Polaco hasta la médula
Podolski cierra por unos instantes las heridas históricas entre Alemania y su país de origen
Le encanta la cocina, el hip-hop y hasta el fútbol polaco. Por supuesto, Monika, su pareja, es polaca. Y cuando se enfrentó el domingo a Polonia, a la que le marcó los dos goles de Alemania (2-0), repartió tres camisetas suyas a cambio de otras tantas de jugadores polacos. Tras el partido soñado, Podolski corrió a abrazarse a su padre, a su tío y a sus sobrinos, la amplia familia de Gliwice, que regresaría esa misma noche desde Klagenfurt, en el sur de Austria, a sus casas polacas mientras el chico se quedaba a las órdenes de Joachim Löw en la concentración de Alemania. Fue un gesto con una fuerte carga simbólica. Una manera de presentar sus respetos a sus familiares y, por extensión, a todo el pueblo polaco, al que había fulminado minutos antes en el césped. "No celebré los goles porque quería mostrar respeto a mi familia", explicó después el delantero del Bayern. Había conseguido el milagro de unir a dos aficiones que la noche anterior habían estado cruzándose botellazos. Fue el instante mágico en que, al comienzo de la segunda parte, los seguidores polacos comenzaron a corear el nombre de Podolski y los alemanes se unieron desde el otro extremo.
Podolsky, entre los más populares de la selección alemana |
Podolski es el máximo goleador |
Alemania sumó 3 puntos |
Polonia en la Eurocopa |
Podolski nació en 1985 en Gliwice, en la región de Silesia. Tiene pasión por su abuela Zofia, que vive en Sosnica, un barrio de Gliwice. Su padre jugó en el Rybnik, de la Primera División. Su madre fue internacional de balonmano con Polonia. Los padres emigraron a un pueblo cerca de Colonia cuando sólo tenía dos años. A los 11 ingresó en el Colonia. El Bayern le fichó en julio de 2006. A su hijo, Louis, que nació en abril, ya le ha hecho socio del Colonia. Podolski vive en un pueblo bávaro, Hechendorf, porque no le gustan las grandes ciudades. Su carrera se ha frenado en las dos temporadas en el Bayern. No ha sido santo de la devoción del técnico, Otmar Hitzfeld. La próxima llegada de Jürgen Klinsmann al club cambia su suerte. Éste lo convirtió en el mejor joven del pasado Mundial de Alemania. Y ahora Löw, el seguidor de Klinsmann, le define así: "Podolski tiene una habilidad física asombrosa. Y un disparo tremendo con la zurda, difícil para los porteros".
El mestizaje de la Europa multicultural está muy presente en la Eurocopa. Un total de 45 jugadores son foráneos: 25 defienden la camiseta de una selección distinta a la del país en que nacieron y otros 20, aun habiendo nacido en el país en el que juegan, tienen ascendentes extranjeros. Españoles en el caso de Mario Gómez (internacional con Alemania), Cabañas y Senderos (Suiza) y Van der Vaart (Holanda).
La cuenca del Ruhr, que representa los orígenes del fútbol germano, siempre ha recurrido a mineros polacos cuyos hijos en muchos casos se dedicaron al fútbol. Como Kuzzorra, Szepan y Littbarski. La rivalidad futbolística entre los dos pueblos viene de lejos. En concreto, desde las semifinales del Mundial de Alemania 1974. Allí la Polonia de Tomaszewski, Deyna, Lato, Szarmach y Gadocha había llegado a las semifinales como un ciclón. Se enfrentaba en Francfort a la anfitriona y una violenta tormenta dejó el campo anegado. El árbitro decidió no suspender el encuentro y Alemania, más fuerte físicamente, alcanzó la final. Polonia lo entendió como una encerrona. Un trauma que perdura. Los propios alemanes reconocieron que, de haber disputado el partido en otras condiciones, Polonia habría llegado a la final contra Holanda. "Técnicamente, eran mejores", admitió Bonhof. "Sólo les podíamos ganar con el campo encharcado", abundó Beckenbauer.
Viejas heridas que por unos segundos consiguió cerrar Podolski, un polaco hasta la médula muy agradecido a la formación académica y futbolística que le dio Alemania.
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