Estrategias electorales
Apenas hemos salido de unas elecciones y ya nos asomamos a otras, casi sin tiempo para digerir las anteriores. De hecho, ni siquiera algunos partidos -empezando por el PP- han terminado de rumiar lo acontecido el 9-M. Es normal que sucedan estas cosas y que se solapen las elecciones, ya que en España son varios los presidentes con capacidad de llamar a sus ciudadanos a votar, entre ellos el mandatario gallego. Puede que tanto barullo electoral termine cansando, pero tampoco es algo que nos haga diferentes, puesto que hay más países donde suceden cosas similares e incluso otros donde a los comicios generales se suman infinidad de referendos, como pasa en Suiza o en Irlanda.
Es peor la incertidumbre, sobre todo para los agentes económicos, especialmente los empresarios y entre éstos aquellos que deben tomar decisiones inversoras. Es decir, es preferible que haya elecciones anticipadas y no gobiernos agotados, que conducen al desgobierno. En ese sentido, en Cataluña y Euskadi hay, por ejemplo, riesgos más que evidentes, debido a la inestabilidad interna de ERC y al debate que amenaza al PNV con dividir el propio partido.
Una señal de claridad sobre la fecha electoral sería agradecida por los sectores económicos
¿Pasa algo de esto en Galicia? Formalmente, no. Por debajo de la mesa, sí. Touriño preside el Gobierno sometido a menos crisis formales de cuantos se recuerdan, no sólo en Galicia sino en general en España. Tanto es así que la formación del primer día se mantiene inalterable con todos los conselleiros en sus puestos, de ahí que, desde un punto de vista formal, sea menester reconocer la plena estabilidad del Ejecutivo gallego, que a ese récord suma otro nada desdeñable, como el de ganar prácticamente todas las votaciones en el Parlamento.
¿Por qué hay entonces amenazas latentes? En primer lugar, las hay porque los socios del Gobierno no las quieren aflorar, ya que por ahora no les interesa. Pero las hay, y en privado son reconocidas por ambas partes. Quiere esto decir que en cuanto se sepa cuándo son las elecciones saltarán chispas para abrirse paso entre los votantes. Es comprensible que sea así, pero no lo es tanto que los agentes económicos no compartan esas informaciones privilegiadas, en la medida en que éstas pueden determinar decisiones empresariales de alcance. Y en momentos de crisis como el actual no parece que esté el país como para andar con tonterías.
Touriño tiene las manos libres para hacer lo que mejor entienda a la hora de convocar las elecciones, pero no para consentir que sus colaboradores siembren la incertidumbre, mientras especulan sobre las diferentes estrategias que elaboran los socialistas de Madrid y de Galicia. Una señal de claridad sería agradecida por los sectores económicos, ya que no es lo mismo que haya elecciones en marzo de 2009, como parece que quiere el presidente, que en octubre de este año, como insinúan ciertos correveidiles del aparato socialista y alguna lumbrera de Madrid.
Partamos de la base de que las elecciones, si se agotasen los plazos, deberían ser en junio de 2009, aunque se entiende que para que no coincidan con las europeas se adelanten a la primavera. Lo que ya se explicaría peor sería celebrarlas en la recta final de 2008.
Como es habitual, todas estas dudas no tienen nada que ver con los intereses de la gente, sino con las expectativas partidarias. Y en este caso, el que convoca tiene en su mano un arma poderosa, al poder elegir el cuándo. No nos engañemos: en el PSOE hay quienes quieren ir a por todas y adelantar al PP, de modo que puedan prescindir del BNG, al menos dentro del Gobierno.
En el peor escenario, como ya hicieron una vez en Vigo, pretenden colocar al BNG en la disyuntiva de apoyar al PSOE o al PP, partiendo de que las bases nacionalistas todavía no están preparadas para asumir un acuerdo con un Partido Popular hostil con el nacionalismo. En el PP andan hechos un lío con su congreso de Valencia, por lo que estas cosas les caen lejos; en el BNG sufren la presión pero a la vez se sienten fuertes, y en el PSOE temen que su intención de ahogar al BNG se produzca a destiempo, quedándose en fuera de juego. Llama la atención, eso sí, que Touriño no hable de ello con el vicepresidente Quintana.
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