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Entrevista:María Gámez Gámez | Delegada de la Junta de Andalucía en Málaga | Mujeres en vanguardia

Una vigía para la costa

Sube con agilidad los 89 escalones de piedra y siete peldaños más de una estrecha escalera de hierro. Su respiración apenas se ha alterado. El duro entrenamiento al que somete su cuerpo todos los días ha dado su fruto.

Desde la cima del faro de Punta Doncella, a 21 metros de altura, María Gámez Gámez contempla su infancia. Ella vivió aquí. Su padre Antonio era el farero de Estepona que a duras penas pudo sacar adelante a sus once hijos. Hoy, 29 años después, María Gámez regresa por vez primera al que durante cinco años fue su hogar.

Mal día. Estepona ha sustituido a Marbella en la crónica, ya tan habitual, de la corrupción municipal. El alcalde socialista, Antonio Barrientos, está en prisión. Cuatro concejales más, imputados. La retahíla de presuntos delitos se repite: cohecho, prevaricación, tráfico de influencias.

Hija de un farero, "en casa todos tenían que buscarse las habichuelas"
"Me fastidia que al final de un acto, me digan; qué monas estabas!"
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-El diccionario de la Real Academia dice que faro es "aquello que da luz a un asunto". ¿Aquí nadie alumbraba? ¿Nadie veía lo que estaba pasando?

La hija del farero es hoy delegada de la Junta de Andalucía en Málaga. Y una experta en asuntos jurídicos. Responde:

-Es difícil ver esas cuestiones. Las actitudes presuntamente punibles no están a la vista de la Junta.

María habla con precisión de jurista: "Hay que esperar a que finalice la investigación". Pero aclara que la Junta si actuó en lo que era su competencia: impugnó los convenios urbanísticos que estaban fuera de la ley.

En cualquier caso, María Gámez, de 39 años, nacida por el azar de los muchos destinos que tuvo su padre en Sanlúcar de Barrameda en 1969, no era aún la representante del Gobierno andaluz en Málaga. Ese cargo le llegó hace apenas un par de meses. Hoy ha vuelto al Faro de Estepona para recordar el camino recorrido desde que salió cuando tenía 10 años.

Emocionada, le pregunta a Antonio Sánchez, el farero actual, si puede ver la vivienda donde pasó su niñez. La sala de máquinas. El patio. El pequeño huerto. Por aquí correteaba la pequeña de los once hijos de Antonio y Carmen.

-Once eran muchos hijos y el sueldo debía ser modesto...

-Y tanto que eran muchos. Algunas veces saltaba la broma: ¿es que no teníais televisión?

Toda la familia echaba una mano para completar el magro salario. El farero vendía chatarra que sacaba del fondo del mar. La madre "hacía de canguro para los primeros guiris que había por aquí". Las hermanas mayores, "hacían camas" en los hoteles próximos. La economía era tan modesta, recuerda María, que "mi madre pedía los trajes para los bautizos en la tienda, los usaba y los devolvía al día siguiente diciendo que no le iban bien".

De los once hermanos, tres tienen estudios superiores. María, con beca, trabajo y mucha suerte. Aún se emociona al recordar su buena estrella en el colegio La Sagrada Familia, de Málaga. La madre quería que estudiara en ese centro, y como carecía de medios, habló con las monjas. Estas buscaron un benefactor, el padre de otras alumnas, que pagó religiosamente la mensualidad de María hasta que terminó el bachillerato.

-Nunca supimos quien era, porque él así lo quiso. Un día, estaba en la secretaria del colegio, sentada al lado de un señor del que solo veía sus zapatos. Cuando se fue, la monja me dijo: ese es tu bienhechor. Tengo una espina clavada y me gustaría desvelar ese misterio algún día.

-Tal vez lea esta entrevista...

A María se le iluminan los ojos verdes: "¡Ojalá!".

Todo lo demás, hasta llegar al puesto que hoy ocupa, lo conquistó María con mucho esfuerzo. Se licenció en Derecho. Pero sólo pudo asistir a clases durante el primer curso. A los 19 años comenzó a trabajar como interina en la Delegación de Agricultura.

"En mi casa la tradición era que tenías que buscarte las habichuelas, no podías quedarte mirando el techo". El resto de los cursos, los sacó con apuntes que le pasaban y mucho tesón. Sacó sobresalientes y matriculas.

De entonces a hoy, ha pasado como interina primero y desde 1996 como funcionaria por oposición por la oficina del Defensor del Pueblo y las consejerías de Asuntos Sociales, Turismo y Salud. En 2004 llega a su primer cargo político: delegada de la Consejería de Innovación en Málaga. Ese año, se afilia al PSOE en Fuengirola. "Me sentía socialista desde que tenía uso de razón y era el momento de pedir el carné". Y recuerda cómo sus padres, que procedían de un ambiente conservador, se hicieron de izquierdas "en cuanto empezaron a pasar hambre".

Con todo ese trajín, ¿cómo va la vida familiar? ¿Cómo conjuga trabajo y familia? Ese es el problema. Separada, "tras 19 años", intenta que sus dos hijos, Nina y Martín, de 10 y 8 años, entiendan el trabajo de su madre. A su hija mayor, le puso Nina por Nina Simone. Es con Camarón y Bruce Springsteen sus cantantes de cabecera.

-Intento explicarle a mi hija que las mujeres podemos hacer las mismas cosas importantes que los hombres.

Mujer en un mundo de hombres. Logran los mejores expedientes académicos, pues "tenemos más capacidad de sacrificio". Y comienzan a copar importantes cargos en la política. ¿Cambios cosméticos, como acusa el PP?

-Ese argumento me irrita de manera especial. Porque es el reproche fácil que se hace cuando se dirige a una mujer joven. Es una idea muy retrógrada.

La mayor presencia de la mujer es aún muy incompleta. Faltan en la empresa, en la investigación, en los consejos de administración. Recuerda cómo siendo delegada de Innovación entraba a reuniones en el Parque Tecnológico de Málaga donde sólo había hombres. Le fastidiaba que al final de sus intervenciones, alguien se le acercara y le dijera: "¡Te vi ayer en la tele, que mona estabas! Eso es jodido".

-¿Ha sentido algún tipo de rechazo como delegada de la Junta?

-No, pero te sientes más observada. Mientras a un hombre lo escucharías con total normalidad, la mujer sufre un plus de observación crítica.

Pero ella no parece mujer dispuesta a amilanarse. Salió de un faro hace 29 años y hoy mira desde la atalaya del Gobierno.

María Gámez Gámez, en el faro de Punta Doncella.
María Gámez Gámez, en el faro de Punta Doncella.JULIÁN ROJAS

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