Arenas, el más 'marianista'
La alianza del líder andaluz y Rajoy está sellada por la necesidad mutua
Cuenta Esperanza Aguirre en la biografía autorizada que lleva su nombre, y el sugerente subtítulo de La presidenta, que cuando Javier Arenas era secretario general del partido ocultó los datos reales de una encuesta para justificar que Alberto Ruiz-Gallardón fuera el candidato de la alcaldía de Madrid y ella de la Comunidad, y no a la inversa, como pensaba la mayoría y la propia Aguirre. De manera algo confusa, a través de la periodista que firma el libro, Virginia Drake, relata que Arenas ofreció a cada uno de los personajes en liza un enfoque diferente del sondeo y transmitió la impresión de que "sólo Ruiz Gallardón podía ganar" en la ciudad, cuando la verdad demoscópica era que únicamente con ella el "PP conseguía una cómoda mayoría absoluta". El libro vio la luz en noviembre de 2006 y fue como un remolino en las entonces aguas calmas del PP. Molestó a muchos, y Javier Arenas fue uno de ellos: le envió una nota personal de su puño y letra y la encuesta íntegra para demostrar la ausencia del supuesto maquillaje.
Sin ser íntimos, su relación está muy consolidada. Arenas aporta casi 500 votos
El resto de las citas de Javier Arenas en la biografía de Aguirre son correctas, pero frías, neutras, como su relación. Los estilos personales de ambos están en las antípodas -coincidentes, eso sí, en el desparpajo y el dominio de las distancias cortas-, mientras que sus trayectorias políticas se han cruzado de forma tangencial, apenas se han rozado. "Lo que se pueda pensar por cómo se saludan en público no sirve como catalizador, porque cuando Javier está con alguien parece siempre que es su hermano", refiere una persona cercana a Arenas, que apostilla: "No hay duda que hablan idiomas distintos". En los últimos cuatro años, Aguirre ha venido a Andalucía lo normal (en los comicios locales cayó por Sevilla y en los autonómicos y generales solicitó ir a Málaga), si bien a los dirigentes madrileños, los de su entorno, se les han escapado con más frecuencia de la conveniente comentarios desdeñosos de Andalucía.
Nada que ver con el paralelismo en el itinerario vital de Mariano Rajoy. Se conocen bien desde hace más de una década y, aunque no siempre fue así, su alianza está ahora sellada con el imperativo inquebrantable de la necesidad mutua. Además, sin ser íntimos, su trato rebasa la cordialidad propia de compañeros: tienen una relación consolidada. Un dirigente del PP que formó parte del equipo de Arenas asegura que ha sido el andaluz, y no el valenciano Francisco Camps, quien en realidad ha tutelado la estrategia de apoyo de los barones territoriales a Rajoy para frenar los embates de las belicosas huestes de Aguirre. "Es él quien tiene capacidad de maniobra gracias a las relaciones que cultivó en sus tiempos de secretario general del PP con la apuesta por el propio Camps, Alberto Núñez Feijóo (Galicia), Ramón Luis Valcárcel (Murcia), o María San Gil (País Vasco)". La explicación de que la referencia, sin embargo, haya recaído en Camps, a este dirigente le parece obvia: Camps es el presidente de una poderosa comunidad autónoma y Arenas el líder de la oposición en Andalucía a un presidente (Manuel Chaves) con mayoría absoluta.
Los consultados confluyen en una idea que expresan todos de una forma parecida: "Camps es más bien de Arenas, y no Arenas de Camps, le mira de abajo arriba a Arenas". Su caso es especial por el soporte que supuso para el valenciano su ayuda frente a Eduardo Zaplana, enemigo común. Ahora están tejiendo una red en torno a la reivindicación del agua que les da pie a aparecer juntos y reforzar la imagen del respaldo a Rajoy, como se vio hace una semana en Elche.
Según dicen los allegados del líder del PP andaluz, las conversaciones que mantuvo con Mariano Rajoy tras la derrota electoral del 9 de marzo fueron claves para que éste no diera un portazo y se marchara. Y no sólo le convenció porque era consciente de que el PP se convertiría en una casa sin ley, también por su propia situación. "Si el candidato nacional pierde y se va, ¿qué mensaje le llegaría a Arenas, que no sólo ha perdido (aunque haya remontado nueve escaños), si no que lo ha hecho por mayoría absoluta?", reflexiona un miembro del partido.
Hubo una etapa en la que las relaciones entre Mariano Rajoy y Javier Arenas eran mucho menos cordiales y compartían pocos objetivos. Fue al principio, en 1993, cuando los dos eran vicesecretarios generales, el primero de Organización, y el segundo Electoral. Un militante que los conoció entonces recuerda que nunca llegaron a estar enemistados, "pero sí había tensión entre ellos". "Rajoy es una persona un tanto indolente, tiende a pensar que las cosas se solucionan por sí solas, y afronta los problemas con pachorra, mientras que Javier es un fuguilla".
Más tarde en el Gobierno se llevaron bien, aunque con una desavenencia profunda a cuenta de Andalucía. En la negociación del primer sistema de financiación autonómica de la era Aznar, el Gobierno aplica el censo anterior y deja fuera a 400.000 andaluces. Arenas estaba en la línea de no dar a Chaves el menor cuartelillo pero Rajoy, preocupado, intenta un acercamiento a la Junta. A Arenas le sienta como un tiro, pese a que al final, unas declaraciones del entonces portavoz parlamentario del PSOE José Caballos llamando "dóberman" a Francisco Álvarez Cascos echan por tierra el acuerdo primorosamente preparado por los dirigentes andaluces del PP de aquel momento.
La cosa se pone peor cuando Rajoy viaja a Sevilla a entregar los 20.000 millones de pesetas (120 millones de euros) de la deuda histórica amarrados por el Ejecutivo de González, y en lugar de hacerlo en la Delegación del Gobierno, celebra el acto en la Junta.
La reconciliación llega de la mano de Cascos. No porque éste hiciera nada para unirlos, sino porque ambos coinciden en la hostilidad hacia él. "Un enemigo común crea muchos lazos y, además, una vez que Arenas pasa al partido, todo se relaja", apunta un dirigente, quien asegura que Arenas nunca culpó a Rajoy de su regreso obligado a Andalucía en 2004. "Comprendió que era el único dirigente que podía remontar resultados". Todavía más cuando parte de la responsabilidad era suya por haber dirigido la organización con el mando a distancia desde Madrid.
Andalucía es la delegación más numerosa en el congreso nacional del PP, con 436 compromisarios, por votos y afiliados, a los que hay que sumar unos 50 miembros natos. "Puede que a Arenas se le escapen 20 o 30, el resto está muy controlado porque son concejales y cargos de medio pelo", dice un colaborador. Mariano Rajoy cuenta con ellos. El otro día se desgañitó en Elche para defender el "brillantísimo resultado" de la derrota de Arenas frente a Chaves.
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