"En el 83 vimos que el caballo se podía domar"
Hace 25 años, cuando José Miguel Echávarri decidió llevar al Reynolds a la grande boucle, el Tour no existía en España. Era una carrera temida, un matahombres que, por no tener, no tenía ni repercusión mediática: ni siquiera TVE, la única televisión entonces, lo daba en directo. Pero en aquel 1983 todo empezó a cambiar. Perico Delgado, un jovencísimo debutante, se ganó la admiración de los franceses, primero, y de los españoles, después, con su actuación en los Pirineos. El Loco del Peyresourde le bautizaron por su forma de bajar el puerto pirenaico. Pocos días después, su compañero más veterano, pero también debutante en Francia, Ángel Arroyo, ganó la cronoescalada del Puy de Dôme, la misma que un par de décadas antes le había dado el Tour a Bahamontes, lo que le permitió terminar segundo en la general, tras la revelación, Laurent Fignon. Se plantó entonces una semilla que creció a una velocidad deslumbrante. Cinco años después, hace ya 20, en 1988, Perico ganó el Tour, el primer gran triunfo del deporte español en la democracia. Se desató en España la pericomanía, un movimiento popular que, ríanse ustedes de la nadalmanía o de la gasolmanía, nada tenía que ver con promociones mediáticas ni campañas de marketing. Si hasta el Congreso aplazó una sesión para que los diputados no se perdieran la etapa del Tour... Pocos días antes de comenzar el Tour de 2008, Perico y Arroyo se sentaron delante de un vino en un bar de Segovia para recordar aquellos tiempos.
Arroyo: "Llegamos a la salida los últimos y nos dijeron que la carrera ya iba lanzada"
Delgado: "Vi a un ruso y pensé que así con la cabeza sobre la rueda cogería más inercia"
Delgado: "No tenía pulsómetro. Empezaba a mi ritmo e iba cogiendo cadáveres"
Arroyo: "Van Poppel subió el Tourmalet cogido a un Peugeot y ganó una etapa"
Arroyo: "Anquetil, siguiéndome, decía: 'Éste no puede hacer nada, va de turista"
Delgado: "En España me sentí un poco manipulado por los políticos"
La opinión de Perico, en el Especial Tour'08 |
Delgado. El Tour que conocimos nosotros en nuestros primeros años era una carrera muy pobre. La infraestructura y todo eso... No tiene nada que ver con lo que es ahora.
Arroyo. Yo, sin embargo, no lo recuerdo así. Era una carrera mucho mejor que las que disputábamos en España.
D. Donde sí hay diferencia es en la lucha que hay ahora por ir. Entonces, nadie quería ir.
A. Eso se fraguó en el 82 antes de correr la Vuelta. Estábamos concentrados en Candanchú, llegó el amigo Chico Pérez [veterano periodista] y nos dijo que por qué no íbamos a correr el Tour. Yo estaba encantado y con ganas de correrlo. Además, las primeras etapas transcurrían por pavés [adoquines]...
D. Los equipos que iban antes a disputarlo, como el Teka, nos decían: "Pero ¿adónde vais si allí no tenéis nada que ganar, todo que perder, es un matahombres, es una locura...?". En ese primer Tour recuerdo que donde peor lo pasamos fue en las salidas de las primeras etapas...
A.Nos presentábamos los dos en la salida, los últimos, con los portugueses, típico de nuestra puntualidad..., y nos decían que ya teníamos que salir, que la carrera estaba lanzada. Y, efectivamente, tomamos una curva y veíamos a los últimos corredores del pelotón al fondo cuando arrancaban dos tíos por delante con mala leche. Entonces, sin palabras, nos mirábamos el uno al otro y comenzábamos a dar relevos a muerte hasta que, tras un buen sofocón, lográbamos enlazar. Cuando, de pronto, ¡pasábamos por el kilómetro 0! Y de nuevo otro latigazo... Cuando la cosa estaba un poco más calmada, nos dejábamos caer por la cola, entre los coches, para darnos un respiro, pero no había manera. Todos quería ir delante e incluso se subían a las cunetas para avanzar posiciones gritando. Nadie se paraba. Era una locura. Los colombianos iban acojonados...
