La Nena
Como niña de España -todos llevamos una niña dentro: algunos incluso la sacan-, me sentí conmovida por la atención que nos prestó el candidato popular a presidente del próximo Gobierno. Fue lo más parecido a Palabras para Julia de José Agustín Goytisolo, versión encefalograma cóncavo.
Pero lamento que lo más recreativo del debate llegara sólo al final, impidiendo a Mariano Rajoy alcanzar un éxito apocalíptico. El hombre se había anotado algunos tantos. Consiguió que sus miradas de reojo al marcador de tiempos parecieran emocionantes búsquedas de aquiescencia lanzadas hacia Acebes o hacia Aznar: despliegues orbitales que sacudían puntualmente el letargo circunflejo en que permanecíamos sumidos gracias al empeño del candidato Zapatero. Se hizo Rajoy, a lo largo de sus intervenciones, con una sólida inseguridad y una insípida apariencia de mancebo de botica provinciano llegado a la capital a cierta edad en busca de experiencias freakies. Se mostró como un socio obsecuente, como un cabal cofrade de nuestro Lado Loden Gris Marengo, alguien a quien don Antonio Machado bien pudo referirse al escribir: "Ese hombre no es de ayer, ni de mañana, sino de nunca, de la cepa hispana". He aquí, en suma, a un individuo dotado de respetabilidad, nos dijimos mi niña y yo. Cuando, en el cierre, el candidato salió del armario de Sisí Emperatriz con el tema Promesas de Famosa, se hizo evidente el dislate en que habían incurrido sus asesores al no centrar toda su tesis electoral en semejante hallazgo. Imaginen que llega Rajoy al plató y, sin mediar aviso, inicia un Llanto por la Niña de Ehpaña que no llegará a nacer como sigan ustedes votando a éstos.
Por citar Eva al desnudo: una intervención preñada de posibilidades dramáticas, y ellos ni se la olieron. Cómo van saber qué coño quieren las niñas de mañana.
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