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Reportaje:RUTAS URBANAS

La Venecia de Visconti

Del Lido a La Fenice, una ruta cinematográfica

Sólo fueron siete semanas. Pero durante esas siete semanas, Venecia vivió intranquila. En febrero, el Grand Hotel des Bains había ardido, presa de un cortocircuito. Estaba entonces a punto de abrir de nuevo para la temporada de primavera y verano. Pero las llamas, incontroladas durante cuatro horas, asolaron 10 habitaciones y afectaron a las plantas segunda, tercera y cuarta. El Des Bains, situado en el Lido, la franja de tierra que separa la laguna Véneta del Adriático, tuvo que cerrar.

Trabajando a marchas forzadas, la gerencia decidió abrir 70 de las 190 habitaciones el pasado 1 de abril. Además anunció que el hotel estará funcionando a pleno rendimiento en el mes de agosto, cuando comiencen a llegar los huéspedes de la Mostra, el festival de cine internacional que es orgullo de los venecianos. Cuando el Des Bains reabrió, los amantes del cine y de Venecia respiraron tranquilos. Y no sólo por lo simbólico que tiene el hotel para los organizadores de la Mostra, sino porque este edificio ha sido el centro de una saga literaria y cinematográfica que comenzó hace casi un siglo.

Hace 97 años, Thomas Mann se alojó en el Des Bains con su mujer y su hermano. El escritor alemán vivió de forma atormentada su sexualidad, algo que se descubriría tras la publicación de sus diarios personales en 1975. En Venecia se obsesionó con Wladyslaw Moes, de 11 años, que pasaba sus vacaciones en el Lido con su madre, polaca, y sus hermanas. Fue la persona que inspiró a Tadzio, el enigmático adolescente de la novela La muerte en Venecia, escrita por Mann en 1912.

Las rancias costumbres de la alta sociedad europea de principios de siglo se adaptan perfectamente al ambiente del hotel descrito por Mann. "En el comedor reinaba el solemne silencio que es el orgullo de los grandes hoteles", escribió. "Los camareros caminaban en silencio. Sólo se escuchaba el tintineo de los servicios de té y algunas frases a media voz". En 1971, el mítico director Luchino Visconti tomaría buena nota de estos matices para trasladar la acción del libro a la gran pantalla.

Muerte en Venecia, la película, se convirtió en un mito del cine de autor incluso antes de estrenarse. Críticos como Lawrence Quirk escribieron que algunos de sus fotogramas merecían "estar colgados en las paredes del Louvre o del Vaticano". Gustav von Aschenbach, protagonista de la novela, era originalmente un escritor en su ocaso, pero Visconti lo convirtió en compositor, dejando claro, a través de la banda sonora, que a quien estaba retratando era a Gustav Mahler. El actor Dirk Bogarde creó a un Von Aschenbach tan decadente como el tinte de pelo y el maquillaje que utiliza para tratar de aparecer más joven ante su amado, interpretado por Bjorn Andresen.

Desayuno continental

No todos los interiores de la película corresponden al verdadero hotel. El director trasladó a su equipo a los estudios romanos de Cinecittà, donde era más fácil recrear salones más acordes con la estética de principios de siglo. Sí son verdaderas las suites, los pasillos y algunos de los comedores. Hoy día, los visitantes pueden hospedarse en las habitaciones del Des Bains por entre 300 y 500 euros, y probar el desayuno continental en el mismo salón en que Von Aschenbach espiaba a Tadzio desde la distancia. También se mantiene la playa privada, pero las nostálgicas casetas de baño de rayas azules y blancas han sido sustituidas por una serie de chozas con techos de paja que rompen ligeramente con la estética europea del hotel.

Visconti hizo mucho por dotar a Venecia de la fama de lugar romántico por antonomasia de la que goza en buena parte del mundo. Y la ciudad le está agradecida. En 1954, el director rodó el comienzo de su largometraje Senso en La Fenice. Se trata del drama de una condesa italiana, interpretada por Alida Valli, que se enamora de un oficial austriaco y traiciona a su patria en la época de la reunificación liderada por Garibaldi. Visconti, alumno de la escuela neorrealista italiana, quiso que su escena inicial estuviera iluminada de la forma más natural posible. Prescindió de luces eléctricas y utilizó sólo velas. Los colores eran los que cualquier espectador vería sentado desde el patio de butacas.

