Anderson
Pamela Anderson estrenará en agosto, en Estados Unidos, una miniserie documental de ocho capítulos sobre su vida cotidiana. Es posible que sea un éxito. Sus idas y venidas sentimentales son seguidas al microscopio desde los años de vigilante de la playa. Pero incluso admitiendo el respaldo de la audiencia, cabe preguntarse si vale la pena ver la vida cotidiana de Pamela, porque lo más probable es que la falsifique, no para ocultar ningún escándalo, sino para evitar que se vea el lado rutinario, mediocre, que tiene cualquier vida.
Para introducir alicientes extra a su programa, se ha internado tres días en el Gran Hermano norteamericano, un programa que hace 10 años debutó, recuerdan, sosteniendo que se trataba de hacer sociología de las conductas cotidianas. Al cabo de esos 10 años, a nadie se le ocurre ya argumentarlo y es tan poca la esperanza de que las andanzas domésticas de los concursantes tengan el mínimo morbo que la producción se inventa pruebas. Los castings son cada vez más importantes, para seleccionar bien una variedad de géneros y especies que den espectáculo generando rabietas, conflictos... Un intento atrevido, una serie a base de contar la vida diaria de un personaje, fue el de MTV con Ozzy Osbourne. El buenazo de Ozzy presentaba un currículo suficiente. Los tribunales le salvaron de una acusación de inducir al suicidio con sus canciones, intentó estrangular a su mujer con quien se reconcilió... Pues bien, a pesar de la singularidad del protagonista, la serie se hizo larguísima porque el espectador está acostumbrado a los clímax y es difícil que una vida los dé cada 24 horas. Si eso pasó con Osbourne, ¿qué puede ocurrir con Anderson?
Otrosí. Fenómeno veraniego. Un partido de entrenamiento del Barça en Escocia lo ofrecieron tres cadenas en un día. BarçaTV, en directo. TV-3, en diferido, por la tarde. Y TVE, en diferido, por la noche. ¿Quién da más?
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