Maravillosos encargos
No se deben poner límites a la creatividad del artista, pero sobran los ejemplos en los que el encargo de algún mecenas ha dado la oportunidad a muchos de ellos para desarrollar una idea nueva o llevar a cabo un proyecto que se pensaba irrealizable. La exposición Cosas del surrealismo, en el Guggenheim de Bilbao, está llena de ese tipo de objetos junto a otros realizados por iniciativa de los artistas o en colaboración con creadores de otras disciplinas, a veces como simples entretenimientos. Otras con abierto fin industrial.
Pese a todo, el conflicto entre al arte "por amor al arte" y su comercialización late con fuerza desde el principio de la exposición. La visita empieza con una puesta en escena teatral con los diseños que hicieron para los Ballets Rusos varios artistas surrealistas o afines, como Max Ernst y Joan Miró, a quienes Serge Diaghilev encargó el vestuario de Romeo y Julieta. En el estreno, en 1926, llovieron octavillas en las que se decía que resultaba inadmisible que las ideas estuvieran a las órdenes del dinero. Entre el público se oyeron patadas y silbidos apoyando esta protesta, instigada por André Breton, a raíz de un comentario de Picasso, quien manifestó que aquellos artistas eran unos vendidos.
Salvador Dalí, que soportó muy poco tiempo la dictadura de Breton, animó con su abierta actitud a otros artistas a ceder a la tentación de las obras por encargo. No tardó el Papa del surrealismo en apodarlo con un explícito anagrama de su nombre: Avida Dollar. La muestra de Bilbao tiene abundantes ejemplos de cómo el artista ampurdanés se prestó a adaptar a todo tipo de diseños su desaforada imaginación. Joyas, mobiliario, objetos decorativos, frascos de perfume, botellas... Cosas del surrealismo reúne algunas de las más destacadas, como un diorama del rostro de Mae West utilizado como apartamento -con el célebre sillón de labios- o la Venus de Milo con cajones (1936). La lista de creadores que no hicieron ascos a las artes decorativas y el diseño es amplia. En la exposición hay piezas de Giorgio de Chirico, Isamu Noguhi, Meret Oppenheim, Yves Tanguy, René Magritte, Jean Arp, Alberto Giacometti, Leonor Fini, Alexander Calder, Max Ernst, Leonora Carrington, Man Ray, y los propios André Breton y Pablo Picasso, entre muchos otros.
Aparte de los pintores, escultores y fotógrafos tuvieron un papel relevante diseñadoras de moda como Elsa Schiaparelli, que se ganó un sitio tanto al lado de la creación como del comercio con sus audaces trajes y accesorios, mientras interioristas como Jean-Michel Frank fueron lo suficientemente convincentes como para instar a los artistas a crear piezas especiales y a sus clientes para adquirirlas.
Con todo, una de las cosas más destacables de esta muestra, planteada como un paseo dividido en cinco secciones, es el importante papel de algunos mecenas que, en su excéntrica prodigalidad, quisieron vivir de forma surrealista o convivir con objetos insólitos.
Desde luego, Peggy Guggenheim tiene un lugar de honor en esta lista. Su residencia veneciana sigue dando muestras de la entusiasta aceptación de esta apasionada amante del arte y los artistas de su tiempo. En la muestra bilbaína se recrea a escala el osado interior de su galería de arte neoyorquina, Art Of This Century, con una iluminación que se enciende y apaga mientras avanza el ruido ensordecedor de un tren que parece pasar por encima.
Otro alocado mecenas fue el millonario británico Edward James, que no puso cortapisas a algunas de las más desquiciadas ideas de los surrealistas, tanto en la casa Monkton en el campo inglés, como en el fantástico Jardín del Edén, en la selva mexicana de San Luis Potosí, donde aún se elevan las formas vegetales de palacios templos y pagodas. Más urbanita, el ático del mexicano Carlos Beistegui que se asomaba a los Campos Elíseos en París, diseñado por Le Corbusier, tenía ya en los años treinta puertas de cristal correderas, con mecanismos eléctricos de cierre y hasta una sala de cine, al que unió su propio concepto surrealista de la decoración. Vivir de forma surrealista no está ni estuvo limitado a los creadores. Y esta muestra permite revivir en parte esa experiencia. -
Cosas del surrealismo. Museo Guggenheim-Bilbao. Comisaria: Ghislaine Wood. Patrocinada por el BBVA. Hasta el 7 de septiembre.
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