Una horchata premonitoria
Hasta el día anterior a su concierto del pasado 13 de junio en Las Ventas, ante 15.000 espectadores, fue imposible dar con él. José Miguel Conejo -más conocido como Leiva, del dúo Pereza- estaba "en el campo, totalmente desconectado".
Así que le va el ambiente rural.
Mucho. Siempre que puedo me escapo a cualquier rincón de la Península. Además tengo mis lugares de retiro, casi todos descubiertos a raíz de viajes que hice siendo más joven y en plan hippy total. Han sido los más bonitos de mi vida y me permitieron conocer a fondo España, mi destino favorito.
¿Los escondrijos son secretos o...?
Para nada, son sitios que recomiendo a todo el mundo, como la playa de las Catedrales, cerca de Ribadeo (Lugo).
¿Es tan monumental como promete su nombre?
Es la más increíble que he visto: enormes rocas de formas caprichosas, acantilados de vértigo, puentes de piedra, arcadas de 30 metros... Todo lo ha esculpido el mar. Para apreciarlo hay que ir con marea baja, aunque contemplarla con pleamar en medio de la lluvia también es una maravilla; es Galicia en estado puro.
¿Cómo dio con esa maravilla?
En un viaje increíble; pasaba unos días en la playa tarifeña de Bolonia, otro portento al que voy cada año, y leí en un periódico que uno de Lugo vendía un amplificador de los setenta. Agarré el coche con un amigo y nos cruzamos España de norte a sur.
Entonces durmió en el coche.
No era la primera vez. Recuerdo que llegamos a casa del tío, un rockabilly con una colección alucinante de objetos de los sesenta y setenta. Luego encontramos la playa y esa noche dormimos en el coche delante del mar.
Aun así, habrá sitios para dormir por la zona.
Siempre que voy me alojo en una casa que alquilan en Bustapena, una aldea que está a unos 20 kilómetros, ya en Asturias, y en la que sólo hay otras cinco casas...
Todo muy tranquilo. ¿A veces no apetece algo más de vidilla?
Entonces voy a otro escondrijo: el barrio del Albaicín, en Granada. Pocos sitios en España tienen tanto color y alegría en sus calles, bares... Voy todos los años desde la primera vez que estuve; recuerdo que entonces fui muy movido por mi condición de fan de El Lute.
¿En serio es fan de El Lute?
Mucho, y resulta que vivió un año en un piso frente a la Alhambra.
¿Cómo es?
Sólo he visto el balcón con sus flores, nunca he podido entrar, pero me muero de curiosidad.
Por esa época, supongo que también iría a muchos festivales.
Festivales y conciertos: el Doctor Music en los Pirineos, el Espárrago en Granada, Los Rolling Stones en Vigo... Aunque la anécdota más bonita fue en Gandía, antes de un concierto de Amparanoia.
Cuente, cuente.
Empecé a charlar con el dueño de una horchatería, un tipo encantador al que le conté mi sueño de ser músico. Me escuchó con mucho interés y me dijo que veía algo especial en mí; ganas de comerme el mundo. Años después me lo encontré en Madrid. Era el padre de la persona que nos hizo nuestro primer contrato.
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