_
_
_
_
_
Reportaje:FIN DE SEMANA

Una ciudad como Anjelica Huston

Una belleza angulosa, personalidad y carácter. Con la herencia de Goya, la Expo del agua y los impactos de la artillería francesa en las paredes de direcciones como la calle del Palomar, 8

Zaragoza es como Anjelica Huston: hay quien la ve fea, hay quien la ve hermosa. También hay quien no lo tiene del todo claro. Lo que nadie pone en duda es que tiene carácter, mucha personalidad y un alma antigua. El diario The Independent, en un artículo sobre la ciudad, la ha calificado como "el secreto oculto de España". Secretos ocultos salen a la luz casi todos los días. El teatro romano se descubrió no hace muchos años en el centro de la ciudad y una parte sigue enterrada bajo una iglesia desacralizada donde se guarda y expone al público el Rosario de Cristal, que sólo sale una vez al año, en la procesión del día 13 de octubre. Impresiona el tamaño del teatro, excesivo para la población que se calcula que tenía Cesaraugusta. También impresionan las termas, el puerto fluvial y el Museo del Foro. La Zaragoza romana es para los zaragozanos quizá la menos conocida, pero la que aporta un pedigrí tranquilizador.

Junto a los restos de la muralla romana, el dedo alzado de César Augusto (que tiene un gemelo idéntico en la ciudad de Turín) parece una advertencia de algo. A su espalda, en una de las piedras de la muralla romana, se puede ver una inicial grabada como con un punzón, una G idéntica a la autógrafa de Goya. Sólo queda en pie una de las nueve casas en las que habitaron el pintor y su familia entre 1747 y 1783: se trata de una casa situada en el número 4 de la plaza de San Miguel, en cuyos bajos funciona un asador de pollos, frente a la torre mudéjar de la iglesia. Desde esta casa salió el joven pintor hacia Italia. Y en apenas dos minutos a pie se llega desde esta casa hasta el magnífico Museo de Zaragoza, en la plaza de los Sitios. Goya e Italia es el título de la exposición que podrá visitarse hasta el 15 de septiembre.

Cañones y piquetas

Tampoco hay que perderse el renovado Museo Camón Aznar (palacio renacentista de la calle de Espoz y Mina), los goyas de su salón dorado y las series completas de los impresionantes grabados del pintor. Cayeron decenas de palacios durante los Sitios de Zaragoza, y permanecieron en pie algunos de ellos, aquí y allá, embelleciendo un entramado urbano en el que la piqueta ha hecho tantos estragos como los cañones franceses. Hay más de treinta localizaciones de impactos de la artillería francesa en distintos lugares de la ciudad. Mi preferida es la de la casa de la calle del Palomar, 8, cuya esquina de ladrillo está triturada por los impactos. En la misma calle, en el número 35, se acaba de destapar otra fachada con impactos en su parte alta, parecidos a los de la fachada del Ebro de la basílica del Pilar. Desde el pasado 11 de junio ya no se pueden encender velas a la Virgen (ahora se echa una moneda en un gran panel eléctrico), y se echa de menos ver la vela en la mano de alguna persona que cruza la inmensa y desolada plaza del Pilar desde alguna de las tiendas de souvenirs de los alrededores. Las pinturas de Goya en el coreto y en la cúpula Regina Martyrium son dos de las mayores atracciones del interior del Pilar.

Muy cerca, decenas de turistas fotografían el paño mudéjar en la fachada norte de La Seo y luego visitan el Museo de Tapices en su interior. Al salir, el arco del Deán los conducirá a la calle de Pabostría, una de las más tranquilas y hermosas del casco histórico. He descubierto que son muchos los zaragozanos que, como yo, suben de vez en cuando al bus turístico para ver su ciudad con ojos de forastero, para renovar quizá el amor que sienten hacia su ciudad y el Ebro, cuyos puentes se llenan de curiosos que se asoman a ver las crecidas del río. Con motivo de la Expo, en el mismo meandro de Ranillas, se ha inaugurado el grandioso y espectacular parque de Luis Buñuel, tres veces mayor que el parque Grande de toda la vida. También se han recuperado más de cuarenta kilómetros de riberas, un lujo para los paseantes que no temen al cierzo y que, contrariamente al tópico de que Zaragoza vive de espaldas al Ebro, disfrutan de los puentes más viejos (el de piedra y el de hierro) y de los nuevos, como el pabellón puente de Zaha Hadid o la pasarela del voluntariado diseñada por Manterola y que el escritor Antón Castro ha rebautizado como "la paserola". Existió una pasarela peatonal de pago hasta mediados del siglo XX, y la nostalgia por dicha pasarela es quizá una de las claves por las que la de Manterola está teniendo tanto éxito. Se puede percibir una ligera vibración al cruzarla, igual que sobre la famosa pasarela de Norman Foster en Londres. Cuando el sol apriete en el meandro de Ranillas, muchos visitantes se acercarán al casco viejo, callejearán y tapearán por el mítico Tubo, donde han revivido decenas de locales en los que sofisticadas tapas han sustituido al bocadillo de calamares, y se ha reabierto el café cantante El Plata con un gran mural del pintor Pepe Cerdá; y seguirán por los alrededores de la plaza de Santa Marta, deteniéndose en el callejón de Jordán de Urriés o en el aún más estrecho callejón de Los Victorinos.

En esta zona sobreviven dos palacios del Renacimiento, el de El Justicia de Aragón en la calle de Don Juan de Aragón, y el impresionante de La Maestranza, cuya visita guiada es casi un regreso a un pasado de noblezas y riqueza que contrasta con el afán renovador de una ciudad en continua reconstrucción. Si la Exposición Hispano-Francesa de 1808 transformó las huertas de Santa Engracia en un nuevo espacio urbano, la Expo de 2008 ha hecho lo mismo con las huertas del meandro de Ranillas. Es posible que el paseante no se enamore de inmediato de esta ciudad de bellezas discontinuas, pero reconocerá que es hermosa y valiente en su afán de refundarse y refundirse constantemente.

Boletín

Las mejores recomendaciones para viajar, cada semana en tu bandeja de entrada
RECÍBELAS

» Cristina Grande es autora de la novela Naturaleza infiel (RBA, 2008).

Desde un telecabinas se puede ver el perfil de Zaragoza y el recinto de la Expo. Parte cerca de la puerta del pabellón Puente y lleva hasta la puerta de la Torre del Agua.
Desde un telecabinas se puede ver el perfil de Zaragoza y el recinto de la Expo. Parte cerca de la puerta del pabellón Puente y lleva hasta la puerta de la Torre del Agua.VICENS GIMÉNEZ

Guía

Visitas- Museo Camón Aznar (976 39 73 28). Espoz y Mina, 23- Museo de Zaragoza (976 22 21 81). Plaza de los Sitios, 6.- Museo de Tapices (976 29 12 31). Plaza de La Seo, s/n.Información Turismo de Zaragoza (www.zaragoza.es; 976 39 35 37). Expo Zaragoza (www.expozaragoza2008.es; 976 70 20 08). Turismo de Aragón (902 47 70 00; www.turismodearagon.com).

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_