Paul Scofield, leyenda británica del cine y el teatro
Fue Oscar al mejor actor por 'Un hombre para la eternidad'
Ha muerto el actor británico Paul Scofield. En tiempos en que la vacuidad de las estrellas come terreno a la verdad de los intérpretes, el fallecimiento de Scofield hace que la palabra actor recupere su auténtico sentido. Siempre fue un monumento a la profesión. Interpretó decenas de obras de teatro y poco más de 30 películas: en todas ellas sentó cátedra.
Aquejado de leucemia, murió el miércoles en un hospital próximo a su casa del condado de Sussex, a los 86 años.
Scofield nació el 21 de enero de 1922 y su vocación despertó pronto: mientras asistía al instituto ya se curtía como intérprete en el Croydon Repertory Theatre School en 1939 y en el Mask Theatre School de Londres en 1940. En 1946 se estableció en Stratford-upon-Avon. La tierra de Shakespeare vería crecer a uno de los más grandes actores del planeta.
Su trabajo en clásicos como Trabajos de amor perdidos y Enrique V propició pronto la comparación con Laurence Olivier. Scofield incendiaba las tablas con su prodigiosa voz, profunda, cavernosa, exultante de matices. Trabajó a las órdenes de otra leyenda, Peter Brook, para quien interpretó Hamlet en 1955; también la adaptación de la obra de Graham Greene El poder y la gloria, en la que se midió con otro mito británico, John Gielgud.
Siempre se consideraría, en esencia, un actor de teatro. Incluso su mayor éxito cinematográfico, Un hombre para la eternidad (1966), de Fred Zinnemann, que le valió el Globo de Oro y el Oscar de Hollywood, nació de una producción teatral que interpretó en 1961 y con la que obtuvo un premio Tony. Scofield encarnaba a Tomás Moro, ejecutado en 1535 tras enfrentarse con Enrique VIII.
En sus apariciones en la gran pantalla siempre apostaría por películas diferentes y arriesgadas. Debutó en 1955, con La princesa de Éboli, en la que se convirtió nada menos que en el rey de España Felipe II. Hasta 1958 no llegaría su segundo filme, Agente secreto SZ, y habría que esperar hasta 1964 para que interpretase el tercero, El tren, una obra memorable en la que devoraba la pantalla interpretando a un oficial nazi encargado del saqueo de los tesoros culturales franceses en la II Guerra Mundial.
Antes, había retornado a Shakespeare, de nuevo con Peter Brook, para interpretar en 1962 una adaptación de El rey Lear (10 años más tarde, director y actor se reunirían de nuevo para convertirla en película).
Siempre recordarán a Scofield quienes lo vieran en las salas del teatro; quienes lo vieran en el Volpone de Peter Hall para el Royal National Theatre en 1997 o en la adaptación de Amadeus de Peter Shaffer. Pero los aficionados al cine jamás olvidarán al Tobias de A delicate balance (1973), según la obra de Edward Albee; al rey de Francia de Enrique V (1989); al aristócrata Mark van Doren de El dilema y al arrebatador juez Danforth de El crisol (1996). Paul Scofield, un actor de raza. De los de antes.
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