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las buenas compañías
Columna
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UNA MUJER

El tópico de que detrás de todo gran hombre hay una mujer nunca ha tenido una variante más misteriosa que en Shakespeare. Lo que se conoce del escritor, que es poco, apunta a que siendo un muchacho de 18 se casó con una analfabeta de su pueblo ocho años mayor que él y embarazada. Tuvieron tres hijos, el único varón murió de niño, y, mientras escribía y representaba las obras que sabemos, el marido habría llevado en Londres la vida de un rodríguez a tiempo completo. De repente, y sin que tampoco se sepa el porqué, el mayor dramaturgo de todos los tiempos dejó la escena, la bohemia, la capital del reino, y volvió a la casa familiar de Stratford, donde, sin separarse nunca más de la analfabeta ni escribir una línea, murió quizá un día antes de cumplir los 52.

Para desmentir otro tópico no menos arraigado, el que sostiene que los peores enemigos de las mujeres son las mujeres, una mujer llamada Germaine Greer ha pasado años de estudio para escribir un libro fascinante sobre la mujer que había detrás de Shakespeare, Anne Hathaway. A Greer se la conoce desde que publicó su alegato feminista La mujer eunuco, y lleva más de tres décadas siendo patrona de los imposibles; se ocupó del obstáculo que hizo que no hubiera más mujeres pintoras de renombre, o del por qué también a las damas de edad les pueden gustar los jóvenes, en contra del tercer tópico de este artículo, el de que sólo los maduros se enamoran de sus secretarias. La esposa de Shakespeare, el nuevo libro de Greer, tiene algo de novela de investigación, pero no se contenta con darnos de Anne una imagen menos iletrada y más consistente. Ahora marido y mujer están igualados en el enigma, aunque seguimos sin saber qué esconde esa cláusula del testamento en que Shakespeare le deja a su esposa "su segunda mejor cama".

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