Esperar, esperar... y a misa

A Manuel Fraga ni se le había pasado por la cabeza ayer ver el partido de España. Sólo al ser preguntado por ello se paró un momento, hizo un gesto como si se estuviera situando mentalmente y dijo: "¿Partido? ¿De fútbol? Tal vez lo vea". Mala hora. De ocho a nueve de la noche Fraga iba a acudir a misa a su parroquia habitual en Argüelles, en Madrid.

Él va por la mañana, pero ayer el día comenzaba en Valencia. Reunión del nuevo Comité Ejecutivo Nacional a las 9.30. Fraga llegó el primero, una vez más. Esperó un buen rato hasta que llegó Rajoy.

La informalidad en el PP debe de ser de lo más irritante para el presidente fundador. En el programa ponía bien claro que las intervenciones de la mañana comenzaban a las once. Fraga estaba sentado en el escenario a menos diez. Estuvo esperando una hora, sentado, él solo. Cuando el aburrimiento acechaba, empezó a pedir lectura a quien pasaba por allí: un periódico, un folleto, lo que quisieran traerle, por favor.

Le salvó la vida un grupo numerosísimo de jubilados que se acercó a hacerse fotos con él. Todos de su quinta.

Fraga abandonó el congreso agotado. Su queja principal la compartiría cualquiera que estuviera allí: "Este es un edificio magnífico, pero las distancias son enormes, hay que andar muchísimo para ir de un sitio a otro y es muy cansado".

Antes de irse volvió a ser el que esperan los periodistas. "Dice Aguirre que ella es el verso suelto del PP", le provocan. "¡Que me lo diga a mí!", embiste. Refugiado en un ascensor, más calmado, respondía a esto otro: ¿Cree que Gallardón ha salido reforzado? "Sin duda. Como esperábamos". Quizá sea la primera vez que pueda dar esta respuesta.