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Crónica:TOUR 2008 | 18ª etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

La cara de la derrota

Cunego, a 20 minutos del ganador por una caída, y Barredo pierde su sueño en el 'sprint'

Eleonora Giovio

"Éste no es mi Tour". Lo dijo Carlos Barredo y lo pensó Damiano Cunego. El español estuvo escapado durante 124 kilómetros y perdió al sprint. Camino del autocar, acusó al alemán que le acompañó durante la fuga de "hacer relevos de mentira". El italiano, en cambio, ni siquiera pudo encaminarse hacia el bus fucsia y azul del Lampre. Cruzó la meta con cara de hecho polvo y se fue directo a la ambulancia con un sinfín de abrasiones y una tirita enorme que le cubría la barbilla. "Lo vi en un charco de sangre, feo y sin moverse", resumió Daniele Righi, uno de sus cuatro compañeros, que le acompañó hasta la meta sin parar de animarle.

Se había caído, y va van cuatro veces en este Tour, en el kilómetro 40. Un canalón cogido mal y a toda velocidad que le catapultó contra un muro de hormigón de dos metros de alto. "Nos asustamos, fuimos al coche para ver qué había que hacer y nos dijeron que nos quedáramos con él", comentó Righi, el primero en acercarse a Cunego. "Estás hecho una mierda ¿qué quieres hacer?", le preguntó. Y el chico de Verona, que ya no luce un pelo amarillo chillón sino una cabeza rapada, el chico fanático de Jim Morrison, el chico sin demasiado carisma que muchos califican de "ciclista de la edad de la piedra", contestó que abandonar no iba con él. "No quiero retirarme, para mí sería una derrota".

El italiano, con cinco puntos en la barbilla tras chocar contra un muro, deja el Tour
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Le medicaron, volvió a subir a la bici, se rodeó de gregarios y emprendió la marcha. Con Righi, Marzano, Mori y Tiralongo consiguió llegar a meta con un retraso de 20m 12s. "Le fuimos animando y empujando; somos un gran grupo y si Damiano dice que quiere seguir, hay que estar con él", dijo Tiralongo, siciliano de Siracusa. "El vuelo ha sido brutal, es un milagro que siga aquí", relató Cunego agradeciendo el trabajo de sus compañeros. "Hubo un momento en que vi que las cosas se estaban poniendo muy feas, temía que llegáramos fuera de control", prosiguió. Su tarde desastrosa acabó en el hospital de Saint-Etienne: primero cinco puntos en la barbilla, luego paseo por la sala de radiografías para descartar fracturas en las manos, el tórax y la mandíbula y finalmente ecografía en el bazo. Finalmente, Cunego, no podrá tomar hoy la salida.

El Tour se le atragantó desde el principio al chico de la barbilla ensangrentada. Se autoeliminó muy rápidamente de la lista de los favoritos: se cayó en la segunda etapa -"me he posicionado mal, ahora he aprendido y no volverá a ocurrir", aseguró-, repitió cinco días después -por otro error de posición, según reconoció- y abandonó definitivamente los sueños de ganar una etapa de montaña en Prato Nevoso, donde fue arrastrado por una montonera en una rotonda. Nunca dio la sensación de que pudiese luchar por algo.

El sabor de la derrota fue mucho más amargo para Carlos Barredo. Para empezar, su compañero de fuga, el alemán Marcus Burghardt, melena rubia y mirada de pillo, le sacaba tres cabezas. Demasiado rápido. Demasiado potente para él, tan menudito. Recurrió entonces a la estrategia del ratón Jerry, de Tom y Jerry: astucia en lugar de fuerza. Cada vez que el alemán se despistaba -cerrando la cremallera de su maillot, arreglándose las zapatillas o mirando hacia atrás- Barredo lanzaba el ataque. "Ha sido muy duro; en los últimos 60 kilómetros Burghardt iba haciendo relevos de mentira", se quejó el de Quick Step. "Es el colofón perfecto a mi Tour: peor no habrían podido irme las cosas. He pasado momentos muy malos, mi padre tuvo un problema en la arteria aorta mes y medio antes de que empezara la ronda francesa, y volvió a enfermar pocos días antes de que yo saliera hacia Brest", se lamentó. Pactar con Burghardt era tarea imposible, ganar al sprint también; por eso Barredo intentó descolgarle antes de la meta. "En los últimos 10 kilómetros me decía que no me daría más relevos, que tenía que ser yo quien llevara el peso de la carrera porque era más rápido en el sprint. Me alegro de que tuviera razón", apuntó el ganador.

Burghardt celebra el triunfo, por delante de Barredo.
Burghardt celebra el triunfo, por delante de Barredo.REUTERS

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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