El nacionalismo se achica
El duro reajuste aplicado por los electores a Esquerra Republicana (ERC) no se ha correspondido con un crecimiento del otro partido nacionalista, Convergència i Unió (CiU), que ha logrado mantenerse sobre la cota a la que había descendido en 2004. El espacio nacionalista que ambas fuerzas se disputan se achica. Desde ahora cuentan entre las dos con 13 escaños en el congreso, 5 menos que los 18 que tenían. El 20% de votos obtenido por CiU y el 8% de ERC suman el 28%, muy por debajo del 36,7% que entre ambos sumaron en 2004 y que era su cota habitual.
En el panorama que surge de las elecciones de ayer destaca, pues, que en Cataluña el peso del nacionalismo en su conjunto se reduce significativamente. Hasta 2004, los resultados de CiU en las elecciones legislativas oscilaban en torno al 30% de los votos y entre 15 y 18 diputados. En 2004 bajó hasta el 20%, pero esta pérdida se produjo en beneficio de ERC, que pasó de uno a ocho escaños. Ahora, los cinco escaños perdidos por ERC no han ido a CiU.
Es indudable que una parte de esta pérdida es atribuible a la polarización del debate político entre los socialistas y los conservadores, fruto de los cuatro años de oposición antigubernamental a cara de perro orquestada por el PP. Pero el correctivo recibido por ERC parece también un castigo por la alegría con la que atribuyó su abultado crecimiento de 2004 a un apoyo a la causa del soberanismo y el independentismo. Y a la mezcla de inmadurez y prepotencia con que ha hecho valer su peso en el debate político catalán y español durante los últimos ocho años. Para todos los observadores políticos ha quedado claro durante estos últimos años que ERC necesitaba un cura de realismo. Ahora parece que ha llegado la hora.
No es seguro que esta vaya a ser la lección que su cúpula aprenda. Los republicanos encajaron mal su descenso en las elecciones municipales de 2007 y abrieron una etapa de inestabilidad en el Ayuntamiento de Barcelona. Está por ver si ahora sabrán encajar lo que parece la confirmación de un ciclo de resultados a la baja. Si repiten reacción podrían abrir un escenario de dificultades para el tripartito de la izquierda que preside el socialista José Montilla.
Si la pugna entre los dos partidos nacionalistas ha desembocado en esta ocasión en una reducción del espacio político en el que ambos se mueven, la hegemonía queda ahora más claramente en manos de CiU. El sueño del candidato de CiU, Josep Antoni Duran Lleida, de convertir a su grupo parlamentario en pieza necesaria para la formación de mayorías en las Cortes no quedaba anoche fuera de la realidad.
Ni que decir tiene conseguir o no la posición de bisagra añade un valor inmenso a los diputados de CiU y, de rebote, a su posición en Cataluña en la batalla por la hegemonía. Pero una de las consecuencias que ha tenido el ciclo de crecimiento electoral vivido por ERC desde 1999 hasta 2004 ha sido arrastrar a CiU hacia el ámbito del soberanismo, en el que nunca había estado.
Las primeras reacciones del candidato de CiU, aun con el recuento de votos no finalizado, apuntaban al retorno del nacionalismo moderado a las posiciones de centro que ocupó en sus momentos de mayor esplendor, tanto en el escenario interior catalán como en el español.
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