_
_
_
_
ARTES MENORES | OPINIÓN
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La receta del éxito

Javier Sampedro

Más que un título oficial, la canción del verano es una especie de arreglo entre los cuatro perdularios que verdaderamente entienden sobre eso -sobre el nexo entre la música y la psicología de masas-, tales como el foro Moglik (www.moglik.com), el blog Cuando Calienta el Sol (http://blog.cuandocalientaelsol.net/) y el servidor de vídeos Los 40 Demenciales, cuya imagen corporativa presume de "no tener ningún tipo de relación comercial con los artistas que en él aparecen, ni ganas".

Con fuentes como éstas, la Wikipedia (la enciclopedia libre, www.wikipedia.org) ha logrado compilar un registro histórico de la canción del verano española que, provisionalmente al menos, podemos considerar el canon oficial de esta disciplina, el chabacanon si me lo permiten, una antología panorámica del éxito fácil que abarca desde mucho antes de Georgie Dann hasta nuestra era geológica (y más allá, porque augura que este verano ganará el Chikilicuatre).

Las canciones del verano componen una digna representación del mejor pop español de todas las épocas

Pero un examen cuidadoso del chabacanon revela un cuadro muy distinto del esperado. Desde que empezó el recuento en los años sesenta, las canciones del verano incluyen Borracho, Un sorbito de champagne y otras tres memorables piezas de Los Brincos, el Black is black de Los Bravos, el Cuéntame de Fórmula V, el Get on your knees de Los Canarios, la Chica yeyé de Concha Velasco, el Bailando de Alaska, la Escuela de calor de Radio Futura, La flaca de Jarabe de Palo; en fin, una muy digna representación del mejor pop español de todas las épocas. Entonces, ¿qué hay del supuesto éxito fácil?

Al ver que el primer disco de los Beatles sólo alcanzaba el puesto 17 de las listas británicas, el productor George Martin se puso a rastrear por las tiendas musicales de Tin Pan Alley en busca de una canción que les catapultara al número uno, y encontró How do you do it. A los Beatles les pareció demasiado hortera, pero Martin tenía razón: le dio la canción a Gerry & The Pacemakers, y en efecto llegó al número uno. "No era la mejor canción que había oído en mi vida", explicó después Martin, "pero tenía los elementos necesarios para tocar la fibra de un montón de gente".

El éxito fácil existe, pero está en manos de profesionales. El ya citado Georgie Dann, rey absoluto de la canción del verano desde el Casatchok de 1969 hasta La barbacoa de 1994, estudió ocho años de solfeo y armonía en el Conservatorio de París, y es un solvente clarinetista de jazz. Las canciones más populares y contagiosas del último siglo son obras de grandes músicos. ¿Quién no conoce Begin the beguine? Pues es de Cole Porter. ¿Summertime? De George Gershwin. ¿It don't mean a thing if it ain't got that swing? Duke Ellington. ¿La chica de Ipanema? Antonio Carlos Jobim. ¿Mackie el Navaja? Kurt Weill. ¿Piel canela? Bobby Capó. ¿Yesterday? Lennon y McCartney.

Una melodía no es cualquier secuencia de notas, sino una que percibimos como un todo autoconsistente. "La melodía es música a disposición pública", escribe el musicólogo Gino Stefani. "Es esa dimensión que la competencia musical común extrae (sin mucho respeto por la integridad de la fuente), apropiándosela para cantar, silbar, bailar y demás".

"Tocar la fibra de un montón de gente" no implica bajar el nivel, sino hallar el mínimo común múltiplo bajo el enjambre de los gustos dispares del personal. Las Gymnopédies y las Gnossiennes de Erik Satie seducen por igual a un melómano que a un rapero porque son casi formas abstractas, unos enunciados musicales tan simples y elegantes como una ecuación de Einstein. Las grandes canciones, las que cualquiera va silbando por la calle, comparten esas virtudes de Satie. No son recetas para el éxito, sino hallazgos sobre la percepción humana.

El Chikilicuatre sonará este verano en todos los bares de copas, salones de bodas y fiestas de pueblo: una pasta. El año que viene inspirará a una legión de imitadores dispuestos a forrarse con un mínimo de talento. Se equivocan: la canción del verano no está al alcance de cualquiera. -

Georgie Dann, presentando en 1970, junto a dos bailarinas, su canción <i>¿Quieres o no quieres?</i>
Georgie Dann, presentando en 1970, junto a dos bailarinas, su canción ¿Quieres o no quieres?EFE

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_