Melodía para morenas
Lucas Eduino? No, nunca oí ese nombre". El dueño del café que domina la bahía era la quinta persona del lugar que ignoraba la existencia, real o literaria, de Lucas Eduino. Y yo empezaba a sentirme ridículo, o al menos tan despistado como esas ballenas que, confundidas por ruidos mecánicos y ultrasonidos artificiales, terminan varadas en playas.
Estaba en Porto Pim, el antiguo puerto de Horta, en Faial, después de viajar por otras islas Azores siguiendo un itinerario calculado para vivir San Lorenzo en el golfo: esa noche ocurre un episodio clave en el relato que da nombre al librito Dama de Porto Pim. Lo guardaba en la maleta, esperando a ser releído después de diez o quince años. Es un libro tan corto como interminable y, aunque sus historias se me habían olvidado, en la memoria perduraba un eco de ballenas y naufragios, y la impresión de una melancólica belleza que iba tomando cuerpo a cada isla.
La mujer, bajita y acurrucada en un pareo, estaba de vacaciones, sabía de memoria la obra del de Vecciano e imaginé que algún día debió dar tumbos por Porto Pim en busca de Yeborath
Meses después he pedido a Tabucchi por 'e-mail' que me aproxime algo más a la verdad y ha respondido que estaba todo dicho en el relato y no se sentía "competente" para añadir nada
El aterrizaje en Terceira inauguró los cielos de Cinemascope y las policromías de hortensias, las macetas, los visillos, las paredes encaladas. Las courridas de toros se sucedían mientras el público comía pasteles cremosos, les chiflaban los capotes, qué nombre tan oportuno. Los pueblecitos hundidos en las fallas de São Jorge o el kilométrico corredor de gigantes buganvillas que deriva en el Faro de Topo recreaban el aire de ensueño que animó a Antonio Tabucchi a escribir su Dama para convencerse de que de verdad había fondeado en ese "archipiélago más imaginario que real". De esto hace ya veintilargos años.
En cuanto a las ballenas, estaban por todas partes. Había estatuas, fábricas en desuso o recicladas, museos, azulejos que rememoraban a las bestias y la época de las cacerías. Un taxista que en invierno patrullaba el mar contó un par de aventuras protagonizadas por su abuelo. "Los azorianos hemos sido los mejores balleneros", dijo, suscribiendo los halagos de Melville en Moby Dick. Y también dijo: "Aquí abunda sobre todo el cachalote. Un animal muy vengativo".
En Pico, reabrí mi Dama. "Siento un gran afecto por los honestos libros de viajes, de los que siempre he sido un asiduo lector", empieza Tabucchi, para enseguida asumir que su carácter intempestivo y su memoria tan adulterada por ficciones va a motivar que esta lectura no corresponda "exactamente" a la de un libro de viajes.
Dama de Porto Pim puede leerse deprisa pero le di cinco días, para alcanzar el relato, situado en las últimas páginas, una vez en Faial. Y así fue. Lo leí junto a unas reales y frías aguas, bordeadas por murallas del XVII y el Monte da Guía, por rocas volcánicas. En Porto Pim.
La de Lucas Eduino es una historia de amor y traición que, según Tabucchi, le contó el propio Eduino, ya anciano. Hijo de balleneros, cuando la temporada de caza aflojaba, el entonces escultural muchacho salía a por morenas, que se pescan de noche. Dice la leyenda que a las anguilas les gusta una melodía lastimera a la que no se pueden resistir, y Eduino la cantaba con voz tan clara y joven que atrapaba más que nadie.
Sucedió en tiempos de guerra, cuando Faial reunía a fugitivos europeos que esperaban pasaporte para América y mataban los meses jugando y espiándose en un antro llamado O Bote. Una extranjera, Yeborath, apareció para regentar la cueva.
La pequeña bahía de Porto Pim se resguarda bien de esos vientos atlánticos que arrastran nubes a velocidades de miedo. Es un lugar óptimo para avistar cachalotes y para enamorarse o imaginar el amor, así que el romance entre el pescador y la extranjera fue una cosa natural. Del desenlace, sólo recordar que el cachalote es un animal vengativo.
Sobre la veracidad de la historia, Tabucchi había sido inconcreto. Insinuaba que su narrador no era del todo inventado y decidí creer que Lucas Eduino no tenía casi nada de ficción. Durante dos semanas, las Azores, hasta entonces un rincón de fantasía, se habían ido materializando con la música que Tabucchi me dejara suspendida en el espíritu y conforme las islas se sucedían era como si todo fuera cierto. Además, aquella historia hablaba de traición y amor de un modo que sentí tan cercano...
"Todos los libros son estúpidos, nunca hay mucha verdad en ellos, y sin embargo cuántos he leído en los últimos treinta años", dice Eduino. De modo que, ebrio de estupidez, recorrí varias veces el golfo de Porto Pim tratando de imaginar la ansiedad de Eduino en la noche decisiva y, después de pensarlo un rato, empecé a preguntar por él, mencionando también a O Bote.
"No". "No". "No". "No". Me sorprendió que los oriundos ni siquiera asociaran los nombres a uno de los escasísimos libros que mencionan su puñetera (empezaba a verla así) bahía. Pero cuando el propietario del café negó, una mujer intervino.
-¿Por qué no le pregunta a Tabucchi? Pasa largas temporadas en Lisboa. Soy de allí y tengo amigos que le conocen. Búsquele, seguro que le atenderá.
La mujer, bajita y acurrucada en un pareo, estaba de vacaciones, sabía de memoria la obra del de Vecciano e imaginé que algún día debió dar tumbos por Porto Pim en busca de Yeborath. Conversamos sobre el hombre y sus ficciones. A ambos nos esperaban seres queridos para cenar pero prolongamos la charla hasta el extremo de playa donde según la historia vivía la Dama y, en un arrebato de fábula, cantamos, primero cada uno a su aire pero después al alimón, susurramos una melodía para morenas que me puso el pelo de punta y a ella la hizo llorar.
Meses después he pedido a Tabucchi por e-mail que me aproxime algo más a la verdad y ha respondido que estaba todo dicho en el relato y no se sentía "competente" para añadir nada. Ayer encontré un texto de 2001 en el que mi querido señor Antonio advertía que Lucas Eduino es una ilusión y señalaba los peligros de cualquier relato, porque "sugiere a la realidad lo que ésta debe hacer". Mi aventura fue más bien virtual, seguía los pasos de un sueño, pero la he escrito porque creo que sirve para ilustrar cómo una historia, además de proponer peligros, tiene el poder de expandir el universo desatando realidades paralelas hasta convertir en un relato infinito algo tan mínimo como, por ejemplo, Porto Pim.
Gabi Martínez (Barcelona, 1971) es autor de la novela Sudd (Alfaguara).
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