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Reportaje:EUROCOPA 2008

Desencantada Alemania

El conjunto de Löw acaba con dos años de optimismo y recuerda su eliminación ante Austria en 1978

Fin de la luna de miel. Alemania se despertó ayer desenamorada de golpe de su selección. "Recaída a tiempos pasados", tituló el sesudo Franfurter Allgemeine para explicar la decepción que supuso perder de mala manera el jueves en Klagenfurt ante Croacia (2-1). "Demasiado malos para Croacia", atacó el Süddeutsche Zeitung a sus jugadores. Alemania rompió el hechizo que vivía desde el Mundial de 2006, a lomos de una ola de optimismo que supo insuflar en todo el país su equipo técnico, liderado entonces por Jürgen Klinsmann y, más tarde, por Joachim Löw. Bastó que llegara un adversario compacto y agresivo, forjado por cinco jugadores de la Bundesliga, para que se apreciara que, detrás de la impecable fachada, había numerosas grietas: un portero poco fiable, una defensa de humo y un medio del campo lento y poco fluido. Ayer, por primera vez, le llovieron las críticas al seleccionador, acusado por varias de sus apuestas.

Bastó que llegara un adversario agresivo, para apreciar las grietas alemanas
Volvió a ser el equipo paquidérmico de las dos últimas Eurocopas

Las más personales han sido dos: Lehmann y Metzelder. Ninguno de los dos ha participado apenas durante la temporada en sus respectivos equipos, el Arsenal y el Real Madrid, a pesar de lo cual Löw decidió partir con ellos como titulares. En su elección ha pesado primero su experiencia y después su rendimiento notable en el pasado Mundial. Löw no se ha atrevido a darle la portería al prometedor Adler (23 años), del Leverkusen, como tampoco ha creído conveniente sacrificar al central del Madrid por los galones que éste adquirió en la Copa del Mundo. La prensa alemana, no obstante, cargó ayer contra estos dos futbolistas, además de contra Jansen, el lateral izquierdo que se tragó el primer gol de Croacia. Otro reproche para Löw procede de su cambio en el descanso: introdujo a Odonkor, el extremo del Betis, que es principalmente un extremo para el contragolpe, cuando en realidad Alemania se disponía a atacar a una defensa muy cerrada.

"Caída al campo base", bromeó ayer el Süddeutsche Zeitung en alusión al lema que ha elegido la selección alemana para este campeonato: "Tour de montaña", una subida progresiva a las cumbres de la gran final de Viena. Alemania, en efecto, descendió el jueves en el tiempo y en el espacio. Y volvió a ser ese equipo paquidérmico que avergonzó a los alemanes en las dos últimas Eurocopas. La anterior, la de 1996 en Inglaterra, fue el último título de la Nationalmannschaft.

Ahora, sin embargo, aparecen las aprensiones. Y la necesidad de ganarle a Austria el próximo lunes en Viena, ha despertado viejos fantasmas. La austriaca no es una selección temible, es cierto, pero no deja de ser la anfitriona. Y cuenta, además, con un precedente histórico a su favor, uno de los escasos momentos épicos de la historia del fútbol austriaco. Fue en el Mundial de Argentina el 21 de junio de 1978. Alemania, con un ya veterano Beckenbauer y un incipiente Rummenigge, venía de ser campeona del Mundo en 1974 y subcampeona de Europa en 1976. Era un gigante al que Austria no derrotaba desde tiempos remotos. Pero aquel combinado austriaco tenía algo especial en Krankl, Pezzey, Prohaska y Jara, que ganaron 3-2 y dejaron en la cuneta al poderoso vecino germano.

"Tor, Tor, Tor, Tor, Tor, Tor, I wer' narrisch" (Gol, gol, gol, gol, gol, gol, me estoy volviendo loco), gritó el narrador de la televisión austriaca Edi Finger después de que Krankl marcara el gol definitivo. Finger puso la piel de gallina a sus compatriotas cuando gritó: "¡Se terminó! ¡El fin! ¡Acabó! Después de 47 años, Austria ha conseguido volver a vencer a Alemania". Para el seleccionador alemán, Helmut Schön, aquello supuso el final de 14 años llenos de éxitos, con una Eurocopa (1972) y un Mundial (1974) conquistados. Y para Krankl, el momento culminante de su carrera.

Los viejos vecinos volverían a encontrarse cuatro años después, en el Mundial de España 82, pero esta vez de una manera más ignominiosa. Una victoria alemana por 1-0 daba el pase a ambos equipos a la segunda ronda. Tras el gol del tanque Hrubesch marcó a los diez minutos, el encuentro se acabó. Las dos selecciones se pasaron el balón lánguidamente, a ritmo de caracol, y, a partir de entonces, el partido se ganó el apelativo de Der Nichtangriffspakt von Gijon (El pacto de no agresión de Gijón). Una tentación que no volverá a repetirse el lunes en Viena. La desencantada Alemania necesita ganar para asegurarse la clasificación. Y la resucitada Austria, para apurar sus escasas opciones.

Mertesacker, Podolski y Lahm (de izquierda a derecha), tras la derrota de Alemania ante Croacia.
Mertesacker, Podolski y Lahm (de izquierda a derecha), tras la derrota de Alemania ante Croacia.EFE

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