D. ¡Como nosotros!
A. Aquella primera hora de Tour de Francia fue horrorosa.
D. Tú eras más corredor, eras más jefe. De hecho, ya habías hecho la Paris-Roubaix. Yo, en cambio, iba allí más a aprender. Mi ilusión era acabar el día a día.
A. Yo nunca me corté. Siempre fui a gusto.
D. Eras muy agresivo porque en la etapa del pavés entraste en el velódromo en el grupo principal...
A. Iba el último. Pero fui remontando. Cuando entré en el pavés, empecé a ver caídas, bicicletas volando. Salía al tramo bueno y seguía. Y, cuando me di cuenta, ya estaba delante. Me gustó aquello. Llegando a Roubaix, iba con dos escapados y les ataqué. Se vino Dominique Arnaud conmigo y fue dentro del velódromo cuando nos cogió el grupo principal con Vanderaerden, que estaba disputando el sprint. Hubo una montonera y me metí un castañazo... Aparecí en la mitad del campo de fútbol y no me digas cómo llegué allí. Hay una foto donde se me ve con sangre por todos los lados. Me pegué un buen chepazo. De hecho, en las etapas siguientes lo pasé fatal y estuve a punto de no acabar el Tour. Había un suizo, Demièrre, que me lo hizo pasar fatal, ya que pegaba unos latigazos en el pelotón violentísimos y yo no me podía poner de pie. ¡Lo pasé fatal!
D. Sí, pero tú porque tenías excusa... Yo, que no tenía herida ni nada... Se lanzaba en la cabeza, pero luego venía la onda expansiva al resto del pelotón que nos ponía en fila de a uno y esprintábamos para no perder rueda. Nos íbamos avisando ¡Que viene el látigo! ¡Prepárate! Ahora todo el mundo conoce el Tour. Nosotros, ni vídeos ni nada. Nosotros hicimos sólo la etapa de los Pirineos...
A. Recuerdo que el día antes terminamos en Pau. Nos alojamos en un hotelillo y compartía habitación con Carlos Hernández y Anastasio Greciano. Hacía un calor terrible. Hernández se fue a la sauna y Greciano puso el colchón en el suelo, abrió el grifo de la bañera y al día siguiente se levantó con el colchón empapado de agua. Yo fui el único que aguantó en la cama. Como conocía la etapa, en el Aubisque comencé a subir desde atrás, pero luego iba remontando. Era mi forma de correr. No tenía pulsómetro, pero lo aplicaba. Empezaba con mi ritmo e iba cogiendo cadáveres.
D. Recuerdo que en aquella llegada nos metieron en una residencia o colegio de estudiantes de verano. Todos los equipos, en las mismas circunstancias: el auxiliar te ponía una manta con un papel celofán donde estaba el nombre de tu equipo. Nos metíamos en literas separados un equipo de otro...
A. Y la comida como en el ejército: unas bandejitas con macarrones.
D. Cuando hice segundo en la etapa de Bagnères de Luchon, aparecieron cinco o seis periodistas españoles a los que ni había visto y me molesté. Las crónicas que te comentaban desde casa decían: "Como estaba previsto, a los españoles ni se les ha visto". En la famosa bajada del Peyresourde, iba persiguiendo a Robert Millar y veía cómo le iba recortando terreno. El último tramo de la bajada del puerto no es de gran habilidad, hay muchas rectas y, aunque físicamente iba bien, la bicicleta no corría, ya que llevábamos siete coronas. Me faltaba desarrollo...
A. Sí, sí recuerdo que los demás llevaban ocho coronas y la corona con menos dientes que llevábamos era de 13...
D. Es que veníamos de la España pobre. Yo recordaba a un ruso que ponía la cabeza encima de las ruedas y pensé que así cogería más inercia. Y, como estaba al lado la cámara de TV, los comentaristas se escandalizaban: "Oooh! Que-est-que c'est! Le fou des Pyrenées!". Luego me preguntaron si esa posición era mía y dije que no, que se la había visto a un ruso en el Tour del Porvenir del 79.
