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Entrevista:

Koldo Etxebarria reivindica la estética del píxel en Vitoria

"Me considero pintor y afronto el ordenador como si fuera un lienzo. Llevo muchos años trabajando con estas tecnologías, bastante asentadas en cine y televisión, a las que en mi caso he dado un uso pictórico", Koldo Etxebarria (Lemona, Vizcaya, 1960) va más allá e insiste en que, a pesar de que utilice programas informáticos para conseguir sus pinturas, su obra bebe de la reflexión metafísica de creadores como Giorgio de Chirico, Marc Rothko o Jorge Oteiza. Hasta el próximo 30 de junio, muestra su obra en la sala Amárica de Vitoria (Plaza Amárica, 4) bajo el título de El silencio del ser.

"Eso sí, creo que lo que ellos plantearon como algo enigmático, misterioso, en mi obra está más claro: la dimensión perfecta del ser humano está conformada por la belleza interior, la armonía y la poética, y así lo traslado a mis cuadros". La pintura del pintor vizcaíno nace del programa informático Autodesk Maya, lo que no es óbice para que beba de toda la tradición moderna, como recuerda el crítico Xabier Sáenz de Gorbea, que sitúa en esta relación entre técnica y tradición la "extrema coherencia que opera en todas las obras".

Etxebarria obtuvo su licenciatura en Bellas Artes en la Universidad del País Vasco en 1983. Desde entonces trabaja en el Departamento Artístico de Euskal Telebista, y buena parte de su formación está relacionada con la infografía y las nuevas tecnologías aplicadas a la investigación artística. Su trabajo parte, por tanto, del ordenador desde donde plantea imágenes que positiva sobre papel fotográfico. En su obra, marcada por la arquitectura, la luz y el color, la figura humana siempre aparece en posturas contemplativas. Porque, como defiende el propio autor, "en ese silencio contemplativo se descubre más fácilmente el misterio lúdico de la vida".

En esta misma línea, el pintor de Lemona explica cómo trata de recrear en sus cuadros, de grandes dimensiones "espacios silenciosos ocupados por seres solitarios, en actitud meditativas; y todo ello siempre con la intención de volver al ser humano". A pesar de este discurso de raíces metafísicas, alejadas de la técnica, Etxebarria reivindica el píxel "como ese pigmento virtual" al que le ha correspondido la creación de un nuevo concepto estético "que nace de una manera inédita de disfrutar de la superficie de la imagen".

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