La Fenice (literalmente, el Ave Fénix) ha hecho honor a su nombre en sus 216 años de historia. Se quemó en 1836. Renació de sus cenizas. Volvió a arder en 1996. Según la investigación judicial, la incendiaron dos electricistas por motivos no aclarados. Sólo quedó la fachada. Las obras de reconstrucción se demoraron siete años. Y en ellas, los arquitectos examinaron con lupa la película de Visconti, respetando al máximo los colores que mostraba el maestro. La Fenice abrió sus puertas en 2003. En este momento, una entrada para ver cualquier ópera desde un asiento decente oscila entre los 120 y los 180 euros.

Los amantes de la ópera tienen en Venecia un verdadero libro de historia abierto y en relieve. Richard Wagner murió en Ca Vendramin Calergi en 1883, víctima de un ataque al corazón. Había vivido sus últimos años con su mujer, Cósima, en la planta baja de este palacio construido en 1481. Allí había acabado su última ópera, Parsifal, para estrenarla en el Festival de Bayreuth en 1882. Ca Vendramin, con entrada desde el Gran Canal, es desde 1946 propiedad del Ayuntamiento de Venecia, que la ha convertido en el casino municipal. Los visitantes curiosos pueden acudir al restaurante Wagner, adornado con frescos del artista Gian Battista Crosato.

Un pequeño escritorio

Más al sur, en el mismo Gran Canal, se encuentra el Palazzo Barbaro, también conocido como Barbaro-Curtis, en honor a la familia norteamericana que lo compró en 1885. John Sargent Curtis, amante de las artes, hospedó a todo tipo de artistas en su casa veneciana. En sus salones se alojaron el pintor Claude Monet, el poeta y dramaturgo Robert Browning y el novelista Henry James, todos enamorados de Venecia. De hecho, en 1888, James acabó su novela Los papeles de Aspern en un pequeño escritorio que todavía se conserva en la planta noble del palacio. Diez años después, John Singer Sargent pintó a la familia Curtis en su lienzo Un interior en Venecia. Los padres posan sentados en el sofá del salón principal, mientras los hijos permanecen al fondo, distraídos.

Durante décadas, visitar estas dependencias ha sido un honor reservado exclusivamente a un selecto grupo de entre los 62.000 habituales de Venecia. El Barbaro es propiedad privada, dividida ahora entre diversos compradores y herederos de los Curtis. Se puede contemplar su fachada gótica desde Campo de la Carità, al otro lado del puente de la Accademia. Como sucede con tantos otros edificios emblemáticos de la ciudad, el viajero deberá conformarse con contemplar de lejos su hermosa estructura, como una parada más en alguno de los largos paseos por los vestigios de la serenísima república.

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Cómo ir- Vueling (www.vueling.com). Vuelos directos entre Madrid y Venecia por unos 150 euros, tasas incluidas.- Iberia (www.iberia.com; 902 400 500) enlaza Madrid y el aeropuerto de Marco Polo por unos 173 euros. - Ryanair (www.ryanair.com) conecta Girona y Venecia-Treviso desde 127 euros en junio.Dormir- Grand Hotel des Bains (00 39 04 15 26 59 21; www.starwoodhotels.com). Lungomare Marconi, 17. Lido. Habitación doble, 275 euros.- Venice Hotels (www.venicehotel.org). Ofertas de último minuto.Comer- All'Arco (00 39 04 15 20 56 66). San Polo, 436. Tapas venecianas en una calleja de Rialto. Unos 15 euros por persona.- La Cantina (00 39 04 15 22 82 58).Cannaregio. Tapas. Unos 15 euros.- Alla Vedova (00 39 04 15 28 53 24). Cannaregio. De 25 a 30 euros.- Al Mascaron (00 39 04 15 22 59 95). Castello. De 30 a 50 euros.Información- Turismo de Italia (915 67 06 70; www.enit.it).- Turismo de Venecia(00 39 04 15 29 87 11; www.turismovenezia.it).

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