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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Di Luca lleva al límite a Contador

El español mantiene la 'maglia' rosa con sólo cuatro segundos de ventaja sobre Riccò

Carlos Arribas

Love is a losing game, le canta, voz rota, altavoces chirriantes, Amy Winehouse, a los centenares de aficionados que esperan a sus héroes. Llueve a mares en la cima del monte Pora (1.453 metros), la borrasca ha impedido que el avión de la RAI despegue de Bérgamo y las pantallas gigantes sólo emiten imágenes de la llegada. El resto, es decir, todo era un asunto de la imaginación.

Love is a losing game, el amor es un juego en el que todos pierden, repite la chica de Camden, mientras Paolo Savoldelli, el más amado de la tierra -hasta su abuela se asomó al balcón de su casa para ver pasar la etapa, que transcurrió ayer durante más de siete horas por las montaña de Bérgamo-, hacía honor a su sobrenombre, Il falco, el halcón, y, por amor al oficio, por amor al Giro, por devoción a su líder, se lanzaba, volaba, montaña abajo tras la interminable ascensión del Vivione. A su rueda, su compañero Danilo di Luca. Quedaban aún 60 kilómetros para la llegada, casi dos horas, y justo en aquel momento, la etapa, una carrera que ya sólo por su longitud -228 km oficiales, 238 reales: diez kilómetros que martirizaron a Alberto Contador, quien al llegar no hacía sino maravillarse por la diferencia entre lo que su cuentakilómetros había marcado, lo que sus piernas machacadas habían sufrido y lo que el libro de ruta señalaba- era digna de los tiempos heroicos, se transformó en una carrera de otro tiempo, de antes del motor, de cuando se corría por rabia o por amor.

La etapa se transformó en una carrera de otro tiempo, de cuando se corría por rabia o amor
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Algunos se acordaron de Indurain en Oropa, Giro del 93, atacado por Ugrumov y la alergia, que a punto estuvo de perder los papeles: sólo la calma le salvó. O de Anquetil y Poulidor en el Puy de Dôme, Tour del 64, donde sólo la sabiduría permitió al normando desmoralizar a Poupou.

Por amor corrieron Di Luca y Savoldelli, por amor propio, el orgullo de dos resucitados, el dorsal número uno de ganador del último Giro, el ganador de dos Giros hace años, a quienes se daba por muertos tras los Dolomitas. Por rabia, bajo la lluvia que congelaría sus articulaciones si dejaba de pedalear a toda máquina, corría Riccardo Riccò. Entre los dos, entre el frenético Di Luca, que había comenzado el día a 2m 18s del chico de Pinto en la general, y el feroz Riccò, a sólo 41s, le rompieron la ecuación a Contador, dispuesto, un día más, a convertir en un asunto matemático la defensa de su maglia rosa. Obligado por las circunstancia, por la rarísima preparación que ha llevado de cara a un Giro inesperado al que ha llegado al 80% de su potencial, Contador, un delantero nato, un goleador al que le encanta rematar, ha debido jugar de centrocampista, templando el juego, huyendo de la impaciencia. Obligado por el ataque de Di Luca, esperable pero inesperado por su virulencia, Contador debió aprender rápido a jugar de defensa central en zona. Y sobre ello, sobre la mejor forma de resolver la ecuación que le había planteado Di Luca, meditaba Contador mientras dirigía a sus gregarios, Klöden y Colom, intentando que la persecución a Di Luca, desencadenado, que mantuvo gran parte de su fuga una distancia en la frontera de los dos minutos, se desarrollara con la mayor tranquilidad posible.

"El problema era que si no hubiera actuado Di Luca yo sólo habría tenido que ponerme en la última subida a rueda de Riccò y controlar; pero con Di Luca allí delante, cuando me quedara solo, sin compañeros, sabía que el ritmo lo tendría que marcar yo y todos empezarían a atacarme". Pese al tiempo que tuvo para darle vueltas a la situación, Contador no dio con la solución mágica. Sólo le quedaban las tripas para salvarse. Y el corazón, la pasión, que le traicionó cuando Sella lanzó su primer ataque. Como un toro bravo se lanzó Contador al capote. "Y me equivoqué, me cebé con Sella, que no era mi enemigo, y eso me dejó al borde de la crisis", reconoció el madrileño, que dejó que fuera Riccò quien respondiera al segundo ataque de Sella y que ya no tenía aliento cuando Riccò dio el golpe definitivo. Guiado por el ansia, Riccò voló a por la maglia rosa, que le esperaba a poco más de cuatro kilómetros. "Fue un ataque demoledor, Riccò es el rival más fuerte", dijo Contador, quien, entonces, se agarró a la esperanza, a la ayuda de otros del grupo que veían peligrar sus puestos en la general. Y se salvó.

Tan feliz como Riccò, desesperado terminó Contador de rosa en el podio. "Hay una diferencia tremenda entre mantener el liderato por 4s o perderlo por 4s", dijo Contador, quien, parafraseando a Anquetil podría haber añadido que aún le sobraron 3s. "Es muy importante para la moral. Aunque mañana en el Gavia y en el Mortirolo además de moral necesitaré correr muy bien con la cabeza".

Alberto Contador besa el <i>maillot</i> de líder del Giro tras acabar la etapa.
Alberto Contador besa el maillot de líder del Giro tras acabar la etapa.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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