Ni de cerca ni de lejos

Ni con el juego corto ni con el largo. Ni Sergio García, que vivió una pesadilla con el putt, ni José María Olazábal, un tormento para controlar el drive, aguantaron la dureza de Augusta, un campo que no hace rehenes. El corte les dejó en el camino con una tarjeta de cuatro y siete golpes sobre el par, respectivamente. Y sólo Miguel Ángel Jiménez, que se sacó de la manga un golpe soberbio de 213 metros con una madera 5 en el hoyo 13 (eagle, y a medio palmo del albatros), resistió en liza después de remontar sufriendo.

El campo fue de nuevo exigente con García, que ya el año pasado se quedó fuera a las primeras de cambio. El castellonense reúne un fuerte carácter, un gran talento y una cuenta pendiente con el putt. Lo primero le ha traído más de un problema. Su imagen escupiendo en un hoyo, arrojando un zapato o encarándose con un aficionado le han costado hasta una advertencia del circuito europeo por chico malo. Su talento levantó las esperanzas hace 10 años de nombrar un heredero para Severiano Ballesteros y Olazábal. Su problema con el putt ha acabado con ellas. En su lucha por escalar, el golfista valenciano vivió en la montaña rusa con su juego corto, tan capaz de celebrar tres birdies seguidos en los hoyos 13, 14 y 15 (este último con un gran putt de 12 metros) como de perder su ventaja en un golpe mucho más sencillo en el 16 y estropearlo todo en el 18.

"En este campo no me sale nada. Yo más no puedo hacer", se quejó el valenciano

Resignado, Sergio abrió los brazos en señal de desesperación. A vueltas con el putter, ha vuelto al palo tradicional y hasta ha cambiado de entrenador. Pero cerca del hoyo sigue a oscuras. "¿Qué más puedo hacer si la bola no quiere entrar? ¿Cuántos putts buenos he de tirar para que me entre uno? ¿Cuántos, dieciséis? He tirado putts buenísimos", explicaba ayer; "pero en este campo no me sale nada, no me da ninguna oportunidad. Adiós al Masters y a casa. Y que dejen ya de hablar del putt. Ya no es culpa mía".

Brillante con el drive, García perdió con el juego corto todo lo que ganó con el largo. Era acercarse el green y echar a la basura todo su trabajo anterior. Para recuperar la sensibilidad, se entrena con un entrenador estadounidense para el putt. El largo lo sigue practicando con su padre. Y sí, se encuentra "más cómodo", pero sin dar un paso al frente.

Jack Nicklaus y Ballesteros ganaron su primer grande a los 22 años. Woods, a los 21. Los tres fueron la prueba de que la mejor edad del golfista no tenía que empezar en los 30. García apareció como otro de los futuros genios. Pero a los 28 años ha perdido presencia. Mientras libra su guerra interior, el castellonense ha dejado pasar tres años sin ganar un torneo. "Su problema es psicológico, le falta confianza con el putt. Sus otros golpes son perfectos", razona Nicklaus.

Ante la fragilidad mental de García, el dolor físico de Olazábal, su "cruz" con el drive para alcanzar las calles. Demasiada losa en un campo tan duro para el cuerpo. Y más con el fuerte viento de la tarde moviendo a su antojo las bolas. Hasta Jiménez, que jugó arriba y abajo, con cinco birdies y cinco bogeys, se rindió a Augusta pese a pasar el corte: "Este campo no da un respiro". Tiger Woods también lo sufrió: acabó el día con la bola entre los árboles en el último hoyo y uno bajo el par, a ocho golpes del líder, el surafricano Trevor Immelman .

Clasificación tras la 2ª jornada: 1. T. Immelman (Sur.), 136 golpes. 2. B. Snedeker (EE UU), 137. 3. S. Flesch (EE UU), P. Mickelson (EE UU) e I. Poulter (R. Unido), 139. 13. T. Woods (EE UU), 143. 38. M. Á. Jiménez, 137. 46. S. García, 148. 71. J. M. Olazábal, 151.