La salud de hierro de la música antigua y barroca
Hace medio siglo, cuando el microsurco aún estaba en pañales, Bernard Coutaz (Saint Auban sur Ouveze, 1922), que entonces ejercía el periodismo, decidió dar un vuelco a su vida. Abandonó su puesto en la redacción del diario La Croix -"no soportaba la autoridad de los redactores jefes"- y fundó en París una empresa, a la que puso el nombre de Harmonia Mundi, con la intención de abrirse un hueco en el mercado del disco. Para soltar amarras, reclutó a mil melómanos dispuestos a comprar unas pocas acciones -tres como máximo, a cien francos antiguos por acción- de la nueva sociedad, que abrió su catálogo con un disco, a priori nada comercial, Cantos de la liturgia eslava. Así nació, en 1958, Harmonia Mundi, que es hoy el primer productor francés en el sector del disco clásico y uno de los más importantes sellos independientes del mundo.
"A pesar de las predicciones catastrofistas, yo creo sinceramente en el futuro del disco clásico"
Acostumbrado a hacer realidad sus sueños, Coutaz, a sus 85 años, acude cada mañana, muy temprano, a la casa de labor del siglo XVII, cerca de Arlès, donde están instaladas las oficinas y el gran almacén de la compañía, entre arrozales bañados por el sol y los colores únicos de la Camarga. Allí, rodeado de paz y silencio, lleva las riendas de la empresa junto a su mujer, Eva Coutaz, responsable artística de un sello que mantiene como motor espiritual la música antigua y barroca, sin desdeñar el repertorio romántico y contemporáneo. Este año celebran su 50º aniversario y lo hacen plantando cara a la crisis de la industria produciendo alrededor de 60 novedades anuales en Francia y en sus cinco filiales en Alemania, Benelux, España, Reino Unido y Estados Unidos.
Frente a los agoreros que dan al disco por enterrado, Coutaz responde con una salud económica y artística de hierro, aunque lamenta la progresiva desaparición de las tiendas, tendencia a la que planta cara a través de sus propias tiendas propias -ya tienen 44 en Francia y tres en España (Girona, Madrid y Santander)-. "Las multinacionales llevan años llorando por la crisis de la industria y muchos vaticinan el inminente final del CD pero, a pesar de las predicciones catastrofistas, yo creo en el futuro del disco clásico", dice Coutaz con una convicción basada en su propia experiencia. "Las ventas han bajado por la desaparición de las tiendas y por la avaricia de las multinacionales que sólo buscan beneficios rápidos, pero nosotros, que reinvertimos todas las ganancias en la producción de nuevas grabaciones, hemos crecido en ventas este año".
Para combatir la crisis de la industria, Coutaz recomienda paciencia. "Hay mucha gente que parece empeñada en enterrar el disco sin que esté muerto. Quienes en 1995 aseguraban que las descargas digitales acabarían en diez años con el disco compacto, se equivocaron por completo, puesto que en estos momentos las descargas no representan más que el 5% de las ventas. Claro que hay futuro para el disco, porque no hay crisis en la música".
Su idea es que hay muchas músicas por descubrir y grabar, muchos intérpretes con carisma dispuestos a ofrecer nuevas lecturas de los clásicos. Y como muestra de lo que dice cita un ejemplo: "Cuando uno de nuestros artistas, el pianista Alexandre Tharaud, nos propuso grabar piezas de Couperin en un piano Steinway, le apoyamos plenamente y el resultado, que al principio podía sorprender en un sello que precisamente ha labrado su prestigio en la interpretación con instrumentos de época, fue un éxito de ventas. Hay que tener amplitud de miras. Y paciencia a la hora de obtener un razonable margen de beneficios".
