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Crítica:PURO TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cheek by Jowl, el río que nos lleva

Marcos Ordóñez

Si quieren zambullirse en Shakespeare, sean actores o espectadores, la mejor piscina posible es la compañía inglesa Cheek by Jowl, que este verano refresca España con la radical Troilo y Cresida y el carnaval demente de Noche de Reyes. Todo es equívoco en Noche de Reyes desde su título mismo: la obra no transcurre durante la Epifanía sino que le fue encargada al Bardo para conmemorarla. A primera vista, el núcleo central de la comedia diríase el triángulo formado por Viola, el duque Orsino y la condesa Olivia: el motivo de la muchacha travestida que es deseada por un hombre y una mujer es similar al de Rosalina, Orlando y Febe en Como gustéis, pero alcanza aquí muy superiores cotas de ambigüedad sexual. Resumen de bolsillo: Viola, disfrazada de paje y bajo el nombre de Cesario, se enamora de Orsino, que a su vez quiere conseguir a la desdeñosa Olivia y le utiliza como mensajero. A la media hora de función, Olivia cae rendida por la indiferencia de Cesario, y Orsino tampoco parece inmune a sus efébicos encantos. De repente brota una pasión todavía más turbulenta por inusitada: el puritano y engreído Malvolio, mayordomo de Olivia, recibe una falsa carta de su ama y se transforma en un grandioso loco de amor, como Angelo en Medida por medida o Bottom de El sueño de una noche de verano. La burla ha sido urdida por la doncella María (con ayuda de sir Toby Belch, tío de la condesa, el bufón Feste y el bobalicón sir Andrew) para vengarse de su trato desabrido, pero cuando encierran a Malvolio en un cuarto oscuro con una camisa de fuerza, todas nuestras simpatías giran hacia él, estrategia que Shakespeare ya había llevado a su más alto grado con Shylock en El mercader de Venecia.

No hay nada superfluo, nada que pueda distraer de la palabra y el juego actoral

Ante ese deseo irracional y violento poco pueden hacer los marivaudages de Orsino, de quien el autor pronto parece olvidarse, y las cuitas de Olivia, inicial vector romántico que, argumentalmente degradado, pasa a convertirse en objeto del típico equívoco de gemelos (Viola y Sebastián, su desaparecido hermano) que clausura la trama. Siempre que veo Noche de Reyes me pregunto si el "crecimiento" de Malvolio fue una ocurrencia tardía de Shakespeare o lo tenía así pensado desde el principio. Sea como fuere, me encantan los personajes "laterales" que de repente ocupan el centro de la escena: Don Gonzalo en La señorita de Trevélez, Pere Màrtir en La filla del mar. Malvolio, como ellos, se convierte en protagonista por una óptima razón: es el que más sufre y el que más pierde. No es extraño que muchos, empezando por el rey Carlos I, llamaran a Noche de Reyes "la farsa de Malvolio", ni que los más grandes actores británicos optaran por encarnar al turbio y a la postre quijotesco mayordomo de la condesa.

Noche de Reyes ha recalado en el María Guerrero, en Almagro, y en diversas y afortunadas capitales españolas. Está interpretada por la "compañía rusa" de Declan Donnellan, nacida al socaire del Festival Chéjov de Moscú, y compuesta por una docena de prodigiosos intérpretes (convenientemente subtitulados), que encarnan por igual los roles masculinos y femeninos, a la isabelina usanza, en la estela de aquel deslumbrante Como gustéis que el director inglés montó hará quince años, con el gran Adrian Lester como Rosalina. La escenografía y las luces corren a cargo, como siempre, de Nick Ormerod y Judith Greenwood.

No hay nada superfluo, nada que pueda distraer de la palabra y el juego actoral. La marca de la casa es una sofisticada simplicidad: Donnellan y Ormerod son los mejores discípulos de Peter Brook. La primera parte se desarrolla en una caja blanca con cuatro telas verticales negras, a guisa de columnas. Los actores visten la misma combinación de colores, como si fueran sirvientes de la corte de Nicolás II. En la segunda parte predominan el blanco y el vainilla (trajes de lino, sombreros de paja) y la luz tiene el cálido fulgor de un largo verano en Yalta. Es Shakespeare, desde luego, en su más alta musicalidad, pero también Chéjov (sir Toby y sir Andrew parecen habitar el jardín de los cerezos), y comedia del arte (el juego del escondite durante el engaño a Malvolio, el desaforado duelo, las confusiones de los hermanos), y cabaret británico de entreguerras: Igor Yasulovich interpreta a Feste, el inquietante bufón, sabio y perverso, sin sexo y sin edad, como un trasunto de Archie Rice, desgranando la desoladora The wind and the rain ("y, además, lloverá siempre") con ukelele y en clave de bossa nova. No es fácil destacar interpretaciones ante un elenco tan conjuntado, aunque se impone aplaudir el trabajo de Andrei Kuzichev en el doble papel de Viola/Cesario y, cómo no, el Malvolio de Dmitri Scherbina, que sabe ser cómico sin pisar jamás la raya de lo grotesco, y conmovedor sin patetismo, y amenazador cuando, gran idea de Donnellan, vuelve a servir champán en la fiesta de esponsales y remata la comedia con un helado "me vengaré de todos vosotros". Pese a su amargo retrogusto, Noche de Reyes suministra un rotundo baño de felicidad: dos horas y media que pasan en un suspiro, como pasa siempre la verdad escénica cuando sus líneas de fuerza están bien tensadas. Al principio hablaba de la "piscina Cheek by Jowl" pero sería más justa la imagen de un arroyo. Hay algo esencialmente líquido e inapresable en los montajes de Declan Donnellan: fluidez, transparencia y alegría de agua en constante movimiento, brincando en los rápidos, remansándose cuando el tempo lo exige, y dejando intuir siempre las oscuras profundidades que se agitan bajo la espejeante superficie. Donnellan monta en overlapping: cada nueva escena comienza cuando la anterior está a punto de acabar, como distintos afluentes entrando en un mismo río, para crear una ilusión de vidas simultáneas o identidades paralelas. Y sus actores son consumados atletas del sentimiento: nadadores de brazada precisa y aparentemente fácil, que respiran bajo el agua y desanudan los remolinos de corrientes contrarias.

Noche de Reyes. Festival de Teatro Clásico de Almagro, hoy y mañana.

Escena de <i>Noche de Reyes,</i> de William Shakespeare, representada por la compañía Cheek by Jowl.
Escena de Noche de Reyes, de William Shakespeare, representada por la compañía Cheek by Jowl.

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