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Entrevista:

"Mirar a quien mató a mi hijo me daba náuseas"

Un joven sin carné arrolló en 2001 a Pablo, de cuatro años, en un paso de peatones

Elsa Granda

Cuando Ana Novella se despidió en la mañana del 27 de octubre de 2001 de su hijo Pablo, de cuatro años, nunca pensó que sería la última vez que podría abrazarle. A media mañana, su hijo mayor, de nueve años, subió a casa dándose cabezazos contra el suelo. Gritando que a su hermano le habían matado. Un coche descontrolado invadió la acera y le empotró contra un escaparate cuando los dos pequeños esperaban en un paso de peatones de la mano de su padre. Ana bajó a la calle, no podía creérselo. Pensó que estaría malherido. Le buscó en la ambulancia, junto a su marido en estado de shock... Pero Pablo ya había muerto.

Dos chicos de 17 y 18 años se habían pasado la mañana "haciendo locuras con el coche" por el barrio de Valencia donde vivía Ana y su familia. Ninguno de los dos tenía carné. Conducía el menor. Iban a 95 kilómetros por hora, más del doble de lo permitido.

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Cada año 4.000 familias que pierden a un ser querido en accidente de tráfico tienen que vivir un drama semejante, y otras 21.000 ven cómo alguien allegado queda herido de gravedad, muchas veces atado a una silla de ruedas de por vida.

Casi siete años después, Ana explica con una voz rota por el dolor que cuando te matan así a un hijo es como sufrir un atentado, pero "sin el reconocimiento social que tienen los afectados por los terroristas". "El resultado de muerte es el mismo, el resultado de lesiones es el mismo y el shock de los familiares es exactamente el mismo, porque te han matado a esa persona; no con una bomba, sino con otro tipo de arma, que es un vehículo que conduce alguien", argumenta.

El chico que mató a su hijo ya circula hoy por las carreteras. Ni una palabra de arrepentimiento, ni una disculpa. "En el juicio, ellos nos miraban tranquilamente. A mí mirarles a la cara me daba náuseas, sentía rencor, odio...".

Ana encontró abrigo en la asociación Stop Accidentes, en la que a veces sólo una mirada sirve para escrutar el dolor del otro: "Ayuda mucho hablar con personas que han pasado lo mismo que tú, y aunque el psicólogo, al que todavía vamos, te enseña a seguir viviendo, nunca te recuperas de esto", señala.

Asegura que en los últimos años, "por lo menos" las víctimas se han sentido escuchadas, y respaldadas, "que se han hecho cosas"; pero reclama mayor dureza penal contra "los delincuentes viales" y que la sociedad les tenga esa consideración de delincuente "que les corresponde".

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