A. Y, tras esa etapa, te pusiste segundo...
D. No. Fue en la etapa de Alpe d'Huez donde me quedé segundo de la general. Pero al día siguiente, camino de Morzine, me dio "el tío del mazo". Recuerdo que la carrera estaba superbien. Le dije a Manu Arrieta, el auxiliar: "Oye, ha sido tomar esto y me he puesto fatal". Eran una especie de batidos que trajimos de España. No teníamos nevera y caducaron... Me pilló un corte de digestión. ¡Es que me quedé en el llano del Arvis, ni siquiera subiendo! Fue una pena porque, físicamente, estaba muy bien. Tú ibas escapado y dejamos en bandeja la carrera a Fignon...
A. Sí, pero yo ya estaba muy lejos en la general. Cuando llegamos al Joux Plane, les metí el viaje antes de llegar a la parte más dura, pero me aguantaron todos. Pegué otro acelerón y se quedó Fignon. Seguí para adelante con Van Impe. Yo iba muy fuerte. Van Impe me decía que faltaba mucho, que no fuera tan fuerte. Antes de llegar a la cima, había un descansillo. Y, como Van Impe no hacía nada más que darme la lata, puse el plato, le metí cuneta y le dejé. El final del puerto era durísimo y vino José Miguel, que iba con Mendiburu en el coche, y me dijo que aún quedaba un tramo duro, que regulara. Le di un golpe en el coche y le dije que me dejara en paz con mi esfuerzo, que ya había tenido bastante con Van Impe. Pero, al final, no pude cazar a los que iban escapados.
D. Yo estaba ya agotado. Pero fue a partir de las etapas de los Pirineos cuando empezó el desembarco de los periodistas españoles y fue cuando se empezó a seguir las etapas en España...
A. No, fue a partir del Puy de Dôme, macho... Allí me pusieron a mí como un flan...
D. Sí, aquella etapa fue especial. ¡En la contrarreloj hicimos primero y segundo!
A. Recuerdo que subimos con un 22. Empecé muy tranquilo. Venía Jacques Anquetil siguiéndome y decía: "Éste no puede hacer nada, va de turista". Pero luego empecé a remontar y recuerdo que en la cámara fija del último kilómetro había una nube de mosquitos. Iba con la boca abierta y con los ojos cerrados porque parecía que así dolían menos las piernas. Cuando faltaban 600 metros, parecía que no acababa la subida, pero, al final, llegué con mucha fuerza y gané.
D. Lo que recuerdo de esa contrarreloj y de alguna otra etapa de montaña es ir buscando la sombra de los árboles. Fue un Tour de muchísimo calor.
A. Hombre, hacía calor, pero no como ahora, no tiene nada que ver.
D. He corrido muchos Tours. Cierto que las experiencias cuentan y si son las primeras todavía te parecen más duras que otras, pero yo recuerdo un Tour de muchísimo calor, todos los días, todo el Tour...
A. Sí, sí, el alquitrán era como barro, estaba medio deshecho.
D. El 88 fue menos caluroso.
A. Yo en el 88 no andaba mal, pero tampoco andaba como quería. Fuimos un poco asustados hasta la etapa del Alpe d'Huez. En la Madeleine quise tensar la carrera y tú no me dejabas porque querías esperar a Miguel [Indurain], que venía por detrás. Cuando enlazó, Miguel puso una marcha cojonuda y bajó la Madeleine a tope. Recuerdo que llevaba cubiertas porque, por su estatura y peso, se le podían salir los tubulares. Y llegamos al Glandon. Omar Hernández puso una marcheta impresionante que redujo el grupo. Y un poco más tarde arrancaste con un colombiano de éstos y preparaste una que para qué... hasta el final. Yo me quedé un poquito y fui cogiendo cadáveres...
D. Siempre digo que ataqué más pronto de lo que planeamos. Los colombianos eran unos comparsas, como nosotros. Y, de pronto, con Lucho Herrera y todo su equipo, el Café de Colombia, que estaba supermentalizado, en la bajada y en el llano, empezaron a tirar y a tirar y a rebajar la diferencia. Del minuto y medio que teníamos, comenzamos Alpe d'Huez con apenas medio minuto de diferencia. Si no hubieran tomado la iniciativa, allí no habría tirado nadie y habríamos reventado la carrera. Luego, afortunadamente, todo salió bien, pero...
