Pizarro, todo un clásico
El futuro vicesecretario general ha llevado el día a día del partido en los últimos 14 años
Lo definen y se autodenomina como "un clásico del PSOE". Es la frase más repetida sobre Luis Pizarro, el todopoderoso secretario socialista de Organización desde hace 14 años. Es la persona que más tiempo ha ocupado este puesto y el encargado de gestionar y engrasar una maquinaria que cuenta con 65.055 militantes y 837 agrupaciones repartidas en los 770 municipios de Andalucía. Pizarro es la mano derecha de Manuel Chaves, en el PSOE. Es él el que lleva el día a día, el minuto a minuto de un partido que ha ganado todas las elecciones en Andalucía. Siempre al otro lado del teléfono. Y situándose al lado del líder, pero un paso atrás. Ahora, Chaves lo recompensa proponiéndolo como vicesecretario general, un galón más para alguien que podía haber sido secretario general.
"No le gustan las aventuras. Quiere ganar sin perder"
"Siempre está de acuerdo con Chaves, aunque discrepe de él"
Cuentan de él que no le gustan los protagonismos, que prefiere el trabajo de cocina, que no ambiciona nada y que es leal hasta límites insospechados con Chaves. "Siempre está de acuerdo con él, aunque discrepe", dicen.
Pizarro nació en Alcalá de los Gazules (Cádiz) hace 61 años, está casado con Elena Ruiz y tiene dos hijos. Fundó junto con el fallecido Alfonso Perales el llamado clan de Alcalá de los Gazules, un grupo que tuvo un peso decisivo en el PSOE andaluz.
En él son fundamentales sus raíces y su entorno familiar, sus escudos protectores ante la brega política diaria. Por eso, lleva 14 años yendo y viendo diariamente de Cádiz a Sevilla, porque no soporta dormir fuera de su casa. Incluso durante las negociaciones en el Congreso de la reforma del Estatuto, Pizarro cogía el AVE por la tarde para llegar a Cádiz, pese a que al día siguiente por la mañana tenía reunión de la ponencia en Madrid.
Los que han trabajado y trabajan con él lo describen como una persona muy pragmática, socarrona, intuitiva, tímido con las mujeres, que sabe escuchar y que le repele el boato. "No se le ha subido el cargo a la cabeza, sigue siendo muy sencillo, pese a que tiene mucha influencia", afirman de quien dirigió junto con Chaves la gestora del PSOE federal anterior a la llegada de Zapatero.
Como hombre de pueblo, es buen conocedor de la naturaleza humana. Eso quiere decir que no se deja impresionar ni por ninguna situación o persona. "Con los de pueblo hay que tener mucho cuidado porque se creen que los de las capitales somos tontos", dice un rival político de él. Esa condición pueblerina no le abandona en ningún momento. En la pasada legislatura, Perales y él mantuvieron una entrevista con el entonces ministro de Industria, José Montilla, sobre la situación de los astilleros de Cádiz. En algún momento de la conversación, Pizarro notó que el hoy presidente catalán no estaba entendiendo bien la gravedad del problema: "Mira, Pepe: ¿tú sabes lo que es un nido de gorriones con la boca abierta esperando un cigarrón? Pues así estamos", le explicó.
A Pizarro le atribuyen una innata capacidad de anticipación y de hacer buenos análisis de la realidad electoral, pero también le reprochan el hacer política a corto plazo buscando rentabilidad inmediata, taponando decisiones de mayor apertura. Cuando en las ejecutivas se ha planteado un giro en la estrategia del PSOE cuentan que siempre tiene a mano la última encuesta y con los boyantes datos demoscópicos cierra bocas. "Eso es porque es un clásico del partido no le gustan las aventuras y aplica la máxima de ganar sin perder", explica un compañero. "Eso es porque es un clásico de este partido, tremendamente eficaz, aunque no emociona", matiza otro.
Quizás para evitar hablar de sí mismo y de los suyos, Pizarro tiene un tema favorito de conversación: Javier Arenas. Es probablemente el dirigente del PSOE que más desconfía del popular. Lo suele comparar con los vendedores ambulantes que pasaban por Alcalá ofreciendo a precio de ganga magníficas mantas que, al primer lavado, quedaban del tamaño de un pañuelo.
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