

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