_
_
_
_
_
Crónica:SUIZA 1 - TURQUÍA 2 | EUROCOPA 2008 | Suiza-Turquía
Crónica
Texto informativo con interpretación

Arda reanima a un moribundo

Un gol en el minuto 91 concede a Turquía la oportunidad de seguir en el torneo y elimina a Suiza, el anfitrión

Se temía en St. Jakob Park un ajuste de cuentas entre suizos y turcos tras la grave trifulca de 2005 en Estambul. Y hubo sangre. Mucha. Pero fue sangre de fútbol y no de pelea pandillera como hace tres años en la bocana de los vestuarios. Sangró de la ceja y de la cara Hakan Balta, un tipo fornido, pero con muy mala suerte. Y sangró Asik, retirado en camilla en el minuto 90 chorreando sangre y conmocionado tras un cabezazo involuntario con un defensa suizo. Fueron eso que se llaman lances del juego y que los turcos dieron por buenos cuando, en el tiempo de prolongación, Arda se procuró una jugada individual bien concebida y mejor resuelta que les daba una victoria inesperada.

Fue un gol multiusos: devolvía a Turquía a la competición (se jugará el pase a los cuartos de final contra la República Checa el domingo) y eliminaba a Suiza, un anfitrión con poco juego y menos suerte. St. Jakobs Park enmudeció en sus tres cuartos (la zona turca fue otra cosa). No tenía fácil Suiza avanzar en el torneo, perteneciendo como pertenece a la clase humilde del fútbol europeo, pero su ánimo merecía al menos una última oportunidad.

Mejor adaptados al chaparrón, los suizos pusieron más coraje al principio
Los turcos se lanzaron cuando la lluvia remitió y el campo permitió más toques
Suiza en la Eurocopa
Turquía en Austria y Suiza

Se la quitó Turquía, que no tenía mucho más que decir que el equipo de Koebi Kuhn. Un penalti le arruinó contra la selección checa y una acción individual le mandó a casa, es decir a la grada, que es una de la ventajas de ser el anfitrión.

La épica prevista, por la vieja pendencia de Estambul, se enfrió pronto, cuando la tormenta arreció sobre el estadio y casi lo anegó durante la primera mitad. La épica ya era futbolística, una dificultad añadida en un partido de ésos que, siguiendo el tópico, se anuncia a vida o muerte, que es una forma dramática de definir a los partidos correcalles, ésos que se juegan con el corazón y los pulmones más que con la cabeza y los pies. Turquía y Suiza estaban presos del resultado y querían huir cuanto antes de su cárcel particular. Quizás por ello tipos como el central suizo Senderos o el veterano centrocampista Inler podrían pasar, en un día gris, por los hermanos Scofield de Prison Break.

En esa batalla anímica, le puso más coraje Suiza desde el arranque, mejor adaptada al infernal chaparrón, más rápida gracias a la inteligencia del veterano Inler y la agilidad de Gelson Fernández, una especie de microondas en el centro del campo. Por la derecha, Behrami ponía la electricidad de la que carecía por la izquierda un desconcertante Barnetta. Con esos argumentos y los buenos movimientos en el ataque de Derdiyok llegó el gol de Hakan Yakin, un turco con nacionalidad suiza aprovechando un magnífico pase horizontal de Derdiyok, que recibió un no menos magnífico envió de Senderos. Suiza salía de la prisión después de que Turquía hubiera tropezado con el poste en un saque de falta de Nihat rematado a empujones contra la madera.

Todo parecía predestinado a que el anfitrión siguiera disfrutando de su casa. Pero el chaparrón declinó y el campo permitió más toques, más combinaciones y Turquía, con una defensa habitualmente descolocada, renovó su ataque y pasó a intimidar al guardameta suizo, Benaglio.

Y así llegó el empate de Senturk, a pase de Nihat. Y la locura de ambos equipos, inconformistas con un empate que no les daba la libertad condicional al menos hasta el domingo. Suiza malgastó un cuatro contra dos, en un contragolpe, y Turquía aprovechó la jugada posterior, su última carta. Suiza lo verá desde la grada. O quizás prefiera olvidar esa jugada. No; el gol de Arda, no. El que no metió un par de minutos antes. Ahora le toca atender a los invitados.

Magnin (en el centro) refleja la desolación suiza tras el segundo gol de los turcos, que corren a festejarlo.
Magnin (en el centro) refleja la desolación suiza tras el segundo gol de los turcos, que corren a festejarlo.EFE

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_