Germaine Tillion, etnóloga
Francesa superviviente de un campo nazi, dijeron de ella que "luchaba contra el mal sin pretender ser el ángel del bien"
Esta mujer de 100 años, Germaine Tillion, era un concentrado de energía, inteligencia y rebeldía. Había nacido un 30 de mayo de 1907, en un pueblecito del Macizo Central, hija de un magistrado y una profesora. Enseguida supo que quería estudiar y conocer mejor el mundo y encontró su profesor en la persona de Marcel Mauss, que acababa de crear el Instituto de Etnología.
En 1934 se instala en Argelia, en la región de las Aurès, donde convive con distintas tribus bereberes. "Viví momentos excepcionales, entusiasmantes, cabalgando de madrugada, al alba, por el desierto", recordaba hace pocos años. Durante seis años recaba datos, a 14 horas de galope de cualquier europeo, y llega a conclusiones innovadoras sobre la condición de las mujeres en la zona. Tillion descubre, por ejemplo, que la opresión de las mujeres es de origen preislámico.
En mayo de 1940 regresa a Francia, ya en desacuerdo con el armisticio firmado por el mariscal Pétain. Entra en contacto con un coronel jubilado, el septuagenario Paul Hauet, que había luchado en las tropas coloniales, y con él y un número cada vez más importante de etnólogos pone en marcha la llamada "Red del Museo del Hombre", una de las primeras organizaciones de la Resistencia en París. En febrero de 1941, los alemanes desmantelan la organización. Germaine Tillion consigue escapar hasta el mes de agosto pero luego también cae y, tras un año de cárcel, es deportada al campo de Ravensbrück. Allí organizará la supervivencia de las prisioneras e impulsará un estudio de la barbarie: "Comprender una mecánica que os aplasta, desmontar mentalmente su engranaje, analizar con todo detalle una situación aparentemente desesperada, es una fuente importante de sangre fría, serenidad y fortaleza de ánimo. No hay nada que nos asuste más que lo absurdo". Y Tillion llega a escribir una comedia musical sobre las desgracias que viven en Ravensbrück.
La capacidad de resistencia, el sentido del humor y la valentía no la protegen de la tragedia. La madre de Germaine Tillion muere en Ravensbrück, los últimos días de cautiverio. Y ella, cuando recupera la salud y la libertad, dedicará 10 años de su vida a explicar la lógica y el horror del universo del campo de concentración. "Luchaba contra el mal sin creerse el ángel del bien", resumirá Tzvetan Todorov, autor de diversos estudios sobre la naturaleza humana en circunstancias extremas.
Germaine Tillion se siente muy próxima a los comunistas, pero no quiere negar la existencia de campos de concentración en la URSS y eso la hace sospechosa ante el PCF. En 1954 se instala de nuevo en Argelia para proseguir su trabajo de investigadora. Pero la guerra de independencia ha comenzado y Tillion ayuda a los argelinos sin dejar de criticarles cuando utilizan el arma del terror, las bombas en bares, teatros o locales públicos. Escucha a unos y otros, lucha contra la tortura o la violencia ciega y escribe dos libros: L'Algérie en 1957 y Les Ennemis complémentaires, que explica cómo las dos lógicas -la colonial y la del FLN- se retroalimentan.
Profesora en activo hasta 1977, especialista en estructuras familiares en el Magreb, Tillion concentra su acción, desde 1973, a contrarrestar la desinformación de los llamados revisionistas, es decir, de quienes niegan a los campos nazis toda voluntad criminal y la existencia misma de las cámaras de gas. Germaine Tillion se apagó el pasado sábado, en su domicilio de los alrededores de París.
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