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Reportaje:

La talla perfecta

El Instituto de Biomecánica permite a los visitantes del Museo de las Ciencias usar la máquina con la que el Gobierno tomó las medidas de las españolas

Ignacio Zafra

"¡Huy, esta es horrorosa! Nada, nada. A ver la otra... No, es que no me acabo de ver". Rosa María Gil habla frente a su imagen tridimensional. Gil, 43 años, turista de Aranda de Duero, está utilizando el probador de ropa virtual instalado por el Instituto de Biomecánica de Valencia en el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe. Cualquier visitante puede pasar por el escáner: una cámara amplia en la que un láser, verde e inocuo, calcula en tres segundos las medidas corporales. La figura aparece a continuación en una pantalla de ordenador, y empieza el ritual de probarse virtualmente las prendas de ropa que han cedido una decena de diseñadores valencianos. En cinco minutos, la burgalesa ha visto cómo le quedan 10 vestidos.

"La vista sí te la da, pero falta el tacto, es importante notar si estás a gusto"
"Si me veo así, definitivamente no compraría por Internet"

La máquina es una réplica de la que utilizó el pasado año el Instituto Nacional de Consumo para determinar las tallas de las mujeres españolas. E intenta ser, además de una de las atracciones de la exposición sobre el Instituto de Biomecánica (IBV) que acoge el museo, un camino de innovación comercial. El principal motivo por el que los consumidores no acaban de decidirse a comprar ropa por Internet, señala una portavoz del instituto, a diferencia de lo que ocurre con otros artículos, como los libros o los billetes de avión, es la imposibilidad de saber cómo quedará puesta. La generalización de la fórmula del escáner eliminaría parte del problema: bastaría con que el comprador introdujese su perfil antropométrico en la web de la tienda o marca en cuestión para encontrar la camisa, la falda, la blusa o el traje que le cae como un guante. Y antes de adquirirla, podría pedir consejo enviando la imagen a alguien de confianza por correo electrónico.

"Esto es algo inicial", dice Dolores Cortés, presidenta de la asociación valenciana de diseñadores prêt-à-porter, que colabora en la exposición. "Pero piensa en la utilidad que puede tener que tú tengas tu propia antropometría, en la tienda que también tengan los vestidos también escaneados, y sin ponerte nada vas viendo cómo te quedan. O incluso hacerlo desde tu casa". Cortés reconoce el peso todavía marginal que para la industria textil valenciana tiene el comercio por Internet. Y se resiste a pensar, en el fondo, que la tecnología llegue a sustituir por completo el trato directo entre el cliente y la ropa que va a comprar.

Sobre eso mismo están hablando ante la pantalla del ordenador del escáner Ana y Mikel, dos turistas de Vizcaya de 42 y 39 años, acostumbrados a mirar moda, pero no a comprar, por la Red. Dice ella: "Hombre aquí la vista sí te la da, pero falta el tacto, notar si estás a gusto es muy importante. Unos pantalones a veces te quedan impecables, pero luego no te puedes mover".

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Sin negar su potencial comercial, oyendo los comentarios de Ana y a Rosa María Gil parece claro que, para triunfar, el invento del IBV deberá cuidar algunos detalles que las tiendas han ido depurando (con la iluminación, con la clase de espejos) durante años. La superposición de las fotografías del rostro en la figura tridimensional, la ropa ancha y los suéteres arremangados que alteran la lectura del escáner, dan lugar a que en la pantalla aparezcan a menudo papadas desproporcionadas o dislocaciones imposibles de los brazos. "Si me veo así", dice una de ellas, "definitivamente no compraría por Internet".

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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