Su sello discográfico no edita recopilatorios, tampoco saldan su fondo de catálogo, ni buscan la rentabilidad inmediata. Además es el sello clásico que más grabaciones nuevas lanza al mercado actualmente. "En la música clásica cada nueva grabación tiene por delante una larga vida comercial si posee un nivel de excelencia técnica y artística. No fabricamos discos para venderlos en una semana, sino para que duren. Nuestro primer disco, publicado hace medio siglo, sigue en catálogo y lleva vendidas más de 200.000 copias. Lo mismo pasa con las grabaciones de uno de los artistas que más me ha impresionado, el desaparecido contratenor Alfred Deller. Y cuando tenemos un éxito inmediato, como el Don Giovanni mozartiano dirigido por René Jacobs, que vendió 50.000 copias en pocas semanas, lo celebramos, pero sin perder de vista que el secreto de nuestra supervivencia es reinyectar las ganancias en nuevos proyectos sin bajar la calidad artística y editorial de nuestras producciones. La riqueza de un sello es producir más discos, no licenciar las grabaciones de su fondo de catálogo para que se vendan a un euro en las grandes superficies comerciales. Nosotros no la hacemos, ni tampoco lanzamos recopilatorios que lo único que hacen es saturar el mercado".
Para un hombre con la experiencia y la paciencia de Coutaz, la previsible desaparición del disco compacto a causa de los nuevos hábitos en el consumo de música auspiciados por las nuevas tecnologías no se cierne como una amenaza. "Editar discos es un oficio tan bello y artesanal como editar un buen libro. Cuidar la calidad del papel, escoger las ilustraciones, diseñar la portada..., el objeto que contiene la música grabada debe ser cuanto más bello mejor. Abaratar costes, mermar la calidad para buscar más ganancias, supone traicionar la confianza del público que espera lo mejor de nosotros. Por eso no temo la desaparición del cedé. Vivimos bajo demasiadas presiones, pero el disfrute de la música exige buscar tiempo para sentarse y, tranquilamente, gozar una buena interpretación, y mientras tengamos oídos, ojos y manos, tendremos ganas de mirar y tocar el disco, de tenerlo en casa".
Pese a los años transcurridos le sigue gustando su oficio. Por eso lamenta la desaparición de puntos de ventas, "cada vez hay menos tiendas de música en las grandes ciudades, y el público tiene menos oportunidades de ver los discos, poderlos escuchar o hablar con el vendedor. Cuando vimos que en Francia desaparecerían los comercios discográficos, abrimos nuestra propia cadena de tiendas, que cada vez tienen más éxito y representan ya el 26% de nuestra cifra de negocios. También funcionan bien los puntos de venta en librerías -muchos melómanos son también ávidos lectores-, los propios auditorios y festivales. Hay muchas personas que se han emocionado en un concierto y al salir quieren comprar alguna grabación de los artistas que ha escuchado".
Artistas consagrados que permanecen fieles al sello desde que comenzaron su carrera, como René Jacobs y Philippe Herreweghe, conviven en su catálogo con nuevos valores, como los pianistas Alexandre Tharaud, Paul Lewis y el español Javier Perianes, el violonchelista Jean-Guihen Queyras, la violinista Isabelle Faust, el Cuarteto Jerusalem o el barcelonés Cuarteto Casals. La fidelidad es un valor muy preciado en Harmonia Mundi, que ha visto crecer a artistas pero también ha sufrido la marcha de músicos tras haber impulsado sus carreras, como es el caso del director William Christie o el contratenor Andreas Scholl, aunque este último ha vuelto a casa tras una mala experiencia... "Mentiría si le dijera que no lamenté su marcha. Miles de melómanos descubrieron las óperas de Lully con las históricas producciones que hicimos con Christie, pero el tiempo me ha demostrado que, cuando una multinacional no satisface los deseos de un artista, quiere volver con nosotros. Andreas Scholl se fue por dinero pero ya ve, ahora ha vuelto porque aquí puede grabar el repertorio que le interesa. Muchos artistas de primera fila, como el barítono Matthias Goerne, el Cuarteto de Tokio o el pianofortista Andreas Staier, han venido a nuestra casa tras comprobar el poco interés que despertaban sus proyectos en otros sellos que les prometieron el oro y el moro". -
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