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Reportaje:'sticky fingers' | el tiovivo

11-S, censura y autocensura

La onda expansiva del 11-S pegó en el mundo de la música con una energía inesperada, más bien ridícula. Todavía no terminaban de derrumbarse las torres gemelas en Nueva York, en el año 2001, cuando The Strokes, ese grupo de canallas artificiales, ya había amputado el tema New York Cops (Policías de Nueva York), a su nuevo disco. La causa de esta precipitada y bochornosa autocensura fue el estribillo de la canción, donde se dice que los policías de esa ciudad "no son demasiado listos"; más esta confusa parrafada: "me voy (de Nueva York), la cosa no funciona, todos se comportan como romanos pero se visten como turcos".

En este párrafo truculento, como podrá usted apreciar, cuesta ver a Bin Laden, y tampoco es fácil ver alguna otra cosa y, si me apuran, encontrarle algún sentido. También Dave Matthews, acicateado por un torvo sentido de la responsabilidad, corrió a autocensurarse, cambió el nombre de su nueva canción Speed kills (La velocidad mata) por el anodino sucedáneo The people that we love (La gente que amamos).

Estas medidas, hechas exclusivamente a título personal, tuvieron un curioso efecto sobre el órgano gubernamental que ejecuta la censura en Estados Unidos: ante semejantes gestos de estupenda voluntad, no tuvo más remedio que sumarse a la cruzada y emitir, unos días después, una lista de 150 canciones, de "letra cuestionable", cuya difusión pública, en radios, televisiones y bailongos, quedaba estrictamente prohibida. La lista es una gema de la arbitrariedad, pero también espeluzna lo ingenuo que puede ser un gobierno cuando pretende defender la integridad psíquica de sus ciudadanos. Con el ánimo de dibujar un perfil aproximado de esta cruzada por la salud mental, citaré unos cuantos títulos prohibidos: Head like a hole (Cabeza hueca, o huera, o como un agujero), de Nine Inch Nails. Hit me with your best shot (Pégame con tu mejor tiro), de la inocente Pat Benatar. High way to hell (Autopista al infierno), de AC/DC. Great balls of fire (Grandes bolas de fuego), de Jerry Lee Lewis. Boom (onomatopeya que no requiere traducción), de la banda californiana P.O.D. War pigs (Cerdos de guerra), de Black Sabbath, y todas la obra de Rage Against the Machine, un grupo que el censor, por lo visto, tenía atorado.

De esta lista, y casi que de la censura en general, asombran, para empezar, dos cosas: al prohibir estas canciones ¿de qué, exactamente, buscaban proteger a los ciudadanos? ¿Qué tendría esta gente en la cabeza que intuía, en una simple canción, tantos fantasmas?

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