_
_
_
_
EXTRAVÍOS
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Suspense

"De hecho, mi joven amigo" -le comenta el marqués d'Armand, embajador francés en Génova, una ciudad muy próxima a la isla de Elba, donde, en 1814, seguía recluido Napoleón, al británico Cosmo Latham, hijo de un viejo amigo y protector, que merodeaba en ese momento por allí-, "hasta donde puedo juzgar, un suspense inquietante sobrevuela toda cuenca del Mediterráneo. El destino de las naciones todavía está suspendido en la balanza". Este párrafo pertenece a la que fue la última e inacabada novela de Joseph Conrad (Berdcyczów, Polonia, 1857-Londres, 1924), que acaba de ser traducida al castellano con el título Suspense (Funambulista). Páginas después, es el mismo joven Latham, quien, desde la propia Génova, en carta a su familia, hace alusión al "estado de suspense en el que viven aquí todas las clases, de las más altas a las más bajas, sobre lo que puede ocurrir". Si todo estaba en el aire en ese agitado periodo, no lo era sólo porque se estuviera negociando el nuevo mapa de Europa tras el formidable revuelo levantado por Bonaparte que, por otra parte, dio un nuevo susto tras su efímera reconquista del poder, sino también porque, tras la Revolución Francesa, el mundo comprendió que ya nunca nada podría ser fraguado de manera estable. De manera que el suspense se ha convertido casi en la forma de ser del hombre contemporáneo.

Aunque el término castellano "suspense" procede etimológicamente del verbo latino "suspendo", que significa "colgar", pero también, como apunta Covarrubias, "pararse" o "quedar perplejo", entre otras acepciones, hoy este estado crítico se ha convertido, se mire por donde se mire, en nuestro destino. Es genuinamente revolucionaria la suspensión del orden constituido y, por tanto, cuando acaece, de todo orden posible, lo cual no sólo inestabiliza los regímenes políticos, sino la vida misma, que también queda en un permanente estado de precariedad. Tal es así que nos parece aburrida una existencia sin "intriga", sin los recovecos de misterios acechantes, que nos aportan nuevos e incontrolados cambios.

El interés de esta postrera e inacabada novela de Conrad es su pretensión de analizar el destino del hombre contemporáneo en medio de esta indeclinable inestabilidad, ya explorada por Stendhal en sus dos grandes novelas, La cartuja de Parma y Rojo y negro, donde los acontecimientos históricos son abordados desde la perspectiva de dos jóvenes marcados por la ansiedad y el desafío. Naturalmente, Conrad aporta el sello de su personal experiencia, que no se privó de ninguna aventura, incluida la radical de escribir sobre el trágico y heroico acto de aventurarse. Por de pronto, todos los personajes de Suspense son trasterrados o exiliados, volcados a conjurar, no siempre con fortuna, los inesperados peligros que la movediza realidad les va presentando. No en balde para sobrevivir hay que sortear las vicisitudes que se presentan, aunque ya no se sepa bien lo que significa tener buena o mala suerte, siendo todo tan relativo. Es el suspenso del suspense.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_