A. Yo, desde atrás, iba como un tiro. Fui remontando poco a poco y entré no con vosotros, pero sí el 10 o el 12. Y parecía que andaba bien. Pero en las siguientes etapas ya perdía esas buenas sensaciones. Notaba que a partir de 15 etapas no recuperaba bien.
D. Hombre, pero, normalmente, eso es síntoma de enfermedad. Tienes un día bueno y luego no recuperas. Pero para mí siempre has tenido una cosa buena: cuando eras bueno, era porque eras bueno y, cuando tenías problemas como éstos, siempre te animabas y decías: "Vamos a echar unas avispillas, vamos a animar esto". O sea, una actitud del estilo de: "No puedo con mi alma, pero, si vamos a 30 y puedo ir a 32, ataco".
A. De aquel Tour recuerdo la etapa reina de los Pirineos, la del Tourmalet. Y dije: "Hoy, de salida ataco". Me metí en una escapada. Iba con el colombiano Cabrera, Millar, Caritoux y alguno más. Subimos el col de Menté y en el Aspin empecé otra vez para atrás... Me pasaba hasta el apuntador. ¡Qué mal lo pasé! Y cuando llegué al Tourmalet, donde estaba el avituallamiento, me bajé porque era insoportable continuar en aquellas condiciones, salvo que hubiera hecho lo que hacía otros, claro. Empecé a subir en coche y no me lo creía. La gente agarrada a los coches... ¿Cómo era aquel tío que ganaba los sprints?
D. ¿Van Poppel?
A. ¡Sí, sí! Ése subía cogido a un coche y al día siguiente ganó la etapa. A mí me lo contaban a veces y no me lo creía, ¡pero era verdad! Uno se agarraba a un lado, otro a otro... Los coches aguantaban porque eran Peugeot. ¡Era vergonzoso! Y así acabé el Tour y mi carrera deportiva.
D. Y luego llegó lo del falso positivo de Burdeos. Me llegaron a decir que había mucha presión para que abandonara el Tour, que yo cómo lo veía. Yo les dije que no iba a abandonar el Tour. Que me echaran si querían, que tenía la conciencia tranquila. Yo quería seguir en carrera porque me sentía ganador. Pero para mí fue un revulsivo muy importante la reacción del público francés cuando al día siguiente salimos cerca de Burdeos para ir a Limoges. Porque al final yo era un extranjero y tenía un poco de miedo a la reacción de la gente por todo el revuelo que se había montado con la prensa... Sin embargo, en la salida, llegué un poco escondido para pasar inadvertido y fue una grata sorpresa oír que todo el mundo me gritaba: "Allez, allez, Perico! Que vas a ganar el Tour, ¡ánimo, campeón!". Ese momento para mí fue decisivo para continuar. Y, entre el pelotón, lo normal fueron los signos de solidaridad. Aunque había otros que decían que ante la duda debía abandonar. Yo me sentía bien físicamente y estaba muy centrado.
A. Yo pude ver cómo vivía la gente en España el Tour del 87, en el que hiciste segundo. Lo vivió intensamente. La verdad es que hasta que te vi hacer segundo yo no sabía lo que representaba el Tour para el aficionado, que un español estuviera luchando por la victoria.
D. Creo que en el 83 y el 84 el fenómeno del Tour en España todavía no había calado en la gente. Fue a partir de entonces cuando comenzó a coger más popularidad y a crecer. Y yo me beneficié de lo que habíais hecho tanto tú como otros corredores. Era la referencia. Aunque cuando llegas a España te sientes un poco manipulado por los políticos, foto aquí, allí... Hacemos una con todos y ya está.
A. Cuando corría un criterium en España y me daban la mitad de lo que me daban fuera, me daban ganas de no correr porque te valoraban más fuera de tu país que en tu propio país.
D. Del primer Tour al 88 fueron pocos años, pero el cambio de mentalidad fue total. Del primer Tour sacas la conclusión que es una carrera que puedes ganar. Es un matahombres, un caballo desbocado que se puede domar.
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