La maldición de Mutu
El delantero debe indemnizar con 12 millones al Chelsea, que le echó por consumir cocaína
Cuando unas gitanas rumanas revelaron en la prensa local que sobre Adrian Mutu había caído una maldición, embrujado por una ex novia, el futbolista se lo tomó a broma: "¿Maldiciones a mí? No hay problema. Llevo siempre la ropa interior al revés". Supersticiones al margen, lo cierto es que la carrera de la gran estrella rumana, del ahijado de Georghe Hagi, ha polarizado las páginas de sucesos. "Es un niño mimado que tiene un don como futbolista que le permite vivir como vive", llegó a definirle un reputado psicólogo rumano. Sin embargo, Mutu, la gran estrella de su selección, el jugador que puede abrir una cuña en el grupo de la muerte, que encuadra también a Italia, Francia y Holanda, parecía haberse serenado en la seductora Florencia, donde ha sellado dos extraordinarias campañas con la Fiore. El pasado viernes, el delantero rumano volvió al diván: la FIFA le ha condenado a pagar 12 millones de euros al Chelsea, club del que es propietario Roman Abramóvich, dueño de una de las mayores fortunas planetarias. Guiños del destino. Es lo que tiene pasarse de la raya.
El rumano alegó que sólo había tomado un producto para acentuar su actividad sexual
Últimamente, había encontrado "la serenidad" en el Fiorentina
La Selección Francesa en la Eurocopa |
Rumanía en Austria y Suiza |
Los mejores jugadores de ambos equipos |
Mutu fue un futbolista precoz que a los 17 años se alistó en el Dinamo de Bucarest y a los 19 en el Inter de Milán. En San Siro apenas pudo alinearse al ser entonces extracomunitario. Así que en 2000 hizo de nuevo las maletas y se trasladó al Verona. Ese verano, en la Eurocopa de Bélgica y Holanda, se estrenó en un gran torneo y a lo grande. Sustituyó a su padrino, Hagi, sancionado, en un partido contra Inglaterra. Desde ese día su trayectoria con Rumania ha sido asombrosa: ha marcado 28 goles en 61 partidos, incluidos el 999, el 1.000, el 1.001 y el 1.002. Desde que marcó su primer tanto con la selección, en un 2-5 ante Dinamarca en la fase de clasificación para la Eurocopa de 2004, Rumania jamás ha perdido cuando su estrella ha hecho diana. Pero el periplo de Mutu por los clubes no ha sido precisamente balsámico.
Con el Verona fue el máximo goleador, lo que no evitó que en la segunda campaña el equipo descendiera a la Serie B. Hizo de nuevo el equipaje y se marchó al Parma, en el que coincidió por primera vez con el único técnico con el que de verdad ha congeniado, Cesare Prandelli, quien ahora le abanica en el Fiorentina. Un excelente curso en el club parmesano, en el que se repartió la dinamita con el brasileño Adriano, le permitió que Abramóvich echara mano de su inagotable chequera e invirtiera en él cerca de 30 millones de euros. Claudio Ranieri, por aquel tiempo entrenador de los blues le había subrayado como su primera plegaria ante el magnate ruso. Pero con el míster italiano Mutu apenas tuvo carrete, misterio que José Mourinho, sucesor de Ranieri, contribuyó a aclarar. El portugués no se explicaba el cansancio eterno del rumano, sus constantes cambios de humor y sus problemas con el sueño. Así que, alertado por algunos chascarrillos, le hizo pasar un control antidopaje. Mutu dio positivo por cocaína. Él intentó esgrimir sin éxito que sólo había tomado un producto para acentuar su actividad sexual. Fue fulminantemente despedido por el Chelsea, no sin antes estar a punto de agredir a Mou, que desde el primer instante se mostró inflexible, y la FIFA le condenó a siete meses sin jugar.
En enero de 2005, Mutu encontró un sorprendente asilo: el Juventus de Luciano Moggi. Otro enredo mayúsculo para el rumano. La Juve fue exiliada a Segunda por los maquiavélicos trucajes de su don.
Mutu, entonces, recurrió a su amigo Prandelli, que le dio una plaza en el Fiorentina, con el que ha marcado 16 goles en cada de una de las dos últimas temporadas. En la que acaba de concluir, Mutu, que lleva los huesos forrados de tatuajes, ha sido decisivo para que la institución viola regrese a la Liga de Campeones. "En Florencia he encontrado la serenidad. Hay gente que no se puede comprar y yo soy uno de ellos", sostuvo recientemente Mutu cuando el Bayern Múnich le presentó una oferta por cuatro millones anuales frente al 1,5 que gana en el calcio.
Desde que la FIFA le condenara el pasado viernes, nadie se atreve a dar crédito a sus palabras. Abramóvich tiene la culpa. El propietario del Chelsea, que le pagaba 60.000 libras semanales, le reclamó una indemnización por el perjuicio causado tras su positivo. El máximo organismo del fútbol ha dictado sentencia y el jugador tendrá que abonar 12 millones. Una pésima noticia para Mutu y Rumania, cuyo sueño depende de este hábil delantero con una pegada soberbia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.