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Reportaje:PURO TEATRO

Sabías a lo que venías

Marcos Ordóñez

Bueno, ya volvemos a estar igual que la semana pasada. No se puede hablar de Soterrani (Subterráneo), la nueva obra de Benet i Jornet, en la Beckett, del mismo modo que no era conveniente hablar de la trama de Carnaval, de Galcerán. ¿Por qué? Porque son obras de intriga. Hay un misterio que no conviene desvelar. En las carteleras de antes, e incluso en alguna de ahora, solían decir "por favor, no cuente el final". Era un excitante perfecto. Se lo decían al público, claro. Ahora los autores se lo piden al crítico. En la rueda de prensa, Benet y Xavier Albertí, su director, dijeron: "No contaremos nada". Bien, respetémoslo. Luego los autores se quejan. Han venido a este mundo a quejarse. "No habéis analizado mi texto. Sólo os fijáis en trivialidades". Queridos, estamos o no estamos. Para analizar un texto y sus estrategias hay que contar, un poco, de qué va, cómo son los personajes, qué quieren. Verbotten. De acuerdo, de acuerdo. Veremos por dónde le meto yo mano al melón. Podría empezar así: "Un hombre llega a casa de otro para...". Mierda, no puedo decir para qué. Puedo decir lo que pasa antes. Antes ha habido un accidente, o casi. También puedo decir que yo suprimiría ese arranque. Y unas pocas líneas del final. No es por chulería, de verdad, es que forma parte de mi trabajo. Tranquilo, autor, seré preciso. Nada de vaguedades como "a esta obra le sobran veinte minutos". No. Diría que le sobran veinte líneas del principio. Concretamente, yo empezaría por la réplica 23. Ya están sentados, en la casa. El visitante dice: "¿Todo el mundo es tan amable en este pueblo?". El otro responde: "Aparte de los conductores, todos. ¿No había venido nunca?". Con eso ya estamos metidos en harina, y el espectador se pregunta, primera intriga, quiénes son, qué hacen allí, qué buscan. Aunque la verdad es que no estoy seguro. Lo del accidente me parece un mero detonante para el encuentro, pero Benet no suele dar información innecesaria. Espera un momento. ¿Y si ese arranque fuera una forma de instalarnos en la extrañeza? Como cuando contamos una pesadilla. "Qué cosa más rara, fíjate. Llegaba yo a un pueblo desconocido y de repente estaban a punto de atropellarme y me llevaba un susto mortal, pero por suerte me acogía un tipo en su casa, un tipo al que yo no había visto en mi vida". Y es en ese instante cuando una voz secreta dice en tu cabeza: "Sí, sí lo habías visto. Sabías a lo que venías". Puedo hablar de la dirección, y del trabajo de los actores. De entrada, de su colocación. También es muy rara. Hay un sofá cojonudo, pero tardan un huevo en llegar a él. ¿Por qué está Pere Arquillué en una sillica y Pep Cruz a su lado, de perfil, como un bedel en un museo? Igual forma parte de esa búsqueda de la extrañeza. Sigo teniendo dudas. No las tengo acerca del ritmo. Creo que a Albertí se le va la mano en las pausas. Y en el peso de las frases. Como si todo tuviera una importancia decisiva. Como si estuviera haciendo un Pinter "a la antigua", es decir, sacramental. Creo que ganaría con un tono más ligero, más nervioso, más casual. Más argentino, por así decirlo. La patada llegaría, por inesperada, con más fuerza. Arquillué se tira un cuarto de hora que parece sonámbulo. Vale, le ha pasado una cosa muy gorda. Y, además, está lo del accidente. Pero va a la casa con muchos demonios en el cuerpo, caramba. Después, Arquillué nos muestra muy bien al personaje. Por ahí, en la, digamos, segunda parte, ningún problema. Hay dolor para parar dos carros. En cuanto a Pep Cruz, estoy menos convencido de su dibujo. "Dice" muy bien, aunque le veo un toque de malignidad un tanto artificiosa, casi de Fu Manchú casero. Tampoco sé si no será una máscara que revela una verdad. Como en el viejo chiste de Groucho: "Parece un perverso banal, habla como un perverso banal, pero no se dejen engañar: es un perverso banal". Yo no creo demasiado en esa teoría de la banalidad del mal. Creo que en toda maldad hay una herida oculta, y a Pep Cruz no se la veo, aunque tampoco sé si se la vería a un psicópata de verdad. A mí me la dan con queso cada dos por tres. Lo que sí he comprobado empíricamente es que Soterrani, que está desbordando el aforo de la Beckett, engancha al público durante una hora, del mismo modo que le enganchaba La huella. Y que en el tercio final esa atención pierde fuelle. Cambia la respiración contenida, se empieza a escuchar rumor de culos impacientados. Diría que eso se debe a que el último tramo es reiterativo. Demasiadas explicaciones, para mi gusto. Como si todo tuviera que quedar muy claro. Ahí sí que estoy seguro del tajo. Un tajo pequeñito, apenas una página. Acabaría la obra cuando uno de los personajes le dice al otro: "Hay una manera. Y ya sabes cuál es". Oscuridad, y todos a casa. Con la oscuridad puesta. Mamet, que sabe la tira, dice que hay dos tipos de obras. Aquellas de las que sales diciendo "ah, ahora comprendo. Vamos a tomar un café". Y cuando acabas el café ya no recuerdas el título ni de qué trataba. "Y luego", escribe, "están esas otras obras, perturbadoras, enrevesadas, insólitas, que pueden dejarnos una sensación de duda después de verlas, pero al día siguiente volvemos a pensar en ellas, y quién sabe si toda la semana o incluso toda la vida. No son obras nítidas, ni tampoco pulcras, pero hay en ellas algo que sale del corazón y es lógico que lleguen al corazón". Quien dice corazón dice tripa. De ahí sale Soterrani y ahí va a parar. En el teatro de Benet hay obras sobre la búsqueda de la redención y obras, como ésta, sobre la naturaleza del mal, del mal que nos pringa a todos. Yo veo (o siento) Soterrani como parte de un díptico. La otra parte se estrenó en 1996 y se llamaba El perro del teniente. Era la historia de la destrucción de un reencuentro feliz. O, peor, de la puesta en escena de la destrucción de un reencuentro. Una venganza sin causalidad, sin culpa. El agujero central de Soterrani es la culpa. Y la necesidad de expiación. Sería muy interesante que alguien montara un programa doble con esas dos obras, porque se iluminan mutuamente. Con un sol negro. Negrísimo. -

¿Por qué está Pere Arquillué en una sillica y Pep Cruz a su lado, de perfil, como un bedel en un museo? Igual forma parte de la búsqueda de la extrañeza

Soterrani. Sala Beckett. Barcelona. Hasta el 4 de mayo. www.salabeckett.com

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